Cuando un padre está tratando de conseguir una buena pareja para su hijo o hija, muchas veces pierde de vista el deseo del joven. Se enfoca en la familia, en el dinero, en el estatus, etc. pero no sabe o no quiere saber qué pretende su hijo. Cuando Abraham envió a su fiel siervo Eliezer a buscarle una mujer a Itsjak le dijo, “… tomarás una mujer para mi hijo, para Itsjak” (Bereshit 24:5). Al decirle “para Itsjak” quiso enfatizar que sea alguien propicia para él, no de acuerdo al gusto de Abraham. Mandó a Eliezer a su tierra natal, específicamente a su familia, porque era gente de buenas cualidades (Ran). Sabía que eso era lo que necesitaba Itsjak. Abraham no se interesó por la cuenta en Suiza ni tampoco por el estatus de la familia en la ciudad natal. Vemos algo interesante, cuando Eliezer regresó llevó a Ribcá directamente con Itsjak, la Torá no relata que fue con Abraham. Esto nos enseña que finalmente el muchacho es aquel que debe dar su visto bueno, no el padre (Rab Itsjak Kalifon).
Lo mismo sucede, afirma mi maestro Rabí Mijael Perets, cuando alguien busca una escuela para su hijo. Busca la mejor yeshibá de Israel. La mejor yeshibá puede ser un sitio grande y lleno de eruditos, pero eso no significa automáticamente que será lo mejor para el joven. A veces requiere atención más dedicada, menos alumnos, menos presión, etc. O bien, al contrario, puede ser que esté listo para una excelente yeshibá, pero los condiscípulos no tienen los mejores modales, etc. Cada muchacho es un individuo y se debe analizar acordemente qué es lo mejor para él según él mismo, no de acuerdo a las preferencias y frustraciones del padre que tal vez no pudo asistir a la yeshibá que quería.
Es más que obvio que esto aplica a todos los aspectos de la vida. A veces queremos que nuestros hijos sean nuestra extensión y no nos percatamos de sus propias necesidades. No es una tarea fácil, pero debemos dedicarnos a tratar de hacer relucir sus propias cualidades. Ojalá podamos.
Buena semana
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