Somos amigos a través del deporte Manuel Grin y yo.
Nos encontrábamos seguido en la pista de carreras del C.D.I.[1]
Manuel es un hombre gordito, sus pectorales son un poco fofos acentuando un dejo de comicidad a su figura.
La primera vez que lo conocí fue en la pista, dudando yo que realmente pudiera correr.
Me convencí de mi error pronto ya que si corría, y corría al parejo de los demás.
Empecé a admirarlo por lo mismo, por el esfuerzo mayor que esta prueba le imponía, corría y destacaba.
Manuel además tenía una filosofía de vida que en pláticas posteriores yo aprendía de su particular punto de vista.
Una charla caminando alrededor de la pista el y yo:
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– Yo: Que difícil es cuando alguien te traiciona y tú obraste con paciencia de buena fe.
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– M: Duele sin duda.
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– Yo: Además del dolor, la decepción, la desconfianza, la duda…
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– M: Yo por eso cuando algo así me sucede les retiro la licencia para hacerme daño.
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– Yo: ¿Licencia para hacerte daño? De que hablas
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– M: Cuando alguien te hace daño, cuando alguien te traiciona, cuando alguien te ha engañado; eres en parte cómplice de tu desazón.
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– Yo: ¿Como es eso posible?
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– M: No recuerdo que filosofo lo decía: Nadie puede acercarse a mí sin la complicidad de un acto mío[2].
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– O sea cuando ese alguien te traiciona, te engaña… Es que tú lo permitiste de una u otra manera.
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– Yo: No lo había pensado así, pero tienes razón.
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– Es por eso que te digo que les retiro la licencia de hacerme daño.
Esta fue un a de tantas charlas “filosóficas” entre Manuel Grin y yo alrededor de la pista de carreras.
[1] Centro Deportivo Israelita.
[2] Confianza en si mismo de Raplh Waldo Emerson.
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