El auge de los populismos y de los radicalismos ideológicos, hoy notablemente presentes en el seno de sociedades y naciones formalmente regidas por el sistema democrático, ha sido terreno fértil para que liderazgos políticos diversos se vean tentados a traicionar los principios democráticos con objeto de imponer de manera vertical sus ideas e intereses. Para ello, recurren a todo tipo de subterfugios y artimañas capaces de burlar muchos de los contrapesos y blindajes previstos por la propia democracia como estructuras básicas de autodefensa.
Tal es el caso de lo que ha venido sucediendo desde hace tiempo en Turquía, país que ha ido cayendo en las garras de la dictadura personal del presidente Erdogan, no obstante la sobrevivencia, hasta ahora, de mecanismos de participación política de carácter democrático, como lo son las elecciones, cuyos resultados, como hoy se observa, sólo son aceptados por el establishment dominante mientras no signifiquen ningún menoscabo serio para el control absoluto en manos del hombre fuerte del país y de sus acólitos.
Un botón de muestra: el partido de Erdogan, el AKP, perdió la ciudad de Estambul en las recientes elecciones municipales del 31 de marzo, derrota inaceptable para él. Su solución fue arreglar que el Consejo Supremo Electoral determinara la nulidad de la elección en razón de irregularidades en cuanto a la identidad de funcionarios a cargo de los comicios. Por tanto, se repetirá el proceso electoral el 23 de junio, pero ya desde ahora se han desatado las protestas y la indignación popular al haberse detectado alteraciones sustanciales en el padrón electoral sobre el que se celebrará la nueva elección, alteraciones dirigidas a favorecer al AKP, el cual está usando todos los medios de comunicación a su alcance para acusar airadamente a la oposición de haberse robado la elección de marzo.
Otro caso que revela el deterioro que se cierne sobre democracias consolidadas es el de la campaña emprendida por el premier israelí Netanyahu, de la mano de sus nuevos aliados de la ultraderecha nacionalista, a fin de pulverizar el poder de la Suprema Corte de Justicia. La intención, como se ha dicho ya en este espacio, es la de conseguir desactivar al poder judicial para poder así establecer una ley de inmunidad que impida el enjuiciamiento de Netanyahu por los delitos de los que se le acusa, pero, también para que el Poder Legislativo junto con el Ejecutivo, puedan tomar decisiones referentes a la anexión a Israel de parte de los territorios palestinos de Cisjordania, sin que la Corte estorbe a ese propósito.
Se ha vuelto tan evidente que esta campaña emprendida por el premier israelí y sus aliados constituye un gravísimo atentado contra el Estado de derecho y los valores democráticos del país, que las reacciones en contra están siendo tumultuosas. Por lo pronto, está convocada para la noche de hoy sábado, una gran manifestación de protesta en Tel Aviv. El partido Kajol Labán (Azul y Blanco), que ganó 35 bancas en las pasadas elecciones de abril, forma parte de los organizadores de esta protesta, declarando que “no permitirán a Netanyahu convertirse en el omnipotente Erdogan de Israel sin ofrecer resistencia… por lo que lucharemos en las plazas, en los barrios, en las escuelas, en los medios y en la arena legal”.
Pero no sólo de los partidos de la oposición salen los reclamos. Incluso entre algunos miembros del propio partido Likud que encabeza Netanyahu hay inquietud y reprobación. Diputados como Gideon Saar, Mijal Shir y Shareen Haskel han anunciado su desacuerdo, y lo mismo han hecho viejos miembros del Likud, ahora en retiro, como Dan Meridor, Limor Livnat y Benny Begin, hijo del antiguo premier Menajem Begin. También un grupo de fiscales retirados, connotados académicos, oficiales y funcionarios de los servicios de seguridad, lo mismo que empresarios notables, que son parte esencial de la columna vertebral de la economía del país, han reaccionado con alarma e indignación. ¿Será posible contener la oleada de autoritarismos unipersonales en ascenso que recorre al mundo? Lo que pase en Turquía e Israel al respecto indicará si aún esto es factible. Ojalá así sea, tanto por la suerte de esos países como por el aliento que las batallas ganadas podrían significar para quienes en otras latitudes enfrentamos situaciones parecidas.
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