Sobre la Esperanza y la Desesperación

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Sobre la Esperanza y la Desesperación es el título de la ponencia presentada por David Grossman, importante intelectual y escritor multipremiado, en la primera Conferencia para la Paz en Israel, patrocinada por el periódico Haaretz. Es una ponencia fundamental y presentamos una traducción libre para su divulgación.

Durante años hemos botado de la esperanza a la desesperación. Ahora, la mayoría de israelíes y palestinos parece estar en un estado de ánimo triste, plano, sin horizontes.

Hoy, en Israel que ha sufrido muchos desencantos, la esperanza {si es mencionada} siempre es titubeante, un poco tímida, como pidiendo perdón. Por otra parte, la desesperación está completamente segura de sí como si hablara en nombre de una ley natural, un axioma que establece que entre esos dos pueblos nunca habrá paz y que la guerra entre ellos es un decreto divino, que en general siempre se estará mal aquí, quien quiera que todavía tenga esperanzas, que todavía crea en la posibilidad de la paz es un poco ingenuo o un sonador y, en el peor de los casos, un traidor que debilita a Israel al conformarlo para dejarse seducir por visiones falsas.


Así, la derecha israelí ha ganado. La derecha y quien se una a ella -ciertamente en las últimas décadas-, se las ha ingeniado para inculcar su visión del mundo a la mayoría de los israelíes. Se podría decir que la derecha no solo ha vencido a la izquierda israelí, ha vencido a Israel. No solo porque su visión pesimista del mundo empuja a Israel a la parálisis en el área más fiel a su supervivencia, el área donde se requiere atrevimiento, flexibilidad y creatividad, la derecha ha vencido a Israel al desmoronar lo que alguna vez pudo ser llamado “el espíritu israelí”; esa chispa, la habilidad de rehacernos, ese espíritu de “sin embargo” y valor. Y esperanza. Es el área más crítica para su supervivencia y el Israel de hoy esta inmóvil. Es extraño que este estado de ánimo no cause angustia. No solo sus líderes. Sino la mayoría de sus ciudadanos pueden mantener esa situación fuera de sus mentes. Se destacan por la habilidad de mantener las dos condiciones separadas y continuar haciéndolo por muchos anos. Han pasado 47 años de ocupación y aun se sienten bastante bien, mientras todo el tiempo, en el centro de su ser hay esencialmente un vacío {vacío de acción, un vacío de conciencia, un vacío donde ocurre una suspensión eficiente de juicio moral}. La falla para notar la injusticia en la raíz de toda la situación.

El autor americano Foster Wallace cuenta la historia de dos peces jóvenes que van nadando felices cuando se encuentran con un pez viejo. “Hola jovencitos”, dijo el pez viejo. “¿Cómo van las cosas”? “Formidable”. Dijeron los pececillos. “¿Cómo está el agua?” preguntó el pez mayor. “Formidable”. Contestó uno de los peces, se despidieron y siguieron nadando, unos metros adelante, uno le preguntó al otro:” ¿Qué es el agua?”

Escuchen al agua, el agua en la que hemos nadado y la hemos bebido durante los últimos 47 años, a la que nos hemos acostumbrado tanto que ya no la sentimos. Esta agua es la vida que fluye aquí y, sin duda, todavía está llena de vitalidad y creatividad, pero también está un poco enloquecida con un sentimiento caótico de barata, un sentimiento de manía y depresión entretejidas, un sentimiento de fuerza tremenda que a veces se desploma en una debilidad colosal; de estar viviendo en una democracia autosatisfecha con pretensiones de liberalismo y humanismo que ocupa, humilla y aplasta a otro pueblo por un sinfín de décadas. Una vida vivida en medio de un clamor ensordecedor de la media dirigida, en gran medida, intencionalmente a distraer y entorpecer los sentidos -¿por qué como sería posible enfrentar esto sin un poco de distracción y automedicación? De qué otra manera sería posible enfrentar, digamos, los resultados del llamado: “¿Proyecto de asentamientos?” ¿Enfrentar el significado completo de esta loca apuesta con el futuro del país? Escuchen el agua. Bajo las aguas de poca profundidad que hemos pisado los últimos 47 años, hay una corriente fría, una corriente de miedo por una equivocación enorme, una vuelta equivocada, monumentalmente, que nos hizo perder el camino y nos lleva a lo que está tomando forma ante nuestros ojos, cada vez con más fuerza: un estado binacional, o un estado de apartheid, o un estado de todos sus soldados, o un estado de todos sus rabinos o todos los asentamientos o todos sus mesías.

