Antes de adentrarnos en el folklore hebreo y su numerología, veamos de cerca la cifra treinta y seis que tanto prestigio tiene. Número de la solidaridad cósmica, es también el del encuentro de los elementos y las evoluciones cíclicas. El 36 mide, en efecto, el cuadrado de lado 9, constituye el valor aproximado del círculo de diámetro 12 y posee un eco claro de los 360 grados de la división del círculo y el año lunar. Para los chinos era el número del ´´gran total´´. La mayor parte de los ciclos cósmicos son múltiplos de 360. Simultáneamente, el 36 es la suma de los cuatro primeros pares y de los cuatro primeros nones ( 20 + 16), lo que le valió, entre los pitagóricos, el nombre de ´´gran cuaternario´´.
También es la suma de los cubos de los tres primeros números. Dicho lo cual podemos entender, entonces, que para la Kábala ésa sea la cifra de los justos que sostienen, desde lo invisible, la paz del mundo. Al parecer la idea nace de un pasaje de Isaías 30: 18 en el que leemos: ´´Porque el Señor es un Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él ( lo ).´´ Será, pues, a partir de ese lo, formado por las letras lámed y vav, cuyo suma numérica da 36, que surja la semilla de la leyenda. Desde el punto de vista meramente gramatical, lo es una expresión que se refiere a la tercera persona del verbo, palabra traducible como ´´de él o para él´´, pero si ubicamos esa partícula en la palabra paz, de la que forma parte, ocurre que shalom le agrega el vocablo shem , nombre, lo que significa, entre otras cosas, que aquellos que desde lo secreto actúan en su nombre lo hacen para promover la paz.
Habría, así, una justicia externa y falible que concierne a los seres humanos, y otra justicia interna, invisible, cuya función consiste en hacer que el universo no se destruya ni desaparezca, de la que los 36 justos hebreos son agentes en la sombra. La leyenda nos fascina por la sencilla razón de que otras figuras ubicuas como el profeta Elías o Al Jadir el Verde entre los sufíes, realizan una tarea parecida y nunca tienen domicilio fijo ni se sabe de dónde vienen o a dónde van. O sea que la imaginación humana tiende a pensar que sus más grandes benefactores son invisibles la mayor parte del tiempo o bien adoptan las máscaras más sencillas y humildes para actuar. Miremos de cerca la palabra paz, shalom, para ver hasta qué punto encierra entre sus letras el argumento íntegro de la leyenda.
Tradicionalmente llamados lámed vavniks, los treinta y seis justos pueden ser de cualquier raza, color , sexo y edad, no se conocen entre sí y actúan sin saber, siquiera, que son o pueden ser alguno de esos justos. Cuando uno de ellos muere, nace otro para reemplazarlo. La cifra permanece invariable y también la misión. Al margen de esta extraordinaria explicación que nos dice mucho sobre la humildad auténtica, en hebreo anaváh , hay maestros que consideran más detenidamente el significado de la letra lámed ligándola a verbo lomed, aprender, estudiar. En cuanto a la vav, cuyo simbolismo se refiere al anzuelo, al gancho, indica un conjuntar, el acto de unir, de donde aquel o aquella que trabajan por la paz aprenden a unir y a conectar. Exactamente como hacen los bosques por debajo del suelo entrelazando sus raíces para que la individualidad de los árboles se vea sostenida desde la sombra.