A Jerusalem no se va, a Jerusalem se vuelve,
a Jerusalem se asciende por la escala de las generaciones,
por la escala de las añoranzas, por los peldaños de la redención.
Odres repletos de memoria trae uno consigo a Jerusalem.
Sobre cada monte, sobre cada colina,
por las blancas callejuelas de piedra
se hacen brindis con años de memoria recién resucitados.
Artículos Relacionados: