Es muy difícil analizar las últimas actitudes de la Sra. Presidente por varios motivos pero dos básicos a mi criterio: su enfermizo anhelo de poder y su negación de la realidad en muchas circunstancias. Cuando se refugió hace muchos años en el Sur junto a su esposo, dedicándose a perseguir judicialmente a los pobres deudores de la Circular 1050, lo hizo sin tener título habilitante de abogada, pues no figura inscripta en ningún Colegio de Abogados de la Argentina.
Sus ansias de poder político, subir en la escala del bienestar económico y el desprecio que siempre tuvo por los pobres y la pobreza,muestran su personalidad. Durante sus presidencias tuvo y tiene manifestaciones narcisistas, egoístas,que en algunos casos llegó a avergonzar al país ante el mundo: las respuestas que dió a los estudiantes en la Universidad de Harvard, la firma del Memorándum con Irán, el burlarse de los angoleños en esa inútil visita seudo comercial, y ahora no querer entregar el poder al electo presidente Macri, cumpliendo con normas tradicionales y protocolares.
El trato que le brindó cuando lo invitó a dialogar en su Residencia Oficial, trascendió al mundo; los decretos últimos sobre economía han incrementado las dificultades de transitar un campo minado (alguien dijo se parece a Kosovo); llenar las galerías del Congreso Nacional el 10/12 con sus seguidores para que insulten a los que llegan al poder, muestran además algo más: no querer reconocer la derrota y que todo es finito.
Se podrían escribir más sobre la Presidente de la década ganada: que es mala persona, egocéntrica, mentirosa, feroz en sus ataques a la prensa, beligerante, que de estadista no tiene nada, y que no va pasar a la historia de los presidentes argentinos como ella pretendió: borrar la imagen de la Sra. Eva Perón y reemplazarla en el recuerdo de los argentinos. Lo perverso es hacer daño por el daño mismo.
“Una de las realidades en la vida es que existen seres humanos en los que la maldad, la estupidez y la “ingratitud son infinitas”.
Anónimo chino.
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