JUDITH, ADELE EN KLIMT
La alegoría Judith de Klimt, en la cual ha desarrollado tintes singulares que se vuelcan en el simbolismo intenso, osea la narración bíblica de una seductora heroína judía que representa la fuerza en una exaltación patriótica, si bien igualmente religiosa de esta joven viuda. De nombre Judith, entró en esos pliegues del trazo decidido que otorga el óleo, pasando a ser la fuerza pasional del pintor hacia su modelo Adele. Inspirando dos versiones sobre esta connotada narración. La primera visión de Judith sería más o menos estática, pero extraordinariamente protagonista, donde su boca entreabierta susurra vocablos que nunca serán percibidos, jamás serán advertidos por ninguno, adonde el pan de oro predominará sobre la tela, usando la transparencia que dan los velos que caerán sinuosamente en sutiles caricias en la cabeza del tirano, Holofernes, el general asirio del rey Nabucodonosor.
Siendo, esta la primera obra de Klimt durante su magnífico periodo áureo, no obstante se entremezclarán tres historias en dicha representación: la real personificada en la adinerada modelo Adele Blosch-Bauer, la simbólica encarnada del espíritu de Judith, la valerosa viuda judía, llegando a la última historia la del mismo pintor, traspasado por el amor, osea por el desplante a mostrar el sensualismo personificado en Judith de Adele. Dos pinturas, para una figura femenina singular, la primera en 1901, reflejando la descripción de una femme fatale, donde su contemplación va hacia él, al artista, más entre la mano sostiene su venerado triunfo, la cabeza de Holofenes, el dono de la victoria, al fondo, casi como por un efecto de sobre posición, con pan de oro usado para recrear el aspecto brillantes de los elementos simbólicos como montañas, joyas, frutas, uva, higo traídos del fastuoso Palacio Asirio de Senaquerib lugar bíblico. Ella es la hermosa joven que sedujo para después decapitar a Holofernes, con el propósito de poder salvar a la ciudad de Betulia ( virgen, nombre simbólico para referirse a Jerusalén o ciudad ficticia) protegiendo además de librar a su pueblo Israel del ejercito babilónico. Judith I, predominio de la exuberantes áureas, introduciendo en ella la transparencia de los tules, eso es el fascino de Klimt por las telas serían propio eso su exquisitez por el textil, lo declara en estas, la pintura en un marco de oro elaborado por Gerard su hermano orfebre. La posición sensual de la modelo ha cambiado del todo de la primera versión, es esta última Judith II (1909), denominada erróneamente como Salomé asesina, así aparecería en la revista Die Kunst en 1911. Entre un trabajo y el otro hay un lapsus de 8 años. Donde Judith II es la diversidad completa, con una mutación no solo en su posición como verticalidad de la figura, su toque de sensualidad junto al pliegue de la figura diagonal, proponiendo una situación completamente nueva, cuyos tules decorativos elaboran movimiento, el dorado ya no será predominante en la obra, ha desaparecido en gran parte. Todo resale a elementos predominantes especialmente el rostro, las manos, mas un alejamiento de relevancia del descabezamiento de Holofernes. Conlleva sin embargo a decir que es netamente estilo puro Liberty, exteriorizando la mujer fatal. En su etapa de oro, donde este, adosado a los ornamentos resaltarán sensaciones, pero todavía son rostros que nos da Klimt, el cual no siendo él hebreo, desea obsequiar a esta encantadora señora de la alta sociedad judía austriaca un dono todo suyo. De corazón la ha transformado en la misteriosa Judith, porque ambas tienen algo en común son ligadas por la religión como por la sensualidad de mujer.
Klimt es el hombre, el artista viril. Es el pintor que enlaza su vida, con la existencia de dos mujeres distanciadas en el espiral del tiempo. Sería la joven señora Adele a conquistar el varonil maestro del Art Noveau, casada con el industrial del azúcar Ferdinand Bloch judío, ¿es ella la que da el primer acercamiento ? ó ¿es el maestro?- que descubre en ella esa esencia de sensualidad que lo lleva a transformarla en su modelo predilecta, que caerá en sus brazos por la pasión que durará 15 años. Adele nació en Viena 1881, hija de un opulento banquero vienés-judío. A la joven edad de 17 años contrajo matrimonio con Ferdinand Bloch, lo mismo lo hizo su hermana Teresa al casarse con el Dr. Gustav hermano de Ferdinand, así ellos cuatro decidieron, unir los apellidos en uno solo Bloch – Bauer. Tenia 21 años cuando el maestro la pintó por primera vez.
Ella realizará su testamento legando las obras pintadas por el maestro del Art Noveau a un único beneficiario nombrado como el Estado Austriaco. En 1925 muere de meningitis. Su marido Ferdinand Bloch-Bauer que a la llegada de las tropas nazistas en Austria se refugia en Suiza, muere en 1945, serán sus sobrinas las directas herederas. La última descendiente fue Maria Altman, activando una disputa del testamento con el estado austriaco. ¿Quién sería el verdadero heredero del patrimonio de Adele? ¿el estado austriaco o las sobrinas Bloch-Bauer? Se llegó a un acuerdo. La obra Judith I la podemos admirar en su técnica al olio sobre lienzo, en Osterreichische Galerie Belvedere de Viena, (dimensión es de 84x 42). Fue expuesto por primera vez en la 8 Feria Internacional de Arte de Munich. Sin embargo, fue el pintor suizo Ferdinand Hodler (miembro del movimiento secesión de Viena) quién lo adquirió Judith. La alegoria Judith II la encontramos en la Galeria Internacional de Arte Moderna, Musei Civici Veneziani, Venecia. No se puede olvidar que fueron bastantes pintores hechizados por la heroina Judith como Caravaggio, Cristofano Allori, además de la gran Artemisia Gentilleschi, inclusive Goya y tantos otros.
Amores, cuadros… más su fiel Emilie Floge, lo acompaño en el sueño de su vida como la misma pintura de Klimt, hasta su fin.
Artículos Relacionados: