La dignidad del ser humano

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Mayo de1968. Los estudiantes en París protestan y se revelan ante la injusticia social iniciando la Revolución de Mayo que conmueve a toda la sociedad francesa, sus intelectuales son sacudidos por la fuerza del movimiento -sus ambiciones también tocaron a los estudiantes en México en una clave menor-. Emmanuel Lévinas tenía entonces 62 años y ya era un filósofo reconocido por la importancia de su pensamiento y sus publicaciones.

La tarea de un filósofo no es ajena al tiempo y la historia en la que vive, en Lévinas el juicio moral afirma la historia de su vida. La Revolución de Mayo no es el único hecho histórico en el telón de fondo de su pensamiento, su vida es la historia del siglo XX: nació en Lituania, estudio filosofía en Alemania y Talmud en Francia, se nacionalizo francés. Pasó la Segunda Guerra Mundial en un campo de trabajos forzados, en una barraca especial para los soldados franceses judíos donde se prohibía toda forma de observación religiosa, pero no impidió que fuera desarrollando y escribiendo su pensamiento filosófico. Su familia fue asesinada en el Holocausto. Uno de sus libros está dedicado a “los más cercanos entre los seis millones asesinados por los nacional socialistas junto con los millones y millones de todas las confesiones y todas las naciones que fueron víctimas del odio al otro, el mismo antisemitismo.”

Lévinas responde al odio con amor, “la sabiduría del amor”, ” el humanismo del otro”, amar en vez de odiar al otro es un amor difícil, es “una libertad difícil”, pero las brutalidades del antihumanismo contemporáneo nunca han sido más elaboradas. La escala del inhumanismo del siglo XX provoco un reexamen doloroso de la naturaleza y el valor de lo humano. La obra de Lévinas es una defensa radical del humanismo.


Lévinas vio en las protestas callejeras de la Revolución de Mayo de 68 y su supuesta anarquía la responsabilidad ética de los jóvenes, su sinceridad, su interés autentico por los otros que sufrían las consecuencias de la injusticia, vio la moral incorruptible y el idealismo político de la juventud. Sus artículos presentados en 67 y 68 -en 73 se publicaron con el título El Humanismo del Otro-, están comprometidos con los debates filosóficos en torno a la Revolución y en el fondo están aún más comprometidos con el totalitarismo ruso y chino. La matazón masiva de las dos Guerras Mundiales, los 12 años del reinado del terror del nazismo, los asesinatos de seis millones de judíos en el Holocausto y los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki. El sXX con todos sus adelantos científicos y tecnológicos fue, probablemente, el más sangriento de la historia humana. Lévinas responde a la larga tradición filosofía y a la situación política del mundo.

El fundamento de la visión del mundo de Lévinas es la certeza de la dignidad humana que no se puede reducir a nada más, la eficacia y el valor de la libertad y, como consecuencia, la responsabilidad humana. La articulación y defensa de la dimensión humana no es solo la afirmación de la dignidad de una persona, es la afirmación de la dignidad de toda la humanidad, la afirmación de la moral interhumana, de la justicia social. El otro tiene significado interno y no puede ser un contrario externo absoluto.
Lévinas deriva la primacía de la ética en el encuentro con el otro, la relación irreductible de cara a cara. El encuentro es un fenómeno privilegiado en el cual se siente la proximidad y la distancia del otro, su revelación es la expresión de la libertad del yo. Instantáneamente se reconoce la trascendencia y la heteronomía del otro.

Lévinas hace una descripción interpretativa, fenomenológica del surgimiento y repetición del encuentro cara a cara. La intersubjetividad es anterior al conocimiento; el otro nos llama y la respuesta nace en los sentidos. En las emociones en la interacción. Aun el asesinato fracasa en el intento de apropiarse esa otredad.

‘La humanidad de lo humano”, el ‘ser para otro’ es anterior y mejor que ser para sí. La ética entendida como antropología metafísica es la Filosofía Primera para Lévinas. Afirma la trascendencia moral de la otra persona, descansa en la respuesta moral o trascendencia: la persona que es responsable por la otra. Trascendencia y responsabilidad son momentos inseparables de los encuentros éticos.

La otredad del otro se presenta precisamente como el imperativo moral que abre el yo con la obligación moral; con el servicio al otro surge el verdadero ser. No se trata de amar al prójimo como a uno mismo, el ser moral es vaciarse en y como responsabilidad por el otro, aun hasta el último sacrificio: morir por el bien del otro. El cuidado por el otro es superior al cuidado del propio ser, es el cuidado del ser. Nada es más significativo. La prioridad de la trascendencia moral es la que le da significado a la libertad humana en todas sus manifestaciones culturales e históricas.

El humanismo del otro es el corazón de la filosofía de Lévinas. La dignidad del ser se erige en y como responsabilidad moral por la otra persona. La responsabilidad moral por quienes tenemos enfrente lleva a la exigencia de justicia para todos los otros. Para toda la humanidad. La justicia deriva de la trascendencia de la otra persona, la viuda, el huérfano, el extraño- en un eco tanajico-, esta relación de responsabilidad irreductible e inmediata justifica todas las manifestaciones culturales e históricas guiadas por los imperativos de la moralidad y, por lo tanto, están sujetas al juicio moral.

La trascendencia del significado va más allá de la determinación cultural. Esta y la dignidad humana derivan de la prioridad moral de la otra persona, es decir, del humanismo del otro. Servirle moralmente a todos los otros es la máxima exigencia del significado y la dignidad del género humano.

Las responsabilidades son infinitas, aunque los humanos son insuficientes para ellas.
El llamado a la justicia es una tarea formidable en si – y especialmente porque – el camino es largo y el final incierto.

En palabras de Rabi Tarfon, en Pirkei Abot, citado por R.A. Cohen: “No es de tu incumbencia el terminar el trabajo, pero no eres libre de desistir de tu quehacer.”

Acerca de Alicia Korenbrot

Nació en la Ciudad de México, terminó sus estudios de Filosofía en la UNAM, es Escritora y traductora. Actualemente reside en Israel.

2 comentarios en «La dignidad del ser humano»
  1. Gran filosofo del siglo!, creo un concepto que bien a bien deberiamos de revisarlo, entre nosotros, y si fuera un deseo quasi inalcanzable, seria muy bueno para los primos ” que si saben leer” que se sumergieran in poco en la filosofia de este Gran pensador del siglo!
    Hasta el Papa lo distinguio, y el mundo seria otro si aplicasemos el terema de la ALTERIDAD,
    El respeto al otro ser humano!,

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