Tras la muerte de Rachel el Rab Mijael explicaba a un grupo de Jasidicos.
–Antes de la recepción, el novio se me acercó y tristemente explicó que no debía esperar ningún tipo de colaboración de su padre durante la ceremonia. Éste se negaba a participar, incluso en lo más ínfimo. Prometí no presionarlo. El novio me pidió que dirigiera la palabra a los invitados durante la recepción previa a la ceremonia. Para muchos de ellos, esta era la primera vez que participaban de un casamiento dónde se observaban todas las leyes y costumbres judías. Cumplí alegremente su pedido y en mi discurso expliqué el significado profundo del matrimonio y la vida de casados según la Torá y las enseñanzas Jasidicos. Levantando el libro en mis brazos, hablé del ilustre trasfondo familiar del novio. “¡Y si ustedes se preguntan de dónde conseguí este libro, les diré!” A estas alturas, les conté la historia completa a los invitados, que quedaron atónitos por la respuesta del Rebbe y su pedido. Agregué que estaba seguro que el abuelo del novio estaba muy contento desde su lugar de reposo celestial viendo que su nieto llegaba a su matrimonio de acuerdo con las leyes de la Torá– causa por la cual su abuelo había consagrado su vida entera.
Llego el día de la boda y a fachada blanca del templo unida a sus columnas era majestuosa, en la parte superior se veían las ?ventanas? del pórtico real y debajo las pilastras y hendiduras de la reconstrucción, parecidas a la estructura herodiana de la ?Tumba de los Patriarcas?. Al frente, las gigantescas piedras del Muro.
Una boda judía, no se considera sólo una sociedad. De acuerdo a la Cábala, la pareja, antes de bajar al mundo era parte de una misma alma. Al bajar, éstas dos mitades se envisten en distintos cuerpos, mitad hombre y mitad mujer. Cuando llegan a la adultez, se buscan hasta reencontrarse y Hashem los une bajo la Jupá. El casamiento judío no es solo una unión sino una reunión de estas dos mitades, que por fin se vuelven a unir. En hebreo la ceremonia del casamiento es llamada Kidushin: consagración. Un acto santificado y un mandamiento divino, en el que se refleja una vida dedicada a valores e ideales espirituales.
Los Jasidicos caminaron junto con los novios hacia la Jupa y el pórtico meridional de la plaza del Muro de los Lamentos. En la barandilla que rodeaba el templo, estaba la inscripción, en latín y griego, que prohibía a los gentiles la entrada a las estancias internas del templo. A la derecha de la imagen se veía parte del ?atrio de las mujeres? y de la ?puerta hermosa.? En primer plano la ?puerta de oro? que conducía al Atrio de las mujeres, mientras que una escalera semicircular conducía al Atrio de Israel. La barandilla que rodeaba el conjunto avistaba a los arboles del Monte de los Olivos.
Desde el oeste se veía la parte superior de la fachada de ?La vid de oro? decorando la banda horizontal. En el borde superior de la azotea, donde se alojaban palomas y otros pájaros, ornamentado como ?puntos de oro? observantes las dos columnas unidas entre ambos lados de la puerta llamadas ?Las columnas de la Redención? y se unían a las dos bóvedas cónicas que representaban para algunos arqueólogos la localización del antiguo palacio Hasmoneo donde vivían los sacerdotes en el Monte del Templo frente a la Puerta del León.
Los invitados de los novios comenzaron a llegar a la plaza desde toda la Ciudad Vieja de Jerusalem, y otros desde el lado moderno de la ciudad siguiendo una flecha roja señalando donde se localizaba el Muro occidental ?de las lamentaciones?. Más lejos, en el centro derecha al sur estaba la escalera que conducía al ?Arco de Robinson? donde los Shlijim recitaban Tehilim.
La plaza era un conjunto del Monte del Templo, frente la fortaleza Antonia y el edificio del templo junto al pórtico real, construido por Herodes. La gran plaza que rodea el templo se llama ?Atrio de los Gentiles.? El Muro de las Lamentaciones era considerado el último vestigio del Templo de Jerusalén, el edificio más sagrado del judaísmo. Los restos que aún quedaban databan de la época de Herodes el Grande, quien mandó construir grandes muros de contención alrededor del Monte Moriá. El Primer Templo, o Templo de Salomón, fue construido en el siglo X, y destruido por los babilonios en el 586 adC. El
Segundo Templo, en tanto, fue reconstruido por Esdras y Nehemías en el año 445 adc. a la vuelta del Exilio de Babilonia, y vuelto a destruir por los romanos en el año 70 de nuestra era, durante la Gran Revuelta Judía. De tal modo, cada templo se mantuvo en pie por unos 400 años.
La boda se convirtió en motivación para la comunidad Jasidica donde los novios se solían casar por el rito judío llamado Jupa. Según la tradición Jasidica, los novios tenían que llegar vírgenes al matrimonio, aunque decían que el hombre tenía la libertad de ser virgen o no, según su propia elección personal. La pureza, era algo que los Jasidicos valoraban como a la vida misma. Sin embargo, las palabras del Rebbe eran envolventes y rectificaban la pasión de los jóvenes quienes a veces lloraban por leche que se desparramaba, o se nutrían de alimento no espiritual. Ya lo habían dicho los Jasidicos: ?La cara de la generación es como la cara de los perros?.
