Miriam Kaiser: cuatro décadas de labor en la promoción cultural

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Judíos destacados en México
Miriam Kaiser
Miriam Kaiser

Ha sido una mujer a quien nunca le ha funcionado el no. Rejega, se lanza a emprender tareas difíciles, con los aires en contra, pero que le significan un reto con sabor disfrutable. Si le recomendaron no mantener gratuita la entrada a Bellas Artes, se hizo rosca y continúo sin cobro el acceso al Palacio de Mármol cuando fue su directora por siete años. Cuando una tarea se encuentra fuera de su rango de lealtad y honestidad, sonríe, da la vuelta y espera a que otros la inviten a continuar trabajando en el ámbito de la gestión cultural. Y siempre que le sugieren cambiar de giro hacia tareas mejor remuneradas, frunce la nariz y continúa con una vocación que ejerce desde hace cinco décadas con perseverante alegría.

Generosidad, sabiduría, dignidad, inteligencia, más rebelión y ser espejo de mar (como lo dice su nombre), fueron algunas de las palabras amorosas que la describieron el domingo pasado cuando una Sala Manuel M. Ponce en Bellas Artes lució repleta de amigos, familiares y colegas para reconocer a esta profesional de los museos que siempre lleva una sonrisa como marca de identidad.

De padres comerciantes judío-alemanes, Miriam Kaiser (México, 1936) se formó maestra pero el aprendizaje del inglés y francés le abrió puertas diferentes a la docencia y se alió a la UNAM como un “mundo espléndido” ligado a la cultura del que no se desprendería nunca. Primero fue guía universitaria para congresos internacionales y después se convirtió en secretaria del escritor Max Aub al frente de Radio Universidad.


El primer lustro de los años 60, con el doctor Ignacio Chávez de rector y Jaime García Terrés en Difusión Cultural de la UNAM, hacían que la joven recorriera de manera privilegiada su camino futuro en la promoción. Escuchaba lo que le oía cantar a su madre en el Coro Bach y se enfrentaba a un mundo del teatro, la danza y las artes visuales que la radio mágicamente irradiaba.

Casó con el artista Héctor Xavier y éste, el padre de sus cinco hijos, se convirtió en el Pigmaleón que la fue construyendo en la apreciación del arte. “De la manita” la llevaba a ver los murales, a hojear libros a la Librería Francesa y a ver con atención la obra de otros artistas. Fue entonces cuando llegó una figura fundamental: Inés Amor, con quien Miriam trabajó por once años en aquella institución llamada Galería de Arte Mexicano (GAM); su “alma mater definitiva”.

Primero fue secretaria de la rigurosa Inés que la regañaba al perder tiempo en envolver a los clientes para que adquirieran un cuadro. Más tarde se convirtió en la mano derecha de la galerista al atender no sólo a jefes de Estado y coleccionistas extranjeros sino en especializarse en vender cuadros, hacer currículas, montar exposiciones y hasta comprar plátanos para la cacatúa de posibles compradores como el surrealista Edward James.
“Mi gran conocimiento del mundo fue la GAM. Con pena lo digo pero en los años 60 y 70 el manejo del arte en México estaba a cargo de Fernando Gamboa y de Inés Amor. No había funcionario, coleccionista o rico de México y del extranjero que no acudiera con Inés. Eso me abrió un universo con mucho rigor por la actitud estricta de Inés.

Tenía una memoria privilegiada y eso me obligó a desarrollar la mía y convertirme en su sombra. Luego ella enfermó, empezó a tener desconfianza y dejé la galería en 1976 junto con Ana Yturbe”.

Kaiser se había hartado “un muchito” del trato con los artistas huraños y difíciles que manejaba así que se prometió no tener más relación con ellos. No sería así. Entró como jefa de promociones de Tane Orfebres y cuando la casa lanzó una serie de esculturas con creadores, Miriam logró venderla en quince días pero no logró romper de tajo aquel nexo.

En 1977 la invitaron a la jefatura de exposiciones de Bellas Artes y se quedó una veintena de años trabajando para el Estado a través del INBA y el CNCA. En ese tiempo ha dirigido el Palacio de Bellas Artes y la Sala de Arte Público Siqueiros; estuvo en las áreas de relaciones públicas e internacionales de ambas instituciones así como en la asesoría para crear seis museos: el Nacional de Arte, de Arte Moderno, de Arte de Sinaloa, del Antiguo Colegio de San Ildefonso, del Instituto Mexiquense de Cultura y la Pinacoteca Universitaria de Colima. Desde 2009 es directora de exposiciones nacionales e internacionales del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Plena convencida de la necesidad de descentralizar, con efectividad, la cultura de este país, esta “hacedora de museos los fines de semana” considera un privilegio haber colaborado en espacios de Nuevo Laredo, Colima, Monterrey y Culiacán, por citar algunos. Optimista irremediable gracias a la riqueza de nuestro país en términos de creación artística, lamenta sin embargo que muchas decisiones en este rubro estén “sometidas al vaivén político” y a los gustos personales de las esposas de los gobernadores o de los presidentes municipales. También reconoce la desvinculación y el desconocimiento mutuo que tenemos sobre el patrimonio espléndido de los estados del país. “No tenemos ni idea en el DF de lo que hay y lo que falta en Veracruz o en Chiapas y la frase ‘no hay recursos’ inunda todas las esferas, cuando vemos que sí hay dinero para tantas otras cosas menos prioritarias como la cultura”, añade.

Trabajadora sin descanso, asegura que aún no hace lo que más desea: “un recuento de la promoción cultural en el país y señalar de buena manera por qué no han funcionado las cosas. Esa sería mi aportación para que algo en el ámbito de la difusión mejore”, pues a decir de Kaiser si en México se hacen proyectos maravillosos sin una adecuada difusión, siempre quedarán rezagados. “La cultura es un hábito y debemos animar a niños, padres y empleados de oficina a visitar museos y a presenciar una función de danza. A las autoridades no les entra en la cabeza que la difusión de un concierto es tan importante como el mejor violín”, guiñe el ojo esta madre de cinco y abuela de uno, quien desde siempre se partió en 70 y tantos pedazos (como sus años) para atenderlos, aunque fuera por teléfono. Hoy, todos ellos, más sus amigos, la aplaudimos por su tenacidad y compromiso con la cultura de este país.

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