Yonathan Elnekave, el rabino ortodoxo sefaradí mexicano que llegó a Córdoba

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Yonathan Elnekave (37) nació en la Ciudad de México, lugar donde vivió hasta los 25. Se crió en una familia judía secular, que desde pequeño le mostró el judaísmo como una tradición milenaria, desde una mirada cultural más que espiritual. Hoy es el rabino ortodoxo sefaradí (judío de origen español) en Córdoba

Habla tranquilo, con un discurso inteligente y relata su trayectoria con muchos detalles. Cuenta que a los 18 años comenzó una búsqueda espiritual. “Empecé, como todos, con Paulo Coelho, new age (se ríe). Luego, a investigar metafísica, lao tse, mayas, aztecas, el cristianismo, los sufís -una secta islámica-, el hinduismo, meditaciones, ashram, yoga… Todo, la psicodelia, con gurús… Me fui al desierto a un retiro espiritual con los indios huicholes a ponerme en contacto con la naturaleza durante meses. Y así viajaba, buscando la verdad, pero nunca pensaba que estaba en la Torá”, resume Yonathan, en la sede de Olami Center, un centro de formación de jóvenes líderes judíos, en avenida Maipú y Oncativo, en la ciudad de Córdoba.

Así anduvo, indagando, hasta que un amigo le insistió durante ocho meses que fuera a clases de Torá con un rabino ortodoxo en la Ciudad de México. Pese a que no estaba del todo convencido, finalmente fue. “Me gustó mucho su postura. Empecé a escuchar que el judaísmo tenía una filosofía profunda en muchas partes que concordaba con la griega”, cuenta.


Por entonces cursaba diseño gráfico y artes visuales en la Universidad Nuevo Mundo.

“Cuando empecé a conocer el judaísmo, me fui a un centro de estudios talmúdicos en Nueva Jersey, un mes. Sin saber lo que era, porque me ofrecían ir gratis y no conocía Nueva York. No quería engancharme con el cumplimiento del judaísmo, sólo me gustaba como acervo cultural, la filosofía y los valores que tenía el judaísmo, pero no cumplir. Mis amigos me decían: ‘no vayas ahí, por favor’”, relata. Pero, una vez más, fue.

Desde aquella experiencia comenzó a acatar algunas pautas. Dejó de comer cerdo y de salir a bailar los viernes a la noche. Pero no cumplía con el shabat, el día sagrado de la semana judía.

Los estudios talmúdicos se realizan en Yeshivot; es decir, centros dirigidos a varones del judaísmo ortodoxo y religiosos nacionalistas sionistas que pasan todo el día estudiando la Torá y el Talmud, las escrituras. “Son rabinos muy cultos, muy preparados, con un carácter muy refinado. Es gente que incorpora la Torá en su vida, la cumple desde los rituales más cotidianos, como los rezos, las prácticas de preceptos activos, hasta la dieta rigurosa, el kosher (alimentos sin contenido animal), el shabat tiene que ser cumplido como es la ley, no se puede usar auto, no se puede prender la luz”, cuenta el rabino. “Es una línea de pensamiento judío tradicional que está conectada con Moisés, hace 3.300 años”.

El rabino explica que la Torá escrita está compuesta por códigos difíciles de comprender, mientras que el Talmud es la Torá oral que fue transmitida por los juglares que explicaban, a través de cantos, la Torá escrita.

De modelo a religioso

Antes de su vida religiosa, Yonathan era modelo de televisión. Aparecía en anuncios de gaseosas y papas fritas. ”Estaba en la farándula, digamos. Secularmente me fue muy bien. No me la cuentan”, se ríe.

Al finalizar la Universidad en México, viajó a Israel y comenzó a acatar los preceptos de la Torá. “Tardé ocho meses en la Yeshiva (centro de estudios talmúdicos) hasta que me convencí de que la Torá era un documento divino y por lo tanto la iba a acatar esos preceptos. Es decir, me iba a hacer ortodoxo”, cuenta.

Estuvo allí durante cuatro años hasta que se casó con una chica israelí, religiosa de nacimiento. Vivieron cinco años en Israel. Siguió estudiando la Torá y pasó a ser abrej, un sabio joven. “El abrej estudia todo el día y vive del estudio. Es de aquellos que se quejan los israelíes porque no aportan a la sociedad, porque son estudiantes. Fui abrej durante cuatro años”, relata.

Entonces, comenzó a prepararse durante dos años para salir al extranjero como “emisario”, para ser rabino y sostener una congregación, introducir a los jóvenes en el Talmud, en la oratoria. “Un emisario va a ayudar a instituciones judías donde no hay jóvenes. Vengo a reforzar estas instituciones y a ser el guía espiritual”, remarca.

Emisario en Córdoba

Le propusieron Córdoba, entre varias opciones, para viajar como “emisario”, algo parecido a un misionero católico. Aquí, dice, se necesitaba alguien que guiara a los jóvenes. Pero en Córdoba se encontró que, además, debía hacerse cargo de la comunidad sefaradí, ya que el rabino anterior se había retirado por razones de salud. Aquí llegó, en septiembre de 2013, con su esposa y sus dos hijas, de 4 y 5 años, nacidas en Israel.

