En estos tiempos de crudo individualismo, muchos somos empujados a pensar solo en nosotros mismos. Por tanto, tenemos el deber de detenernos y meditar por un minuto en nuestro prójimo, pero en el sentido estricto de lo que esta palabra significa de cara a un futuro que se construye a cada momento, más allá de los intereses que seduzcan a algunos y ante los cuales, deberíamos pasar de largo.
Vernos reflejados en los otros no es tarea fácil y menos, considerarnos como un engranaje que nos constituye en hermanos y donde la solidaridad, debe ser expresada siempre sin condiciones, no solo en los buenos momentos de la vida, sino también en los más oscuros, donde como seres humanos debemos ser lámparas de sabiduría, más no de segregación y desaliento.
Porque pensar en el prójimo, solo cuando nos conviene, es reducir a las personas a un simple medio que solo es necesario, para alcanzar determinados fines; sin entender que todos somos humanidad pura en el sentido estricto del término, creación de Di-s, soplo mismo del Universo, tardes de sol radiantes y noches de estrellas palpitantes.
De esta forma, detente y medita mínimamente en el respeto y la solidaridad, para que así, puedas distinguir entre razón y verdad y la diferencia que habita en ambas, ante ecos de ignorancia, discriminación y opresión o al silencio cómplice de quienes no elevan su voz, para abrir espacios de libertad e igualdad, más allá del miedo o la conveniencia.
Porque los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla y de ser así, esta historia será doblemente fallida, por la falta de solidaridad y sobre todo lealtad, para con su comunidad…
A la memoria de mis queridos Karina Bonnefil Z”L, Maurice Bonnefil Z”L, Helga Bonnefil Z”L y Casasia Bonnefil Z”L, quienes perdieron la vida durante el Holocausto y a mi abuelito Luis Hidalgo Bonnefil Z”L, quien fue solidario hasta en su último aliento de vida…
(Especial para el Diario Judío de México)
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