El 14 de agosto de 1889 llegaron a Argentina, a bordo del SS Weser, los primeros 130 inmigrantes judíos de Rusia quienes patrocinados por el Baron Maurice de Hirsch, crearon la hoy famosa colonia de “Moises Ville”. El trabajo de estos colonizadores inspiró al Baron a crear la Asociación de Colonización Judía que patrocinó a más de 200,000 judíos europeo-orientales a crear colonias agrícolas en Argentina, Brasil, Canadá, Palestina y los Estados Unidos. Aunque originalmente de Europa oriental, la Asociación patrocinó también a inmigrantes de Marruecos y el Imperio Otomano.
Hoy 250,000 judíos viven en Argentina de los cuales 2,500 se mantienen en Moises Ville.
El proyecto se inició en 1889, dos años después de la muerte de Lucien, su único hijo en cuya memoria dijo “Perdí a mi hijo mas no a mis herederos que son la humanidad” y con eso lanzó este proyecto que tantas vidas salvó.
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“El Gaucho Don Aarón”, por Norberto Wolman, es un pequeño libro, más no por eso menos interesante. Escrito por un autor que vivió en las mismas tierras y similares aventuras a las del personaje central de este libro Aron Yankelevich, conocido como “El Gaucho Judío”, quien además de haber emigrado a Argentina, fue un personaje central en el desarrollo de la vida cotidiana de los nuevos inmigrantes y su integración plena como orgullosos argentinos a la nación sudamericana y a sus provincias.
Al ir escribiendo el libro, las influencias del modernismo se cuelan y distorsionan un poco la realidad original en la que por ejemplo, dice que claramente se planeó la colonia para que en su centro -con una avenida, con una arboleda- se trazaron los planos para la sinagoga, el cementerio, la escuela pública, biblioteca y la escuela hebrea -cuando en realidad la escuela era Yiddish– y la educación religiosa, muy somera y superficial se daba en el shul (sinagoga).
Pero este es un detalle menor en un libro que ilumina las experiencias de la integración de un grupo de 50 familias a un mundo totalmente diferente al suyo, no sólo geográficamente, sino incluso climático -dónde las estaciones están “al revés” de cómo se daban en el norte de la Europa rusa- dónde en vez de vivir en un shtetl rodeado de otras mugrosas poblaciones de la serva rusa se integraron a un paisaje abierto, verde, con vecinos que no los odiaban ancestralmente y donde el gobierno no tenía necesidad de embriagar y envenenar a la población para mantenerse en el poder, una tierra donde el pogrom es de “langostas” funesto, pero no mortal para la comunidad.
Un cambio de 180 grados en clima, idioma, vecinos, costumbres, responsabilidades y derechos que llevó a la conformación de la que fue la segunda comunidad judía culturalmente más importante en el continente, al mismo tiempo que sus corazones se entregaban al escudo y el himno de la nación que les dio cobijo y fuerza para crecer en toda su potencialidad. Pero además ahora, estos inmigrantes tenían no sólo el derecho, sino la obligación de arar sus tierras, tener animales y cuidarlos, convivir con sus vecinos y trabajar conjuntamente en el desarrollo de la nación argentina y al mismo tiempo mantener -en lo posible- su lengua, cultura, costumbres, instituciones educativas y de ayuda.
Gracias a su texto regresamos a su real magnitud la imagen del Barón Maurice de Hirsch y su esposa Claras Bischoffheim, a quien poca justicia le ha hecho la historia judía y que sin embargo fue instrumental en salvar la cultura y la población judía de Europa Oriental, a quienes con su compañía de colonización literalmente salvó de la hambruna y los pogroms que les asolaron en Europa Oriental primero y toda la Europa nazi después, convirtiéndolos de esclavos y víctimas de los zares en hombres libres co-forjadores de la patria argentina.
El libro de Wolman no sólo repara este error histórico devolviéndole al Barón la presencia que le corresponde, sino que también ilumina con detalles personales -que solo quienes lo han vivido conocerían de primera mano (Don Aarón Yankelevich, tío abuelo, hermano de su abuela paterna Ana Yankelevich).
La importancia del descubrimiento del libro de Wolamn es aclarar la confusión creada por Gerchunoff en su libro “El Gaucho Judío” quien le puso en el libro al Poeta el seudónimo o nombre ficticio de “Favel Duglach” y así figura.
Este personaje fue siempre un misterio porque nadie en las colonias y en la Jewish Colonization Association conoció a esa persona ni a ese nombre y apellido.
Debido a las investigaciones y al libro de Wolman se aclaró el misterio: Favel Duglach es AARON YANKELEVICH, legendario gaucho judío de Colonia San Gregorio (Sonnenfeld) y de Rajil, en Entre Ríos, donante de las tierras de la sinagoga y cementerio, filántropo, gran poeta y conocedor de las escrituras bíblicas, amigo de los gauchos autóctonos, sheriff o alguacil del pueblo, domador de potros, tropero, hombre bueno, sabio, prudente y muy querido por toda la gente que lo conoció esta epopeya humana y los subsecuentes eventos (la llegada del fascismo y el nazismo a Argentina) la muerte de los colonizadores y la emigración a la ciudad dándonos un colorido mosaico que nos permite comprender, apreciar y porque no, admirar y amar, a estos colonos cuya labor sembró lo que hoy es la comunidad argentina.
El autor, nacido en colonia Clara, Entre Ríos (1936), de abuelos y padres inmigrantes venidos de Besarabia y Ucrania y que en argentina trabajaron la tierra como agricultores y ganaderos.
Un libro rápido y sencillo de leer que no por eso tiene menos valor ni nos da menos satisfacciones.
Si usted gusta de la lectura, este libro le resultará un agradable compañero.
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