Los invitados de la boda ignoraban si la novia era realmente una cosa nueva, una cosa usada, una cosa prestada o una cosa azul. Los Jasidicos en el pasado realizaban una prueba que consistía en meter a la novia en una habitación para realizarle la prueba. Si el pañuelo salía manchado con tres rosas era virgen y se podía casar. Y de lo contrario, si el pañuelo no salía manchado, la chica no era virgen y no se podía casar. Hubieran sido testigos algunas de las mujeres invitadas a la boda, pero en este caso se suprimió el ritual por la virtud de Dios. Para evadir tales cuestionamientos existenciales normalmente tanto el novio
como la novia eran invitados a beber y comer mucho, hasta que el novio se emborrachara y confesara sus pecados y todos rieran de ellos.
Los Jasidicos creían principalmente en convertir todo lo malo en bueno a través de un proceso de purificación que era la vida misma, como el fuego que purificaba al agua, y así girar alrededor de la caja de pandora como alrededor de las murallas de Jericó comprendiendo lentamente la madurez del alma, de lo contrario eran castigados con el exilio, la expulsión y el rechazo. Siendo que el momento del casamiento los novios son perdonados de todas sus transgresiones el día previo es para ellos un Yom Kipur personal: por ello ayunan en este día. Se acostumbra a recitar todo el libro de Tehilim, aumentar en Tzedaká y pedir por el futuro.
A la medianoche, los recién casados se retiraban a una pequeña habitación donde la novia con una precisión académica haría las alabanzas necesarias a la proporción y tamaño del cerebro masculino, pero no sería así en esta ocasión. David se iría solo hasta su casa ocultándose en las sombras de la ciudad. Una vez casados, el hombre debía ser totalmente fiel a su mujer. En la cultura Jasidica tradicional, la pureza de una novia era un valor tan codiciado y moral como la vida misma. Otros creían que el nombre Muro de los Lamentos se refería al hecho de que a menudo se cantaba a los novios al amanecer. El Muro de las Lamentaciones era sagrado para los judíos debido a que era el último trozo del muro que rodeaba el Templo por el sur y por el este. Además, era el lugar más cercano al sancta sanctorum o lugar santísimo. En la Explanada de las Mezquitas,
rodeada por el Muro, los musulmanes habían ido construyendo a lo largo de los siglos la Cúpula de la Roca y la Mezquita de Al–Aqsa donde alguna vez habían estado las estancias de los cuatro ángulos del Atrio en la parte superior de izquierda y derecha donde en los tiempos de los sacerdotes se solía almacenar aceite para la purificación de los leprosos.
Era costumbre entre muchos judíos fieles a los preceptos, hamacar el cuerpo en el momento del rezo o del estudio, en una especie de contoneo rítmico. Como una especie de coreografía, que daba a este movimiento cadencioso un sentido de exclusividad y armonía en el rango de expresión corporal, similar a las danzas, ruedas, y otras formas de mover el cuerpo sin motivo trascendente excepto apegarse a la unidad Divina y anular las identidades individuales. Las danzas eran como puertas que tenían 15 escalones semicirculares parecidos a los cantos de los Levitas que estaban de pie en estos escalones cantando alabanzas a Dios. Las puertas eran metafóricas entradas místicas al mundo superior Divino, sellado por una ?Puerta doble? luego por una ?Puerta triple.? Y así matemáticamente hasta el infinito de las posibilidades.
David y Rachel se pararon juntos bajo la Jupa, el palio nupcial, donde todas sus preguntas podían ser respondidas.
–Con el matrimonio, dos mitades son reunidas, para nunca más partirse. No sólo eso, sino que usted puede mirar hacia atrás, la dolorosa experiencia de estar
separado, y entonces celebrar realmente. Pues ahora está claro que la separación lo acercó ahora más de lo que estaba– explico el Rabino.
Se hizo la lectura de la Ketubá y de los Diez Mandamientos.
Rachel y David sintieron en sus almas el Monte Sinaí y las nubes de protección, la Jupá, Los relámpagos, las velas encendidas, los canticos de Jerusalem, los truenos, la música.
Bajo este acto de santidad, los novios recibieron un caudal de bendiciones, con el potencial necesario, para llevar adelante un hogar, colmado de armonía, felicidad y alegría para ellos y sus descendientes. La pareja se asociaba a Dios en la obra de la creación.
El Rabino Principal de Jerusalem tomo la palabra.
–Para elevarnos espiritualmente, contamos con las anteriores, y especialmente tenemos la actitud de aplicarnos con fidelidad al cumplimiento de los preceptos que el Eterno nos ha ordenado en Su Torá. Estas prácticas que le acabo de decir es casi la descripción de lo que permite identificar a un verdadero jasid: conducta idónea de acuerdo a la halajá, estudio de Torá, rezo, grupo edificante y asidua práctica de todos los preceptos.