O tal vez, solo tal vez, la desesperación que nos ha gobernado los últimos anos también es parte de la desesperación de los condenados, los que entienden ahora que no hay manera de evitar el castigo por sus hechos, que los que permitieron que sucediera con su apoyo , o su silencio, o su apatía, entonces- ¿por qué no comer, beber y alegrarse mientras se puede?

La desesperación israelí también contiene un elemento de vehemencia en espera del desastre, o cuando menos de la decepción; una cierta vanagloria dirigida a cualquiera cuyas esperanzan han sido anuladas. Esta es una forma de alegría retorcida porque, finalmente, nos alegramos en nuestra propia desgracia. A veces parece que los corazones y las mentes israelíes todavía están viviendo el insulto de haberse atrevido a creer en 1993 , cuando se firmaron los acuerdos de Oslo. No sólo en un enemigo que repentinamente se convertía en amigo- sino en la mera posibilidad de que todo estaría bien, de que siempre todo estaría bien.

Como si la tentación de creer -dicen las gentes del grupo de la desesperación- en algo tan opuesto a nuestra experiencia de la vida, a nuestra trágica historia, nos traiciona, traicionamos de alguna manera alguna marca de nuestro destino y por esta creencia hemos pagado muy caro y seguiremos pagando muchas veces más. Pero, por lo menos desde ahora, nunca nos pescaran creyendo en algo. En alguna promesa, en alguna oportunidad.

Aun si Mahmud Abass pelea con toda su fuerza para prevenir el terror contra los israelíes y declara saber que nunca volverá a Safed donde nació, ni como turista, aun si declara que el Holocausto es el peor crimen en la Historia de la humanidad, aun si hace todo eso, el Primer Ministro Netanyahu se apresurará a verter una cubeta de agua fría sobre su cabeza.

Aun si los países de la Liga Árabe presentarón a Israel algún tipo de proceso de paz que contuviera una invitación explicita para una nueva forma de dialogo nunca vista antes, que hemos añorado por años – el gobierno israelí lo ignoraría total y demostrativamente durante 12 años y más porque nadie nos volverá a engañar, no somos tontos. Nunca nos van a pescar creyéndole a un palestino o a un árabe. O, digamos, a un Secretario de Estado, alto de pelo cano que no entiende como está integrada la vida, o en la esperanza de que alguna vez podríamos tener una vida mejor. O una vida justa.

Es interesante, solo hemos probado seriamente el camino de la paz con los palestino una vez. En 1993. Fue un fracaso y desde ese momento es como si Israel hubiera decidido clausurar esa opción de una vez y para siempre.

Aquí también se encuentra la lógica retorcida de la desesperación. Hemos probado el camino de la guerra, de la ocupación, el terror decenas de veces sin cansarnos o renunciando a ellos, entonces, porque la prisa por divorciarnos permanentemente de la paz, de todas las posibilidades ¿después de un solo fracaso?

Desde luego, Israel tiene muchas razones para tener miedo o estar preocupado. En el Medio Oriente hay una tormenta, hay corrientes fanáticas y fundamentalistas que lo empujan y atormentan y la mayor parte es hostil a Israel y desea abiertamente su destrucción. Pero precisamente , contra esos peligros y amenazas , la política de la desesperación y depresión no parece ser la respuesta adecuada.

El gobierno de Israel, los gobiernos de Israel, actúan como prisioneros de la desesperación . Como sus víctimas indefensas. No recuerdo haber escuchado alguna vez palabras de paz serias de boca de Netanyahu, o de alguno de sus ministros, o sus consejeros. Ni siquiera una palabra de una visión de las posibilidades que podría ofrecer una vida de paz, o de la oportunidad de que Israel pudiera convertirse en parte de un nuevo tejido de alianzas e intereses en el Medio Oriente. Como es que la mera palabra “esperanza” se volvió ingrata en Israel, solo segunda después de la palabra “paz” con sus niveles peligrosos de irradiación.

Es enloquecedor pensar que toda la tremenda fuerza militar que Israel ha amasado no le ha dado el valor de superar sus temores y su desesperación existencial y dar un paso decisivo que llevara a la paz, Porque la gran idea de la fundación del Estado de Israel es que el pueblo judío ha vuelto a su hogar y que nunca será la victima de nadie. Nunca más seremos paralizados y sometidos por fuerzas más poderosas que nosotros.

