De las primeras acciones que podría emprender Trump como presidente sería acelerar las deportaciones de inmigrantes indocumentados, la mayoría de ellos mexicanos. Es cierto: en la historia de Estados Unidos, Obama ha sido el presidente que más ha deportado. Estamos hablando de alrededor de dos millones y medio en ocho años. Pero Obama llevó a cabo esta política para ganar credibilidad a la hora de negociar con el Congreso la reforma migratoria que prometió en sus dos campañas. El problema es que nunca pudo sacar adelante dicha reforma con un Poder Legislativo controlado por los republicanos. Nos quedamos, así, en el peor de los mundos: con un récord de deportaciones y sin cambios legislativos en la materia. Pero este mundo se pondrá peor con Trump: las deportaciones se acelerarán y la legislación se endurecerá en contra de los indocumentados.
El republicano dio su palabra en su discurso del 22 de octubre de Gettysburg titulado “Contrato con el votante estadunidense”. Desde el día uno, prometió Trump, “comenzaré a remover más de dos millones de inmigrantes ilegales criminales y cancelaré las visas a los países extranjeros que no quieran aceptarlos de regreso”. Además, “conseguiré los fondos para la construcción de un muro en nuestra frontera sur en el entendido de que México le reembolsará a Estados Unidos el costo completo de dicho muro; estableceré una sentencia mínima de dos años en prisiones federales para los que reingresen ilegalmente a EU después de haber sido deportados y de cinco años para los que reingresen teniendo antecedentes penales”. Más claro ni el agua.
Una vez más, hay quienes piensan que Trump no lo hará. Bienvenido su optimismo. Yo prefiero pensar que sí lo hará. Existe evidencia en este sentido. El día siguiente de la elección, Bloomberg informó que dos de las acciones que más habían subido esa jornada en Nueva York eran las de dos operadores de cárceles privadas por el rumor de que serían utilizadas para recluir ahí a los detenidos en el proceso de deportación. Más aún, ahí están los posibles candidatos para ocupar la titularidad del poderoso Departamento de Seguridad Nacional (Homeland Security). Según el New York Times, puede ser el senador Jeff Sessions, uno de los políticos más antiinmigrantes de EU. Se menciona también al detestable Joe Arpaio. El exsheriff de Maricopa, Arizona, quien perdió su séptima reelección a este cargo, cuenta con una sentencia en su contra por discriminación racial en contra de los latinos en su labor policiaca; ha sido amonestado por una corte federal por incumplir los términos de dicha sentencia.
En lo que son peras o manzanas, nuestros paisanos en Estados Unidos ya están viviendo un infierno tan sólo por la retórica incendiaria de Trump y la amenaza de la deportación y legislación antiinmigrante. Los crímenes de odio racial se han incrementado desde la elección. Cotidianamente escuchamos historias de cómo nuestra gente está siendo insultada, agraviada y violentada. Esto ya comenzó. ¿Qué debe hacer México al respecto? ¿Cerrar los ojos esperando un milagro?
No. Coincido con Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda de que nuestro país tiene que pintar su raya en contra del racismo y xenofobia del nuevo Presidente estadunidense. No podemos impedir la construcción del muro en su territorio, pero sí debemos criticarlo y, desde luego, negarnos a pagarlo. La clase política mexicana debe unirse en dicho empeño. El presidente Peña, junto con el Congreso, debe promulgar ya una ley que prohíba la utilización de fondos públicos para la construcción del esperpento fronterizo.
Supongo que una acción así enfurecerá a Trump y sus huestes. Pero, ¿cuál es la opción? ¿La timidez? ¿Esperar, cruzando los dedos, que el gobierno estadunidense sea benigno en todo este proceso? No. México es un país con mucho menos poder que Estados Unidos. Pero esto no implica que tenga que ser pusilánime. Hay situaciones históricas que demandan acciones firmes y dignas. Junto con las asociaciones latinas en EU y las naciones centroamericanas, México debe implementar una estrategia de protección a los indocumentados con todos los recursos necesarios.
Si algo nos ha enseñado la historia es que a los tiranos se les debe enfrentar con firmeza, no con medias tintas. México no puede convertirse en un país que lo agravien sin mover un dedito. Hay que pintar la raya frente a un Presidente estadunidense dispuesto a perjudicar a los mexicanos en su territorio. Son tiempos de acciones firmes y, desde luego, de evitar reacciones nacionalistas ramplonas.
Esta aberración, me resulta insoportable