“El rabino joven puede tener contacto con los jóvenes que no tienen ni idea de lo que es el judaísmo. Tienen preguntas pero no saben ni a quién preguntar ni cómo. El emisario viene uno como nosotros, con familias normales, con inquietudes, con background, porque no somos religiosos toda la vida. Conozco su mundo. Tengo un diálogo compartido y eso ayuda en una sinergia entre los jóvenes y este nuevo modelo de rabino”, plantea Elnekave.

Para el rabino, en Córdoba hay un despertar del judaísmo joven. Y para atraer a más transformaron el antiguo templo de Oncativo y Maipú, casi sin uso, en un lugar de eventos, con un perfil empresarial. La idea, cuenta, era generar un espacio relajado, con sillones y narguile (pipas de agua), música, un plasma, play station y una mesa de billar y ping pong.

“La idea es que yo me meta en su mundo. No que vengan a una biblioteca sino acortar las distancias y donde yo también me sienta más cómodo porque a mí también me gusta todo esto”, explica el rabino, sobre el centro recreativo que congrega a unos 60 jóvenes por semana. Y donde organizan viajes anuales a Israel.

“Estoy con ellos y conversamos de cosas profundas, les doy una clase de Torá, y se conocen. Nuestro objetivo número uno, para el que trabaja Olami, es en contra de la asimilación. Hay dos tipos de asimilación, uno es la asimilación de matrimonios mixtos que hace que con el tiempo se pierda el judaísmo; y la asimilación en términos de enajenación, que el chico se integra tanto en la cultura donde vive, que su legado se pierde. Es una alienación de sí mismo”, subraya Yonathan.

Y agrega: “Vengo a dar contenido de valores judaicos, de Torá, de espiritualidad para que los jóvenes empiecen a saber lo que tienen como legado, como derecho por ser judíos y despertarle la chispa dormida y que digan ‘sí me interesa casarme con una judía’; ‘me interesa que mis hijos sean judíos, vale la pena, es más que tradición’. Porque si es sólo por tradición es muy vacuo”.

Hace pocos meses, en la sede de Olami se abrió un hostel para los jóvenes judíos que quieran respetar shabat, sin conducir un vehículo, y participar de la ceremonia en la sinagoga de calle Sarmiento, al día siguiente.

Salir de la burbuja

Elnekave cuenta que la inserción en Córdoba fue paulatina. “Yo venía de una contención en Israel de nueve años y pico de estar viviendo en una burbuja; en ese mundo ideal donde todos son religiosos, donde todo es según la Tora, donde todo es kosher. Vivía en otro mundo, otra cultura. Al principio me mareó porque tenía que aterrizar, venía muy inspirado de allá, creía que todo el mundo quería escuchar mucha Torá. Pero no…, la gente está en su vida y si hablo más de 15 minutos, se aburren. No todos están buscando la espiritualidad, la intelectualidad y tenía que adaptarme a las necesidades de los jóvenes, adaptarme a la ideosincracia de Córdoba, donde la gente es muy sensible”, asegura.

“Yo siempre fui metropolitano, tanto en México, como en Jerusalén, vivimos muy rápido. Y aquí el cordobés tiene su siesta, sus tiempos, su distancia. Son muy cálidos pero a la vez son muy cerradas las familias. Todo es distinto, me tuve que ir aclimatando a eso y también dejar de estudiar la Torá que para mí era como oxígeno. Y empezar a trabajar más y tener una oficina. Fue complicado en un principio”, relata.

Seis meses después de llegar a Córdoba, empezó a formar un grupo de estudio y de trabajo y comenzó a sentirse más cómodo, pero todavía no era como si estuviera en casa. “Después de un año empecé a sentir cómo que ya fluían más las cosas. Yo también me bajé de mi silla y la gente se adaptó a mis chistes y a mi lenguaje. Fue cuando hice el primer grupo de viaje a Israel, en diciembre de 2014”, explica.

En aquel entonces, se quedó más de lo previsto en Jerusalén, porque le habían detectado cáncer en un ganglio y debía realizar quimioterapia durante tres meses. El tratamiento funcionó muy bien y regresó a Córdoba a trabajar. “Me gusta mucho Córdoba, me gusta el desafío porque la gente es sensible y es docta. Los chicos que vienen son todos ingenieros, abogados, doctores. Es un desafío a nivel intelectual, cuando veo que se meten en la espiritualidad y los consejos de la Torá es una satisfacción muy grande. Se empiezan a conectar con sus raíces”, opina.

Ser ortodoxo

El rabino admiteque los judíos ortodoxos tienen “mala prensa”, una imagen negativa en la sociedad. “Yo también tuve esa imagen. Pero las imágenes son mentirosas. La palabra viene de imagos, una ilusión. Es una imagen prestada o difundida por los medios de comunicación y las otras líneas del judaísmo que nos hacen ser muy ajenos al judaísmo”, plantea.

Y continúa: “La imagen es negativa, lo reconozco porque es una imagen antigua, arcaica, cerrada, en algunos término también sectaria. Todo eso hace que yo empiece perdiendo, tengo que romper paradigmas. No estoy diciendo que todos los ortodoxos sean buenos, porque no es cierto: hay buenos y malos. Hay que juzgar al judaísmo por el judaísmo mismo, no por lo que hace el judío. Les ofrezco el legado, lo que está escrito y así es como tiene que comportarse un judío”.

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