Israel, un país secuestrado

Israel está secuestrado. Con esta frase, sin embargo, no me refiero a los 133 hombres y mujeres que se encuentran debajo de la tierra en manos de la organización terrorista Hamas, sino al país entero. En la última década, un grupo de extremistas mesiánicos y colonos expansionistas, liderado de la mano de Benjamin Netanyahu, se hizo del poder.Esta semana, en una declaración que a mi parecer resume el enorme problema en el que se encuentra el país, la ministra Orit Strock, miembro de un partido de colonos y que ascendiera al poder por su trabajo como líder del asentamiento judío ilegal en la ciudad de Hebrón, en Cisjordania, declaró en una entrevista que votará en contra de cualquier acuerdo para liberar a los rehenes. Strock, en sus propias palabras, no piensa que Israel deba parar la guerra en Gaza para salvar “a 22 o 33 personas.”

Strock, al igual que los ministros de Seguridad Interior, Itamar Ben Gvir; de Finanzas, Bezalel Smotrich, y otras dos decenas de miembros del Parlamento, hace tan sólo algunos años eran parias en la sociedad israelí. Muchos de ellos tuvieron incluso convicciones criminales por nexos con grupos terroristas judíos. Sin embargo en su intento, hasta el momento exitoso, por mantenerse en el poder, Netanyahu les abrió las puertas asegurándose de crear alianzas políticas entre facciones extremistas, aumentando así su poder; otorgándoles legitimidad política; incluyéndolos en las filas de su propio partido y, como golpe final, convirtiéndolos en parte del gabinete de seguridad de la nación.

Incluso actualmente, después de años de gobiernos de Netanyahu, la mayor parte de la sociedad israelí se opone, o por lo menos no tiene ningún interés, a la expansión de asentamientos judíos ilegales. La mayoría, además, está en favor de la protección de las instituciones democráticas. El grueso de la población apoya un tratado para regresar a los rehenes a casa, y más de 70 por ciento del país cree que Netanyahu debe dejar el poder. Sin embargo, esta mayoría está secuestrada por un grupo de extremistas para quienes la vida de los israelíes secuestrados vale menos que la oportunidad de continuar con la destrucción en Gaza y de, según sus planes mesiánicos, regresar y ocupar ese territorio palestino.

A más de seis meses de iniciada la guerra, Israel no ha conseguido ninguno de los dos objetivos que se propuso: regresar a los rehenes y destruir a Hamas; y no sólo eso, sino que por más de medio año, decenas de miles de israelíes siguen fuera de sus casas, refugiados en su propio país; la guerra en el norte contra Hezbolá continúa cobrando vidas y el apoyo internacional con el que Israel contaba después del sangriento ataque de Hamas prácticamente se ha diluido con las imágenes de la destrucción en Gaza.

Por primera vez desde 1973 la existencia misma del país está en juego. Soló hay una solución posible: liberar a los rehenes de Hamas y al país de ese grupo de extremistas.