El episodio sobre Balaam en los capítulos 22 a 24 del libro de Números, es una antigua historia del folklore popular cuyo punto de mira es si las palabras pueden transformar bendiciones en maldiciones.
En la historia en la Torá los moabitas, temerosos de ser rodeados por los israelitas- algo que les impediría continuar expandiéndose- reclutaron a Balaam para que pronuncie maldiciones contra ellos.
Esto coincide con el pensamiento pagano, donde, como lo señala Robert Alter, profesor de hebreo y literatura comparada en la Universidad de California, Berkeley, la creencia es que los poderes divinos pueden ser manipulados por una casta de profesionales utilizando un conjunto de procedimientos cuidadosamente prescritos .
Si esta característica del pensamiento pagano ha perseverado a través de la historia, es porque la gente entiende que no es lo divino, pero el comportamiento humano, el que puede ser afectado con palabras.
Es cierto que el lenguaje proporciona un vehículo para nuestros pensamientos, pero, como lo ha señalado el psicólogo Edward de Bono, el lenguaje es un sistema de comunicación, no un sistema de pensamiento. El pensamiento y la comunicación son dos cosas muy diferentes y, nos enfrentamos a serios problemas cuando confundimos los dos.
Aunque el lenguaje es una herramienta de comunicación una de sus principales funciones es indudablemente la de engañar.
La moral de la historia de Balaam es que el que habla con “hombres de paja,” aquellos que carecen de la capacidad de pensar, puede que este convencido de su capacidad de transformar hasta algo bueno en su contrario.
Sin embargo, ¿aquel que impreca no es el mismo un fantoche?
Al analizar el lenguaje utilizado en las maldiciones, los investigadores han encontrado que las palabras usadas son a menudo son un espejo de los miedos y las fijaciones de una persona o de una cultura.
Teniendo en cuenta la inutilidad de maldecir, entonces ¿no es lógico pensar que debería ser igualmente inútil tratar de bendecir?
La bendición, a diferencia de maldición, no está abocada a la disminuir y desmoralizar, si no a revitalizar. La bendición, en las palabras del desaparecido erudito danés Johs Pedersen, es la fuerza interior del alma no sus miedos y fijaciones.
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