Era una visión esperanzada de la vida, el regocijo manifestado a diario y el especial apego a las enseñanzas de algún benemérito maestro de Torá.
Rachel y David se miraron a los ojos, Rachel estaba sonrojada y David elevado, era el día más feliz de sus vidas. Por un segundo Rachel lo miro con temor, David desvió la mirada. Rachel aun no lo había perdonado del todo. David elevo el pie y rompió la copa en el suelo comprendiendo que el motivo por el cual se rompía un vaso al final de la ceremonia de boda es para conmemorar la destrucción del Templo de Jerusalén hace unos 2.000 años.
–En el momento del casamiento los novios son perdonados de todas sus transgresiones– dijo el Rab mientras Rachel lloraba.
La destrucción del Santo Templo tenía una extrema relevancia personal en la vida de los Jasidicos. Quebrar el vaso conmemoraba primariamente la caída de Jerusalén; sin embargo, también era un recordatorio de otra ruptura cataclísmica —la de su propio templo, su alma.
Tras la quebradura de la copa dio comienzo el ambiente festivo de las peregrinaciones: Salmos «de las subidas» y ambos bebieron de la copa de vino.
–¡Mazal Tov! – gritaron todos.
Porque ahora, retrospectivamente, aun la división de las almas era un motivo para estar alegres, porque eso los había conectado con la posibilidad de verdadera profundidad y significado.
La gente se levantó, se agarró por los hombros y se puso a cantar balanceándose de un lado a otro como si estuvieran en un barco. Los novios se sentaron en sillas en medio de la plaza blanca, espalda con espalda, descalzos cada uno lleva en una mano un zapato negro y en la otra uno blanco. En la boda todos tenían que danzar hasta convertirse en una espiral envolvente, perdiendo por unos momentos unos dentro de otros hasta que la dirección fuese reencontrarse en el centro. En los bailes Jasidicos a este movimiento en la danza se le llamaba también Teshuva ?arrepentimiento?, pues los hombres se dirigían hacia el arrepentimiento en pequeños pasos que se hacían del movimiento corporal un medio de expresión de la interioridad. Seguros y vibrantes por la envoltura Divina. La danza salía a relucir en ocasiones de regocijo como en una boda, o en alguna de las festividades prescritas, o en otras ocasiones en los cuales se considerase halájicamente pertinente la danza.
Cuando el Templo estaba siendo construido, el trabajo fue dividido entre varios sectores de la población. La construcción del Muro de los Lamentos Occidental quedo a cargo de los más pobres, y ellos trabajaron duro para construirlo, pues no podían contratar trabajadores para construir por ellos. Cuando el enemigo destruyo el Templo, se dice, que ángeles descendieron del cielo y protegieron al Muro construido por los más pobres, que nunca debería ser destruido. Por ello
era importante invitar a los pobres de la ciudad. Cientos de mendigos se sentaron alrededor de las mesas con manteles de plástico servidas con lo más sabrosas ensaladas y el mejor vino.
Cuando el momento de entrar a este mundo se aproximaba, Dios rompió una sola alma en dos partes, una masculina y una femenina. Esas dos medias almas venían al mundo con la misión de encontrarse una a otra y reunirse. La división parecía trágica e incomprensible. ¿Por qué crear fragmentación donde una vez hubo algo completo? ¿Por qué romper algo sólo para poder pegarlo? Y si ellos debían estar juntos, ¿por qué Dios no los dejó juntos?
El único antídoto para la fragmentación era la unidad. Y la unidad más profunda es experimentada en una boda. Toda boda es una curación, un remendar un alma fragmentada, una reconstrucción de Jerusalén en miniatura. Nuestros Sabios nos enseñan: ?Quienquiera celebra con un novio y una novia, es como si hubiera reconstruido una de las ruinas de Jerusalén?. Cuando las almas gemelas se reúnen en un santo matrimonio, una energía de amor y unicidades generada, elevando el mundo y acercándolo un paso más para enmendar su rota relación con Dios.
El calendario y todos los preceptos religiosos Jasidicos no hacían otra cosa que señalar la reunión de estas dos mitades.
El Rab Mijael estaba feliz, como si una roca se hubiera librado de su pecho, pero se preguntaba que iba a suceder con la criatura que iba a nacer, cuál iba a ser su historia, que historia le iban a contar sus padres.
Uno de los mendigos elevo su copa y grito.
–La Torá no hace una distinción entre un judío y otro; la alegría proviene de la ascencia de la Torá, que es igualmente pertinente a cada judío. Si nosotros estuviéramos celebrando Simjá Torá a través del aprendizaje, la distinción entre un estudioso de la Torá y una persona simple se subrayaría; sin embargo, bailando juntos, el más grande de los grandes y el más simple de los simples son iguales…
David y Rachel no se podrían ver sino hasta el nacimiento de su hijo, David intento besarla, pero Rachel se dio la vuelta y luego lo miro sonriente.
Artículos Relacionados: