La doble cara nazi y antijudía de Heidegger

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La posibilidad de que el filósofo más influyente del siglo XX fuese un nazi redomado, además de causar un inevitable escalofrío, hace temblar las bases de la Fisolofía contemporánea. La publicación de sus cuadernos de notas, hasta ahora inéditos, aporta nuevas claves para entender al gran pensador alemán y para volver a encender el debate de su relación con el nazismo. La llegada a las librerías alemanas de los llamados ‘Schwarze Hefte’ (Cuadernos negros) al completo, una especie de diario intelectual manuscrito en el que Heidegger volcó pensamientos, inseguridades y reflexión intelectual desde 1931 hasta entrados los años 70, “añade una dimensión nueva y aterradora”, según ha declarado su editor, el filósofo Peter Trawny, para quien “resulta difícil exagerar la importancia de este manuscrito”.

Que Heidegger perteneció al partido nazi entre 1933 y 1945 no es ningún secreto y su convencido antisemitismo tampoco, pero hasta ahora era defendible que el suyo era una especie de antisemitismo cultural, no expresamente racista. “En estos cuadernos vuelve a criticar el biologismo, en la línea de ‘Ser y Tiempo’, en el sentido de que el ser humano no puede ser descrito al completo desde el biologismo porque no es una cosa, sino un proyecto en proceso. En un primer plano, por tanto, podríamos decir que se distancia del nazismo, pero si leemos los cuadernos con más atención, nos encontramos con que Heidegger aplica estas apreciaciones solamente al ‘pueblo alemán’, del que excluye a los judíos. Un concepto más reducido de raza”, explica el profesor de filosofía de la Universidad de Bonn Markus Gabriel.

En uno de los capítulos de los cuadernos que acaban de salir a la luz, de la mano de la editorial de Fráncfort Vittorio Klostermann, aparece la única mención explícita de Heidegger a Adolf Hitler, en la que conecta el texto de Mein Kampf con “la estupidez, la vulgaridad intelectual” y el “biologismo turbio”, pero en ningún momento desaprueba el contenido del texto ni su concepto político de raza. A la pregunta sobre si su obra puede leerse desde un punto de vista apolítico y solamente filosófico, Trawny responde que “a finales de los años 30 y principios de los 40, Heidegger estaba muy contrariado» ante la perspectiva de fracaso que se cernía sobre la ideología nazi y en ese enfado alude a los judíos en algunos pasajes de forma extremadamente hostil. Esto prueba el vínculo del antisemitismo político con su filosofía”.


Propaganda antisemita

También aparecen en los cuadernos alusiones a hechos políticos concretos, como la anexión de Austria, ante la que Heidegger lamenta solamente la “amenaza” de que el catolicismo austríaco contagie de alguna forma a la sociedad alemana y Trawny, director del Instituto Martin Heidegger de la Universidad de Wuppertal y que en breve publicará en Alemania su libro Heidegger y el mito de la conspiración judía contra el mundo, apunta sobre todo a las referencias que aparecen en los Cuadernos negros a “un judaísmo mundial” y “sin raíces” que controla tanto el capitalismo como el comunismo, argumentos centrales y reiterativos de la propaganda antisemita nazi.

En los textos, el filósofo se refiere al judaísmo como a un “enemigo militar”. “Tiene que haber saludado la violencia contra los judíos, porque a un enemigo militar se le responde con violencia”, ha declarado el editor.

Amigos y conocidos de Heidegger, sin embargo, siguen refutando estos argumentos con hechos palpables de la biografía del filósofo. “Por favor, pero si mantuvo un romance con Hannah Arendt, ¡que era judía!”, responde Silvio Vietta, que conoció a Heidegger personalmente y que sigue negando tajantemente su antisemitismo. El hecho es que en sus cuadernos Heidegger describe el nazismo como una “metapolítica” y añade que “sólo será un poder real si detrás de todos sus hechos y palabras hay algo oculto que lo propulsa y lo hace sostenible en el tiempo”.

Heidegger dejó dicho en vida que consideraba estos cuadernos como la coronación final de su obra, 1.200 páginas que comenzaron a ver la luz en febrero, como parte de la publicación de las obras completas del filósofo.

Los dos últimos volúmenes, que llegan ahora a las librerías, fueron redactados entre 1938 y 1939, y entre 1939 y 1941, respectivamente, y terminan de exponer el gran anatema para los estudiosos de Heidegger: cómo un pensador de tan gran altura pudo meter la pata a tal profundidad cuando se metió en política. El texto concluye con un sombrío testimonio de autoafirmación: “¿Por qué tengo dos letras ‘g’ en mi nombre?… Por Gütte (el Bien), que no la compasión, y por Geduld (paciencia), la más alta forma de la fuerza de voluntad”.

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