Era una aldea de pescadores donde un río la recorría toda.
Era un hermoso río, largo caudaloso.
En sus aguas llevaba peces en abundancia.
Pedro Arjona el pescador que más pescaba por su experiencia y un poco de buena suerte.
Presumía:
-Yo los agarro hasta con la mano.
Poco faltaba para que fuera verdad esa afirmación.
Pasado algún tiempo llegaron a la aldea un grupo de ingenieros agrónomos con el objeto de cambiar el cauce del río para beneficiar a las poblaciones vecinas.
Las obras de desviación del río se llevaron un buen tiempo, pero finalmente se concluyeron; beneficiando así a varias poblaciones vecinas que se volvieron campos fértiles para la siembra.
En la aldea de pescadores la pesca disminuyo notablemente por lo que una mayoría emigró hacia otros lugares.
No así Pedro Arjona que permaneció en la aldea tratando de pescar “como antes” abundantemente.
El tiempo pasa…. y aquí también pasó. Los años se fueron.
Pedro Arjona envejeció………..
La última vez que pregunte por el alguien me dijo:
– Sigue tratando de pescar en el río.
Insistiendo tercamente en pescar en el río que antes le proporcionara tan buena vida.
A lo largo de la vida en una forma o en otra todos navegamos por distintos ríos, algunos de estos cambian de cauce, la razones poco importan, lo que importante es que si el río cambia de cauce, nosotros cambiemos también.
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