Nada indica que así vaya a ser, pero debería armarse desde ahora en la sociedad civil la exigencia frontal para impedir que el gobierno capitalino y empresas que lo apoyan dispongan de las áreas verdes como les plazca.
Un artículo reciente en La Jornada de Claudio Lomnitz, ‘Por la criminalización del Ecocidio’, aborda el tema particular sin concesiones.
La principal impulsora de esta iniciativa es la abogada británica Polly Higgins: autora del libro Erradicando el Ecocidio y de una página web que explica a detalle el proyecto global. Su propuesta específica consiste en configurar al ecocidio como el quinto crimen internacional contra la paz (los cuatro anteriores son crímenes de agresión, de guerra, contra la Humanidad y Genocidio). Se plantea como meta su adopción generalizada para el año 2020. Falta ver si quedan zonas susceptibles de defensa para esa fecha, en el país.
Planteada ante las Naciones Unidas, su propuesta es la siguiente. Considerar al ecocidio como un crimen que implica la destrucción extensiva, daño o pérdida del ecosistema en determinado territorio, tanto por actos humanos u otros de similar naturaleza, al punto en el que el goce o disfrute pacífico por parte de los habitantes de ese territorio se vea mermado.
‘El planeta Tierra necesita un buen abogado’. Presentación de Higgins en TED, Exeter (en inglés)
Aquí en esta ciudad abundan ejemplos de la irrefrenable vocación de autoridades y cómplices corporativos por dar borrón y cuenta nueva y dejar dejar su huella indeleble. En la zona donde se construyó la Estela de Luz ya se quiere ‘mejorar’ la demarcación, asestando golpes mortales a los árboles patrimoniales que se encuentran al otro lado de la avenida. Ya se instaló un cordón sanitario con vallas alrededor del parque en Paseo de la Reforma y Circuito Interior, frente a CFE. Se derribaron numerosos árboles adultos y sanos, y procedió a colocarse una caseta de construcción con estacionamiento incluido para autos y camionetas. No hay acceso al lugar y espero respuesta de la Procuraduría Ambiental del DF (ingresé una denuncia recientemente; dudo que sirva de gran cosa, pero hay que cumplir con el requisito).
Descuido en Avenida Reforma
La autoridad no ha explicado el ultraje
Caseta, coches y basura
Camionetas obstruyen el flujo peatonal
El escándalo del Parque Reforma Social, donde el pasado 24 de septiembre un grupo de porros armado con tubos, palos y piedras agredió a vecinos y quiso cercar ese pulmón verde para eventualmente construir seis torres de doscientos departamentos cada uno, o el salvamento de la Alameda Central y Avenida Juárez con flores en vez de especies de sombra cortadas para acomodarlas, o decenas de palmas desechables que sustituyeron a otras sanas, muestran que el GDF, delegados y/o sus aliados electoreros (a veces juntos, separados o revueltos) van por la enchilada completa ecocida.
La Alameda, una zona histórica imantada de sentido. Lo que fue un Parque de sombra, ahora domesticada con jardines
Flores y plántulas temporales, como en camellones de avenidas de la ciudad. En primer término, Reforma
La excusa fácil: ‘Estaba muy oscuro, tiramos especies para incrementar seguridad’. Mucho mejor negocio, poner y quitar lo que dejaron
La consigna es ‘redimir’ nuestra ciudad, manteniendo el espacio público como nuevo: ajardinando con plantas desechables donde antes había arbolado de sombra, y dejando el contexto redescubierto ‘rechinando de limpio’. Aparentar que vivimos en el Año Cero, como sucedió durante la gestión del ex ‘alcalde verde’ Marcelo Ebrard. Poco importa que las herramientas sean la insaciable codicia acompañada con música de motosierras, trascabos y el efecto del ácido que corroe el bronce pero no el recuerdo de lugares que deberían ser protegidos de la depredación sin remedio. Privilegiando al automóvil, merced a la construcción de cada vez más segundos pisos y supervías.
En Washington los fanáticos partidarios del Té quieren empezar desde el origen imaginario: despojando al Estado y a la ciudadanía de sus alcances y atributos. Aquí, la Gran Igualación a partir los centros de poder aparenta partir desde el espacio urbano como un lienzo en blanco eminentemente inaugurable por la autoridad, o los consorcios favorecidos en turno.
El entorno urbano o teatro de grandes y pequeños acontecimientos en ciudades como la de México -y muchas otras susceptibles de ser rehabilitadas por manos torpes y voluntades ajenas al contexto histórico- requiere de una buena representación legal como la de Polly Higgins en el ámbito de la protección a la ecología internacional y el equilibrio urbanístico.
Sólo cuenta la defensa mañosa y arrogante del interés puramente privado de empresas o gobiernos deseosos de lucirse mediante dudosos ‘rescates’ que sólo han servido para eliminar recuerdos culturales e históricos de la memoria colectiva. Se desprende de los medios y la página que un grupo de especialistas abrió en Facebook ‘El Caballito, Conservación’, que la decisión de intervenir la espléndida estatua ecuestre de Manuel Tolsá fue tomada sin coordinación alguna por parte del GDF; sin ningún tipo de consulta profesional o contrato de por medio, y escogiendo a un proveedor que había concursado también con otra razón social a su nombre.
El rostro de Carlos IV, después de la prueba del ácido de la Amnesia
En el mismo tenor ocurren las cesiones de parte del Bosque de Chapultepec al gobierno azerbaijano para que éste cuente con un sitio para rendir culto a perpetuidad (o cuando menos, los próximos 99 años) desde el Distrito Federal a Su Alteza y Patriarca del clan que gobierna la satrapía Heydar Aliyev, fallecido hace una década (y por extensión al heredero Ilham, recientemente proclamado presidente por tercera vez de su país, con resultados electorales que se anunciaron un día antes del sufragio), y otro de alta importancia histórica y social: Tlaxcoaque, para difamar al pueblo armenio (víctima del Imperio Otomano en la Catástrofe de 1915, y antes), acusándolo de haber cometido un genocidio durante el conflicto de Nagorno Karabáj. Las placas que así lo expresan, junto a la escultura alusiva, permanecen en su lugar a pesar de que el gobierno del DF se comprometió –desde la administración pasada- a quitarlas y sustituir la redacción por una que reflejara con verosimilitud los sucesos allá descritos con intención marcadamente propagandística.
En la entrega de la semana pasada pusimos nombre y apellido a la necedad destructiva de simpatizantes del Tea Party estadounidense. Una obcecación similar define a los políticos y empresarios mexicanos para los cuales el acervo ambiental y urbanístico -que es de todos- según su interesado punto de vista, sólo a ellas y ellos les pertenece. Seguimos careciendo de instrumentos jurídicos para evitar que estos abusos se multipliquen. Por eso son necesarios los procesos colectivos que nos legitimen ante los ultrajes incontenibles de los que somos testigos directos a diario.
Arrastramos los resabios de épocas autoritarias y transiciones malogradas. Carecemos de vocablos y mecanismos que nos permitan participar en la cosa pública. Los cambios paradigmáticos tendrán que consolidarse como un logro de la sociedad; no de los destructores de Áreas Verdes públicos y privados, empeñados también en desfigurar nuestras ciudades.
Vallas ‘naturales’ en hiperdesarrollo #ecocida, pueblo de Xoco… si les pegan, se desquitan
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