La rana y el aprendiz de brujo: Entre la tenacidad y la obstinación

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Aarón extendió la mano sobre las aguas de Egipto, y la rana salió, cubriendo Egipto. (Shemot 8:2)

Rashi: Era una rana y ellos (los egipcios) la golpearon hasta convertirla en múltiples ranas.

Recuerdo la angustia que, como niño, sentí al ver la película Fantasía de Disney. Con la historia de Goethe y la música de Dukas de fondo, Mickey Mouse luchaba desesperadamente por detener la escoba que acababa de hechizar y que se había salido de control. Con hacha en mano, el joven aprendiz de brujo arremetía una y otra vez contra la hechizada escoba, haciendo que ésta se multiplicara tras cada embestida.


Desde la escoba de Mickey y la rana egipcia hasta la Hidra de Lerna (capaz de regenerar dos cabezas por cada una que le era amputada) uno no puede dejar de sorprenderse ante la estupidez humana (y roedora). ¿Por qué seguir golpeando la rana o decapitando la Hidra cuando el resultado era solamente la multiplicación del problema?

¿Qué misterioso poder nos hace intentar una y otra vez las mismas fallidas soluciones? Se le atribuye a Albert Einstein la equiparación de locura con repetir lo mismo una vez tras otra, esperando resultados diferentes. Y si no es locura, ¿qué es? ¿Terquedad?

Curiosamente, los locos y los tercos tienen más en común de lo que solemos imaginar. Aún ante la imposibilidad de definir una u otra categoría, es al menos posible reconocer un tema en común en ambas: su persistencia frente a la más cruda evidencia. O, como dijo alguna vez un funcionario, “yo ya tomé una decisión, no me confundan con más pruebas”.

Es bien sabido que la memoria y la percepción son engañosas. Miles de hombres y mujeres inocentes, inculpados por testigos bienintencionados que aseguran haberles visto en la escena del crimen, no me dejarán mentir. Sabemos que es relativamente sencillo implantar una memoria ficticia en alguien y que existen casos de psicosis colectiva que alteran la percepción de grupos enteros simultáneamente. Gente más sabia y capaz que nosotros difiere radicalmente con muchas de nuestras certidumbres éticas, políticas, científicas y demás. Ante esta situación, dice el Dr. Fredric Neuman (Director del Anxiety and Phobia Treatment Center en Nueva York), resulta inaudita la obstinación con que la gente se aferra a sus certidumbres. ¿Somos realmente tan extraordinariamente capaces como para afirmar que nuestras certidumbres son correctas? El loco y el terco parecen pensar que sí.

Pero a diferencia del loco, el terco resulta más predecible. En un estudio patrocinado por la compañía HP se encontró que las opiniones de un individuo son más flexibles cuando la presión social ejercida es menor que cuando es mayor. En el experimento mencionado, se le pidió a un individuo que eligiera un objeto y luego se le sometía a presión social para cambiar su elección. Para la sorpresa de muchos, mientras más personas ejercieran presión, menor era la posibilidad de incidir en él. La terquedad parecía nutrirse de la oposición.

En 1966 el psicólogo americano Jack Brehm popularizó el concepto de “reactancia” para referirse a la necesidad humana de resistir y rebelarse frente a la percepción de ver su libertad restringida. Ello explica porque señalamientos como “no pintar” o “no tirar basura” suelen invitar a un número creciente de infractores.

Este impulso rebelde es, por tanto, el ancla de una de las características más admirables y una de las más despreciables en el acervo de cualidades humanas: la tenacidad y la obstinación, respectivamente.

Frecuentemente confundidas, tenacidad y obstinación suelen carecer de lo que sus nombres presumen para poder clarificar la diferencia entre ellas. Por ello, los tercos alardean de su tenacidad y los tenaces llegan a temer su propia obstinación. Sin embargo, ambas cualidades tienen personalidad propia y puede ser diferenciada.

Para Nietzsche, el tenaz es aquel que persiste en alcanzar una meta y el obstinado (el loco de Einstein) en seguir un camino. Se cuenta que al ser cuestionado respecto a la enorme cantidad de fracasos antes de encontrar el filamento adecuado para la lámpara incandescente, Tomas Alva Edison aseguró no haber fallado, sino descubierto cientos de maneras como no hacer una bombilla. Su énfasis era la meta. Al golpear la rana o cortar la escoba, los egipcios y el señor Mouse fracasaron. Su énfasis era el camino.

El pueblo de Israel es llamado por su propio libro sagrada un pueblo duro de cerviz. Una cerviz dura es un arma de doble filo; puede ser utilizada para la necedad o la tenacidad. Por ello, no es de sorprender que el pueblo que cuestionó con tal vehemencia al Di-s que le sacó de Egipto sea el mismo pueblo que haya mantenido su fidelidad milenaria a ese Di-s que en tantas ocasiones ocultó Su Rostro.

Es común que los padres nos exasperemos ante la rebelión de nuestros hijos. Frecuentemente se niegan a comer la comida que les ofrecemos, vestir la ropa que les proporcionamos y seguir el horario que les establecemos. Queremos doblegar su rebeldía y extinguir cualquier insurrección. Probablemente, estaríamos haciéndonos un favor a nosotros y a ellos encauzando esa tenacidad hacia alcanzar sus metas.

Shabat Shalom

Acerca de Jonathan Gilbert

R. Jonathan Gilbert es Terapeuta Familiar y de Pareja. Es fundador de Biná, Instituto dedicado a la investigación e integración de las enseñanzas judías en la práctica psicoterapéutica.

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