La admirable jutzpe de Daniel Barenboim

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En días pasados – el 15 de noviembre para precisar – una figura que combina el sensible arte con una sólida convicción política festejó los 78 años de edad. Aludo a Daniel Barenboim, pianista y director de orquesta que desde su temprana llegada (1952) desde Argentina a Israel con sus padres Aida y Enrique asimiló las más altas virtudes del judaísmo humanista y secular. Y a semejanza de no pocos que se adelantaron a sus tiempos, Daniel ha merecido hasta aquí aplausos y censuras, premios e insultos, desde las salas de conciertos hasta el parlamento israelí. Dialéctica que al cabo y en justicia le honra.

Como pianista tempranamente formó parte de la orquesta de la Gadna israelí, actividad que ejerció en paralelo a sus actuaciones en Europa al lado de consagradas figuras y conjuntos musicales. En los años cincuenta, considerando la sensibilidad de judíos e israelíes se negó a actuar en Berlín; actitud que cambiará radicalmente años después al conocer la transformación democrática y humanista de Alemania.

En la víspera de la Guerra de los Seis Días, cuando no pocos temíamos el temprano colapso y desaparición de Israel, Barenboim y su entonces compañera Jacqueline du Pré no vacilaron en presentarse en Jerusalén para animarnos con la quinta sinfonía de Beethoven. Pocas horas después ambos contrajeron matrimonio con y en las luces del Muro conquistado. Jacqueline era entonces muy feliz con su conversión al judaísmo, elección que jamás abandonará. En los días siguientes ambos interpretaron melodías en todos los frentes a los cuales llegó el ejército israelí. La admiración y el aplauso fueron entonces unánimes.


Un viraje se producirá más tarde cuando Daniel empezó a manifestar personal y pública inquietud por la persistente y celosa ocupación israelí de los territorios palestinos. Esta tendencia constituía a su juicio no sólo un acto opresivo contra un pueblo que en justicia aspira a la libertad y a una presencia digna en el mundo; implica un hecho que, en su opinión, pervierte y afea tanto al judaísmo como filosofía y a Israel como democracia. Desde entonces este celebrado pianista conocerá en el país que eligieron sus padres no pocos gestos hostiles al lado de repetidos aplausos.

Ambivalencias que se acentuaron cuando Barenboim quiso interpretar en Israel la música de Richard Wagner. Con acierto pensaba que cabe deslindar entre la pulcra belleza de sus óperas y sus negativas opiniones personales sobre los judíos europeos. En cualquier caso, no es ni justo ni pertinente culparlo por la adicción que Hitler revelará tempranamente por sus creaciones o por el apoyo del dictador nazi a las doctrinas fascistas predicadas por Houston Chamberlain, el yerno de Wagner que éste ignoró.

Por su talento musical Barenboim mereció el premio que lleva el nombre de Ricardo Wolf- celebrado científico, filántropo y embajador de Cuba en Israel durante 12 años- que se otorga a sobresalientes figuras en las ciencias y en las artes. Al recibirlo no pocos diputados israelíes – incluyendo al hoy presidente Reuvén Rivlin-censuraron su actitud y sus pronunciamientos en favor de una armónica convivencia con los palestinos. Supongo que algunos de ellos muerden hoy sus labios.

Más tarde, y en justa amistad con el orientalista Edward Said, Daniel multiplicó sus iniciativas para aproximarse a la audiencia palestina con el propósito de difundir los más altos valores de la democracia y del judaísmo humanista. Llegó con su música a Ramallah y a Gaza, y más tarde con el conjunto West-East Divan difundió y reiteró como conductor y pianista los mensajes de justa fraternidad.

A la luz de esta trayectoria no deben sorprender las cuatro nacionalidades que hasta aquí ha merecido: es argentino, israelí, palestino y español.

Acerca de Joseph Hodara

Invitado por la UNAM llegué a México desde Israel en 1968 para dictar clases en la entonces Escuela de Ciencias Políticas y Sociales ( hoy Facultad). Un año después me integré a la CEPAL con sede en México para consagrarme al estudio y orientación de asuntos latinoamericanos. En 1980 retorné a Israel para insertarme en las universidades Tel Aviv y Bar Ilán. En paralelo trabajé para la UNESCO en temas vinculados con el desarrollo científico y tecnológico de América Latina, y laboré como corresponsal de El Universal de México. En los años noventa laboré como investigador asociado en el Colegio de México. Para más amplia y actualizada información consultar Google y Wikipedia.

1 comentario en «La admirable jutzpe de Daniel Barenboim»
  1. HOMBRE Y ARTISTA MARAVILLOSO, OJALÁ TUVIÉRAMOS MÁS SERES HUMANOS COMO ÉL. GRACIAS A BARENBOIM ME SIENTO TAN ORGULLOSO DE SER JUDÍO. SOY ÍNTEGRAMENTE PRO ESTADO DE ISRAEL,
    PERO NO LE HAGAMOS A NUESTROS HERMANOS PALESTINOS LO QUE EL MUNDO NOS HA HECHO Y NOS SIGUE HACIENDO A NOSOTROS LOS JUDÍOS.

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