Moisés Mendelsohn, el erudito y filósofo judío que vivió en tiempos de Federico II de Prusia, tenía un físico poco agraciado pero un ingenio agudísimo. Al rey le encantaba su compañía. A menudo lo invitaba a su mesa y lo provocaba. Una vez, mientras se celebraba un banquete, el rey, que estaba de buen humor, envió una esquela a Mendelsohn, en la cual había escrito. “Moisés Mendelsohn, primer idiota de Prusia. Mendelsohn recibió la esquela, la leyó y, delante de los comensales, dijo en voz alta: ¿Ha sido Su Majestad quien me ha escrito?
– Si, contestó Federico II -He sido yo.
– Entonces le ruego que tenga usted la amabilidad de firmar la nota.
– Encantado -dijo el rey.
Cuando Federico II firmó la esquela, Mendelsohn le dijo:
Le ruego que ahora la lea completa. Cuando el rey accedió al pedido, toda la corte estalló en carcajadas, porque el texto había quedado así:
– “Moises Mendelsohn, primer idiota de Prusia. Federido II”
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