¿Por qué el mundo occidental no nos comprende?

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Ha pasado casi medio año desde aquel terrible 7 de octubre, que acabo con la vida de más de 1,200 civiles israelíes y ha llevado a un cautiverio inhumano a más de 130 rehenes. Esto ha desatado la guerra más larga que ha tenido Israel en sus 75 años de historia.
Al principio, gran parte de la opinión pública mundial occidental, en especial el liderazgo político, tuvo muestras de solidaridad y de apoyo hacia el derecho de defensa que tiene Israel, para combatir a una guerrilla terrorista, que llevaba años preparando este ataque y que, seguramente, le resultó mucho más “exitoso” de lo planeado.

En una perspectiva mucho más amplia, hay que entender que el Estado de Israel es muy particular, lo cual genera que muchos países en sociedades democráticas, no logren entender a fondo contra que nos enfrentamos, mucho antes del Hamas.
Para empezar, en términos geopolíticos, Israel es la única democracia en Medio Oriente. No tenemos como vecinos a Francia, España o Bélgica. Estamos rodeados por dictaduras militares o reinados, basados en el Islam. Y aunque suene políticamente incorrecto, no existe ningún país islámico democrático. Este hecho, nos lleva a pensar si la democracia es un valor universal que puede replicarse en el mundo entero, o si se trata de distintas civilizaciones en donde no todas son compatibles con la democracia. La democracia incluye el respeto hacia las minorías (como justamente sucede en Israel con su población árabe), el derecho al voto, la igualdad de género, el ejercicio de libertades de todo tipo (cuando hasta hace poco en Saudi Arabia las mujeres no tenían derecho a conducir has junio del 2023 y al 87% de las niñas en Egipto sufren una mutilación genital). Esto hace que Israel sea un agente extraño en una zona en donde no se ejerce ni se cree en la democracia.

Segundo, Israel ha tenido que luchar por su existencia desde antes de su creación formal en mayo de 1948. Desde entonces, y mucho antes, han existido cientos de intentos por acabar con la idea sionista y devolver al pueblo judío su patria ancestral de más de 2,000 años. Esto se traduce no solamente en guerras que han ocurrido en casi cada década, sino operativos militares, incursiones de terroristas, misiles de corto y largo alcance, y grupos terroristas montados en parte de las fronteras del país. No conozco ningún país democrático occidental que haya tenido que defender y justificar su existencia día a día por tantos años.
Tercero, la lucha contra un grupo terrorista que utiliza a la población civil para lograr sus objetivos, y se esconde en túneles subterráneos, hace prácticamente imposible que el ejército logre combatir únicamente a los terroristas, en una de las zonas con mayor densidad de población del mundo. No se trata de una guerra en el sentido clásico de ejércitos que pelean entre ellos. Esto es más parecido a Vietnam, con la diferencia que la lucha se lleva en zonas conurbanas y sumamente pobladas. Esta es otra complejidad que es muy particular en la guerra actual. Solamente reflexionemos cuanto tiempo tardo Estados Unidos en llegar a Osaba Bin Laden, escondido en las montañas de Afganistán. Aquí estamos frente a una “sucursal” del grupo extremista de los hermanos musulmanes, esos mismos que fueron expulsados por Egipto, a pesar de haber ganado las elecciones de forma “democrática”.


Este fin de semana se publicaron unas encuestas en donde se le preguntaba a la población palestina de Gaza si justificaban los actos terroristas del 7 de octubre. Los resultados son sorprendentes: el 71% de los encuestados justificaban dichos actos, y su inmensa mayoría no creen que el Hamas haya realizado atrocidades durante ese día. El 50% de los gazatíes quisieran que el Hamas vuelva al poder en la Franja, mientras que el 71% de los palestinos que viven en Cisjordania, quisieran que el Hamas también gobierne esa zona. Es decir, no solamente que la mayoría de los palestinos no piensan que el Hamas es el que los ha llevado al sufrimiento de la guerra (es obvio que para ellos Israel es el único culpable), sino que tienen una tasa de popularidad sumamente elevada. Esto nos lleva a una conclusión sumamente triste pero real, como ya lo había mencionado hace muchos años Golda Meir: “Cuando llegue la paz tal vez con el tiempo podamos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos, pero nos resultará más difícil perdonarlos por habernos obligado a matar a sus hijos. La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odien a nosotros”.
Israel podría haber utilizado mucha más fuerza militar de la actual, podría haber llevado a cabo bombardeos masivos, matando a cientos de miles de inocentes, en una población de más de dos millones de habitantes. Si bien se han cometido errores (como en todas las guerras), Israel tiene antes que nada una deuda pendiente con los secuestrados israelíes, y el Hamas entiende que es su única ficha que le queda en la mesa para jugar. No olvidemos que también hay más de 100 mil desplazados israelíes, en su mayoría ciudadanos del norte del país, que llevan ya más de cinco meses viviendo fuera de sus casas.

Es cierto también que el gobierno israelí actual ha perdido popularidad con justa razón, y se deberían convocar a elecciones a la brevedad (como la mayoría de los israelíes opinamos). Sin embargo, eso no justifica la presión internacional a la que se ve sometida Israel. ¿En dónde está Qatar que lleva apoyando al Hamas durante décadas? ¿Qué pasa con Egipto que no permite abrir su frontera con Gaza y aliviar la situación que se vive ahí permitiendo un corredor de ayuda humanitaria? ¿En dónde está el mundo occidental en su presión hacia Irán? Lo que sucede realmente, es que a nadie le importa el pueblo palestino, nadie los quiere en su país, y tanto el Hamas como sus aliados, lo utilizan como “carne de cañón” o como excusa para intentar exterminar al Estado de Israel.
El día que Europa, Estados Unidos y el mundo occidental se den cuenta de esta situación, sabrán que ellos son los que siguen en la línea, ya que lo que el islamismo radical quiere conseguir, no es solamente el exterminio del pueblo judío, sino el de todos los “infieles” que no se sumen al islam fundamentalista.

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