No es civilización para mujeres

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Es sorprendente como los humanos, dotados de consciencia de nuestra propia existencia, aceptamos acríticamente la rutina de nuestra vida, y es particularmente sorprendente como, hasta el día de hoy, es relativamente escaso el número de hijos que piden cuentas a sus madres por haberles traído  a este mundo. Parece que el cerebro no está fabricado para hacerse esa pregunta, porque sus fabricantes, los genes, no están interesados, en que nosotros los humanos (sus máquinas de supervivencia) nos planteemos que hacemos en este mundo

Nuestros genes, que individualmente no parece que tengan conciencia de sí mismos, sin embargo, no están afectados por la finitud de nuestras vidas humanas. Ellos van pasando sucesivamente de cuerpo mortal a cuerpo mortal, conservándose intactos, durante siglos. Parece, además, que pasan como promedio,  la mitad de su tiempo en cuerpos de  hombre y la otra mitad en cuerpos de mujeres.

Las hembras incuban el feto en su propio cuerpo y son las que cargan con el peso de la crianza de los hijos. La vida de los humanos, las maquinas de supervivencia de nuestros genes, ha estado caracterizada por la explotación del hombre sobre la mujer, como expresa elocuentemente el lamento de Isidora Dunkan; “Ya fuiste usada, no permitas ser dominada”.  Los genes que dependen para su supervivencia de los cuerpos que han construido,  parece que les ha sido evolutivamente útil,  una veces ser explotadores (en cuerpos de hombre) y a la siguiente vez explotados (en cuerpo de mujer), como promedio.


Según el primatologo Frans de Waal, la primera cusa de muerte entre nuestros parientes simios más cercanos es la agresión desplazada por frustración.  Cuando un chimpancé sufre miedo o frustración, la conducta más común es agredir a otro chimpancé más débil. El origen de la violencia de género se encuentra sin duda en este comportamiento tan propio de los simios y de los humanos.  La cultura, que nos diferencia de los monos,  ha sido muy lenta y morosa en la corrección de esta violencia estructural contra las mujeres.

Los grades ideólogos de nuestra especie, han ayudado muy poco a la igualdad entre hombres  y mujeres. Si repasamos,  las grandes obras de  Homero, Cervantes o Shakespeare, constatamos que han empleado su genio y creatividad en  dejarnos una pobre imagen de mujeres clásicas. Helena de Troya, Penélope, Julieta, Cleopatra o Dulcinea del Toboso, son  arquetipos de seres humanos a los que difícilmente hoy en día les encomendaríamos la educación de nuestros hijos, la dirección financiera de nuestra empresa o la presidencia de los Estados Unidos de América.

En el caso de España,  ha habido algunas excepciones favorables a las mujeres. Se ha permitido el triunfo social de algunos arquetipos femeninos, cuando las mujeres, en defensa de la comunidad, han ocupado el papel de los hombres fracasados. Este es el caso de María Pita, en La Coruña frente al enemigo ingles, Agustina de Aragón en la Puerta del Carmen de Zaragoza frente al invasor francés, o las heroicas mujeres de Jaca (Huesca), que armadas de cuchillos de cocina en las manos y ramas de boj en las cabezas, fueron decisivas en la derrota del ejército musulmán, en el siglo VII en Jaca, en la batalla del Campo de la Victoria, a orillas del rio Aragón.

Los ejemplos de las heroínas españolas suelen ser la excepción, por qué ,tal como sostiene Deborah Tannen en “Tú no me entiendes”, las niñas desde pequeñas se ocupan de castigar a aquella de ellas que quiere destacar por encima de las demás, fomentando una especie de igualdad entre las adolescentes.  Los niños sin embargo forjan su identidad masculina bajo la óptica de la lucha y del estatus, con orientación a la competitividad. Estos diferentes aprendizajes sociales de hombres y mujeres, sitúan en la edad adulta a los hombres con mejores opciones para alcanzar y ejercer el poder en las relaciones privadas y públicas,

El primer best seller feminista de la historia se encuentra en la Biblia. El Libro de Ruth es una ejemplar historia de lealtad, dignidad y heroísmo, exclusivamente femenino. Ruth la nuera y Noemí la suegra son los personajes  principales  del melodrama. Y por primera vez en la literatura, todos los hombres son instrumentales de la voluntad de dos mujeres, de pueblos enemigos, que se han jurado lealtad; “Yo iré a donde tu vayas, y viviré donde tu vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tu mueras y allí seré enterrada. Que el Señor me castigue más de lo debido, si lograra separarme de ti algo que no sea la muerte”, Del linaje de Ruth la moabita y de Rahab la cananea nació el Rey David.

La naturaleza busca tercamente la diversidad. Los genes buscan inexorablemente lo diferente. El Antiguo Testamento está cuajado de historias de inspiración darwiniana que permiten rastrear con exactitud el entrecruzamiento de linajes de distinto origen. El genio de los israelitas fue elevar al panteón propio de héroes, a los alelos de sus enemigos cananeos, moabitas, o cualesquiera otros.

Los hombres sostienen su imagen masculina agrediendo a las mujeres. El artificio de la personalidad masculina cotidiana es idéntico al artificio con que Homero, Cervantes y Shakespeare crearon sus personajes masculinos de ficción. Lo mismo cabe decir de sus personajes secundarios, las mujeres.  Un gen que en una generación es hombre, y en la siguiente mujer tiene que exacerbar las identidades de los cuerpos donde reside en cada ocasión (sean hombre o mujer), construyendo cada identidad en una “oposición” artificial contra la otra. Un gen puede pasar una vida adorando llevar tacones de aguja y avergonzándose de llevarlos, en su siguiente existencia humana.

La verdad produce odio, esta parece muchas veces la respuesta de los genes a los esfuerzos humanos por desarrollar la razón. Para los genes no es una buena estrategia  que los humanos averigüen la verdad, porque la historia que viven los humanos no es la suya propia, sino la de otros; los genes. Los transexuales que  nos acercan peligrosamente a la verdad, pagan un alto precio por ello.

Steven Pinker recoge en La Tabla Rasa  una referencia  a las  investigaciones de los psicólogos Douglas Kenrick y David Buss que ponen de manifiesto  que más del 80% de las mujeres y el 90% de los hombres tienen fantasías en las que matan  a las personas que no les gustan. Es un porcentaje muy similar para hombres y mujeres, y es qué, como  diría Billy Wilder; “Nadie es perfecto”.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

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