Los judíos tendrán su espacio para enterrar difuntos en el cementerio de Girona: “Vamos a tierra y de ahí no nos pueden sacar”

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“Nuestro cuerpo se entierra sobre la tierra, no puede ir ni a un nicho ni incinerarse”. Es la tradición judía que la comunidad de Girona no ha podido llevar a cabo al no tener un espacio habilitado en el cementerio municipal. Una problemática para enterrar a los difuntos que ha llevado a incumplir su creencia, cremando los cuerpos, o en el mejor de los casos trasladarlo a un lugar adecuado en Barcelona.

El municipio catalán cuenta con un símbolo latente del judaísmo con el Call de Girona, un entramado de callejuelas que conforman una de las juderías mejor conservadas del mundo, donde se ubica la actual sinagoga y el Museo de Historia. Pese a ello, este vínculo cultural no ha reflejado las costumbres actuales de esta comunidad en el final de sus vidas y la Asociación Cultural Judía Girona-Costa Brava pidió al Ayuntamiento poder cumplir con sus rituales.

Así, tras reunirse este viernes, el consistorio ha mostrado su compromiso para que la comunidad judía de Girona tenga su propio espacio en el nuevo cementerio de la ciudad. “Están totalmente dispuestos. Iremos a ver el cementerio después de las fiestas. Tenemos que estar orientados a Jerusalén”, han explicado desde la Asociación Cultural Judía Girona-Costa Brava, entre ellos Andrea Spear, Antoni Moreno, Floria Rabonitcoff o Emilia Roffé, quien lleva 22 años en la localidad catalana.


“Vamos a ver donde nos vamos a ubicar y como estaríamos limitados porque tenemos que estar separados del resto de los enterramientos o nichos. Todo eso es viable, lo que no se sabe como se podrá resolver es la perpetuidad. Vamos a tierra y de ahí no nos pueden sacar. Aquí se va renovando cada 25 años con un máximo de 50″, añaden.

El espacio de las tumbas también tiene que estar separado por “algo vegetal o metálico”, con una puerta y una pileta en la zona porque cada vez que salen tienen que lavarse las manos. “También es viable”.

Los entierros los realizan en contacto con la tierra, de “donde vienen y allá donde vuelven”. En el rito funerario, la tradición manda a enterrar el cuerpo en un ataúd sencillo “lo antes posible”, como si es el mismo día del fallecimiento

No se entierra en cajas muy elaboradas, como por ejemplo de caoba. En un ataúd de estas características dura hasta unos 500 años, el cuerpo así nunca está en contacto con la tierra, se desintegra dentro del casco. La idea es que según la legislación del país enterrar lo más en contacto con la tierra posible. Que el cuerpo se absorba y vuelva a reintegrarse con la tierra”, según explican rabinos consultados por NIUS.

Antes de ello realizan una purificación del cuerpo, donde los hombres lavan cadáveres de su mismo género, del mismo modo que las mujeres. “No puede una mujer lavar un cadáver de un hombre y al revés. Es purificar el cuerpo, lo lavan con agua todo el cuerpo y después lo visten. Sobre todo es tratar el cadáver con la mayor dignidad posible. No hay tanatología”.

Una vez lavados, los visten con una mortaja de lino blanco estándar para todas las personas, independiente de género, raza, estrato social. Posteriormente lo cubren con una sabana, también de lino blanco. “Todo lo demás, a nivel religioso, ya lo tenemos cubierto”, piden desde la Asociación Cultural establecida en 2020.

Renunciar a la tradición

Anteriormente, los cuerpos los trasladaban a la capital catalana y en muchos casos las familias no tenían más remedio que incinerar al no poder afrontar los costes del traslado de los difuntos a 100 kilómetro. “Es renunciar a la tradición y no porque nosotros queramos. Siempre se habla de toda la cultura judía que pasó por Girona. No entendemos como no hay un mínimo lugar en el cementerio”, explican.

En el caso de algunas de las familias afectadas, se dieron cuenta del rompecabezas al gestionar el certificado de últimas voluntades. “En el apartado donde te preguntan cómo quieres que sea tu despedida, ahí saltó que pertenecíamos a otra religión y no teníamos un lugar donde poder enterrar. Pensé en ir a Barcelona y dejar todo arreglado allí”. Sin embargo, la unión de la comunidad judía sirvió para poner en conocimiento el problema al consistorio.

“Tuvimos muy buena respuesta. En Girona vivimos unas 60 familias, pero con el buen tiempo viene mucha gente a la Costa Brava, donde tienen casas. Más de un verano hubo que moverse para ver de qué forma se hacían los entierros porque muchos tiene doble residencia fuera de España”, destacan desde la entidad sobre una población mayoritariamente entre 60 y 80 años e inmigrantes de Argentina, Chile, México, Cuba o Finlandia, entre otros países. “La gente mayor vino a instalarse a pasar los últimos de su vida aquí con su residencia”.

“Compaginar” las creencias con las posibilidades reales

Por su parte, el Ayuntamiento ha mostrado su predisposición para resolver un conflicto que años atrás ya se vivió con la comunidad musulmana. “Estamos dispuestos a hablarlo porque tenemos el compromiso y obligación de respetar las diferentes creencias y rituales de cada una de las comunidades, pero se tiene que compaginar con las posibilidades reales”, destaca Martí Teres, regidor de Urbanismo.

El consistorio habilitará la zona en el Nou Cementiri Municipal de Girona, a la salida de la ciudad, donde hay “suficiente zona” para poner unas diez tumbas, que es lo que acordaron años atrás con la comunidad musulmana. “Es bastante numerosa. Si en este caso es suficiente, con la comunidad judía también debería serlo, que es más reducida”.

Un proceso que puede tardar hasta un año en realizarse. “Al no ser el primer caso, será más ágil porque hay una serie de pasos que ya están hechos, como el estudio geotécnico. También el tema administrativo para saber de qué manera el Ayuntamiento puede realizarlo y que la Comunidad pueda acabar gestionándolo”. Un abordaje de la demanda que prevé contentar a la comunidad judía y poner fin a una situación que vulnere sus tradiciones.

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