A veces nos sentimos como en un juego de ajedrez, somos movidos como las piezas de un lugar a otro sin que entendamos el motivo o la necesidad de esto. Somos impulsados a situaciones que no nos gustan. Cuando un campeón termina su juego de ajedrez entendemos todo, vemos su grandiosidad, percibimos su destreza, desciframos todas las movidas que realizó durante el juego.
Eso fue lo que sucedió en Purim. La historia abarcó como una década, pero al final entendimos todo. Fue una serie de sucesos interconectados que dieron un resultado feliz. Es como el juego de ajedrez de un gran maestro. D-s nos mostró Su Mano, cómo todo fue siendo preparado poco a poco, desde la locura de Ajashverosh de traer a su esposa, la Reina Vashtí, sin ropa para pasearla como si fuese una cualquiera hasta la oposición de ésta a tal petición (fue algo milagroso porque en principio ella no se oponía a eso…). Ajashverosh después mandó cartas a todos sus súbditos que lo hicieron verse como un verdadero tonto- eso fue la salvación porque todos temieron matar a los judíos cuando recibieron las otras cartas, en las que había firmado su exterminio. Después extrañó a su esposa y consiguió a una mujer ya mayor, Ester, de un origen desconocido, ella perpetuó el misterio y no contó su proveniencia. En vez de divorciarla por su ocultación, accedió a sus peticiones raras y terminó con la vida de su primer ministro.
Así es la vida, no entendemos muchas cosas, no sabemos por qué D-s nos lleva de un sitio a otro, por qué nos pone en situaciones extrañas. A veces logramos entender- retroactivamente- todo y eso nos trae una gran alegría. Por eso nos alegramos en Purim: Logramos captar Sus mensajes, entendemos para qué hizo lo que hizo. No hay mayor dicha que estar conscientes de la Mano Divina, cómo nos dirige, cómo nos apoya, cómo nos conduce. Purim es el momento de la suprema felicidad porque entendemos y vemos al Rey. Cuando nos percatamos de que estamos en los brazos del Todopoderoso nos alegramos. No lo olvidemos.
Feliz Purim
Shabbat shalom
Ampliado de las palabras de Rab Daniel Staum
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