Independientemente de cuál sea el desenlace de las masivas protestas de los partidarios del candidato opositor Husein Musavi -y valga la pena decir que las diferencias entre Ahmadinejad y Musavi no son de izquierda o derecha, de autoritarismo o democracia, de secularismo o fundamentalismo religioso, ni nada que se les parezca- hay algunas lecciones que resultan pertinentes para los nicaragüenses.
Si para los iraníes, de menos tradición secular y occidental que los nicaragüenses, que se les respete el voto importa, con mayor razón para nosotros. Y, en verdad, que no hayamos salido a protestar tan masivamente como los iraníes no significa que el voto nos importe menos. Las elecciones en Irán fueron generales, presidenciales, de mayor trascendencia, y las nuestras locales, municipales, y pese a ello la indignación por el fraude fue generalizada. Y las manifestaciones de protesta hubiesen seguido de no haber sido el desaliento y desesperanza que significó entregar a Ortega el control de la Directiva de la Asamblea Nacional, en el momento culminante de la crisis postelectoral.
Sin embargo, la lección que queremos destacar es doble. Primero, el papel de la juventud dinamizando y encabezando las protestas en Irán; segundo, el papel del celular, la Internet, el facebook, el youtube, y los otros recursos tecnológicos modernos de comunicación, que han permitido burlar los intentos de censura y silenciamiento del régimen iraní.
Esas tecnologías permiten romper los cercos de silencio, pero sobre todo permiten el despliegue rápido y volátil de la acción de protesta cívica y política, eludiendo las posibilidades de la represión.
Si lo hemos visto en otras partes, en España después de los atentados del 14 de marzo de 2004, cuando miles y miles de votantes se activaron a última hora a través de esos medios; en Yugoeslavia cuando se derrocó a Milosevic; y ahora en Irán, para citar solamente unos ejemplos, no pasará mucho tiempo sin que lo veamos en Nicaragua.
La Revolución de la Honradez
“La Revolución de la Honradez”, tituló Pedro Joaquín Chamorro Cardenal uno de sus editoriales.
Se me ha venido a la memoria ese editorial a raíz de la Carta de Amor a Nicaragua que esta semana publicó Fabio Gadea Mantilla, en el diario La Prensa, bajo el título “La Revolución de la Honestidad”.
Cuatro décadas separan al editorial de Pedro Joaquín del artículo de Fabio. Triste, tristísimo, que después de una revolución y una guerra civil, esa revolución todavía aguarde.
Resulta pertinente reflexionar sobre lo anterior porque no hay día sin una noticia, y en la semana que termina ha sido varias, sobre la cada vez más generalizada corrupción en el gobierno de Ortega, al amparo de una Contraloría General que pareciera ni ver, ni oir, y de una Asamblea Nacional que tampoco ejerce sus funciones de control.
“Parece mentira, escribió Pedro Joaquín, pero quien implantara en Nicaragua la honestidad administrativa con todo el rigor que esta expresión tiene, haría en nuestro país la más elemental y necesaria, de todas las revoluciones.”
Parece mentira, pero es verdad.
Apriétese el cinturón
Apriétese el cinturón, es la advertencia que se hace en los aviones cuando se avecina una tormenta.
Es la advertencia que debe hacerse a los nicaragüenses: ha empezado a subir el precio del petróleo, que después de estar por debajo de los cincuenta dólares el barril, ha llegado a setenta, y el pronóstico es que antes del fin de año estará en los ochenta y cinco. Ya los nicaragüenses saben lo que significa: gas licuado, kerosene, diesel y gasolina más caros, y consecuentemente la electricidad y el costo del transporte de carga, y el de los alimentos que se transportan.
Es decir inflación, en medio de la recesión. Técnicamente se llama estanflación. Popularmente significa más dinero para el gobierno de Ortega a través del financiamiento de la factura petrolera por parte de Venezuela, y menos dinero en el bolsillo de los nicaragüenses.
La función va a empezar
Señoras y Señores, la función va a empezar. Así debería anunciarse el circo que las autoridades del gobierno y judiciales han montado para el próximo lunes, en que 39 personas han sido citadas para comparecer ante un juez para presuntamente iniciar un juicio penal por los famosos CENIS (Certificados Negociables de Inversión).
No hay duda que se requiere una investigación profesional y despolitizada para determinar las responsabilidades civiles y penales de los “quiebrabancos”, que fueron el origen de los CENIS, pero eso ni siquiera está contemplado en el juicio que se pretende incoar.
Tampoco hay duda que la emisión de los CENIS y sus derivaciones, la clasificación de la cartera y la venta de los activos de los Bancos intervenidos, debería ser objeto de una investigación profesional e independiente. Pero eso tampoco es el caso, con una persecución judicial que se abre, congela y se vuelve a abrir, según los vientos políticos.
No hay duda, tampoco, que la actual persecución judicial es el ejercicio de una represalia interna por la cancelación de la cooperación de la Cuenta Reto del Milenio de los Estados Unidos, contra quienes el gobierno considera debe atribuirse la responsabilidad de esa cancelación, y de manera particular contra Eduardo Montealegre. Digámoslo otra vez: aunque la oposición hubiese pedido la cancelación de esa cooperación, cosa que no ha ocurrido, la misma seguiría si no hubiese habido fraude en las elecciones municipales.
Finalmente, en medio de todas las arbitrariedades del proceso, está la pretensión del juez que personas que gozan de inmunidad, entre ellas Montealegre, comparezcan a la primera audiencia. Nadie, y menos un juez, puede alegar ignorancia de la ley, de modo que ninguno de los que goza de inmunidad está obligado a hacerlo. Es más, el juez en cuestión está cometiendo prevaricato, pues está violando una norma constitucional.
Pero el tema no es jurídico, o no es únicamente jurídico. Es esencialmente político. Y la política oficial de chantajes del gobierno de Ortega, solamente se impedirá desafiándola.
Fuente: http://www.informa-tico.com/?scc=articulo&edicion=20090624&ref=22-06-090801
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