Mírennos: La nación más fuerte de la región, un súper poder regional que disfruta del apoyo de los Estados Unidos en una escala casi inconcebible, junto con la simpatía de Alemania, Inglaterra y Francia -y sin embargo, muy dentro de sí se mira como una víctima indefensa. Sin embargo se comporta como víctima -de sus angustias, sus miedos reales e imaginarios, de su trágica historia, de los errores de sus vecinos y enemigos.

Esta imagen del mundo está empujando al público judío de Israel a los lugares más vulnerables y heridos como pueblo. La esencia de “israelidad” que siempre miro hacia el futuro y tenía un fermento constante y promesas constantes ha sido debilitada, empobrecida en los años recientes y está siendo absorbida de regreso a los canales de trauma y dolor de la historia y la memoria judías.

Se puede sentir ahora , en 2014, como está creciendo entre nosotros, en muchos de los “nuevos” israelíes. La angustia por el destino del pueblo judío, un sentimiento de persecución, de ser víctimas, el sentimiento de extranjeridad de los judíos entre todas las naciones.

¿Qué esperanza puede existir cuando esa es la terrible condición?

La condición de “sin embargo”, una esperanza que no ignora los hechos. Peligros y obstáculos, pero se rehúsa a verlos, solo a ellos y nada más.

Una esperanza de que si las llamas bajo el conflicto se apagan, entonces las cualidades de salud y sensatez iguales en los dos pueblos pueden revelarse gradualmente otra vez. El poder curativo de la sabiduría de la vida y la sabiduría del compromiso cotidianas empezaran a fluir en ambos. El sentido de seguridad existencial. De poder criar niños sin medo, sin la humillación de la ocupación, o el miedo del terrorismo. De realizar los deseos humanos básicos de tener una familia, de tener sustento y estudio. De darle forma a su vida.

Hoy, los agentes de la desesperación y el odio prácticamente tienen la supremacía entre los dos pueblos, puede ser difícil creer que lo que he descrito es realmente posible. Pero una situación de paz empezara a producir agentes de esperanza, cercanía y optimismo. Creará el surgimiento de más gente que tenga el interés práctico, sin relación a la ideología, en crear más lazos con miembros del otro pueblo. Quizás, eventualmente, después de algunos años, se desarrolle una amistad genuina entre los dos pueblos y esos seres humanos. Ya han sucedidos cosas así. Pero por ahora que nos sean suficientes esas situaciones mundanas en la que israelíes y palestinos puedan vivir entre sí como seres humanos.

Quienes nos hemos reunido aquí, en esta Conferencia para la Paz en Israel, nos sostenemos en esa esperanza y la preservamos en nuestro corazón. No podemos darnos el lujo y la indulgencia de la desesperación. La situación es muy desesperada para dejársela a los desesperados. Porque aceptar la desesperación es aceptar que hemos sido vencidos. Vencidos no en el campo de batalla, sino como seres humanos. Algo profundo y vital como humanos nos fue arrebatado, nos fue robado, en el momento que aceptamos dejar que la desesperación dominará.

Quien se rige por regulaciones ligeramente veladas de desesperación profunda pone a Israel en peligro mortal. Quien así se comporta no puede pretender hablar de ser “un pueblo libre en nuestra tierra”. Puede cantar “Hatikva”. “La esperanza”, nuestro himno nacional pero en su voz escucharemos: Nuestra desesperación todavía no se ha perdido, la desesperación de 2000 años.

Quienes estamos reunidos aquí, hoy, y muchos más que están aquí en espíritu. Insistimos en la esperanza, una esperanza que no se dará por vencida. Una esperanza que nos da- a israelíes y palestino-la única oportunidad de

Resistir la fuerza de gravedad de la desesperación.

Acerca de Alicia Korenbrot

Nació en la Ciudad de México, terminó sus estudios de Filosofía en la UNAM, es Escritora y traductora. Actualemente reside en Israel.

1 comentario en «Sobre la Esperanza y la Desesperación»
  1. Aún si abas o abu massen dijera k todo lo k dijo y si dijeron k dentro de una hora firmaría La Paz , buscaría un medios de destruir lo k dijo , como unirse con Hamas y k Hamas empezaría bombardera indiscriminadamente Israel, donde entra ali Biniamin netanihu con su balde de agua fría , siempre diré k la iskierda es traidora de Israel,sólo ve lo bueno k hacen , no nisikiera k hacen por k no lo hacen sólo lo dicen y jamás ven lo k Israel hace para mantener La Paz.

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