Netanyahu hace dos semanas atribuyó al Gran Mufti, (líder palestino, colaborador de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial), la autoría del plan nazi de exterminación de los judíos. Es sorprendente que el hijo de uno de los más eminentes historiadores del Siglo 20, haya podido expresar tal error garrafal, que, ante la tempestad de protestas que se armó, corrigió pocos días después.
Hubiese sido suficiente para Netanyahu expresar la verdad histórica: durante la Segunda Guerra Mundial los árabes fueron partidarios de los nazis, y el Gran Mufti, aunque no originó el Holocausto (planeado por Hitler desde antes de subir al poder) pidió al líder nazi que establezca en Nablus un campo de exterminio de judíos, y organizó regimientos de musulmanes que pelearon al lado de los alemanes.
Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, no planea, que yo sepa, construir un campo de exterminio de judíos en Nablus. Se limita a decir que en una Palestina independiente no habrá un solo judío e incita a sus ciudadanos a matar judíos. Sigue fielmente las enseñanzas del líder nazi Joseph Goebbels, cuya doctrina de propaganda ha adoptado: “Si expresas una mentira suficientemente grande y la repites constantemente, la gente llegará a creerla.”
Su tesis doctoral, posteriormente publicada como libro, “El otro lado: la relación secreta entre el nazismo y el sionismo”, niega el Holocausto y, paradójicamente, acusa a los sionistas de ser los responsables.
Su calumnia de que los judíos quieren destruir la mezquita al-Aksa, y su frase incendiaria, “cada gota de sangre derramada en Jerusalén es santa si ha sido derramada para Allah,” han causado hasta hoy el asesinato de doce israelíes y decenas de heridos.
Contra la más clara evidencia posible niega los atentados de los acuchilladores y acusa a los israelíes de plantar los cuchillos al lado de los “palestinos asesinados”. No contentos con eso, sus seguidores han revivido el libelo de sangre de la Edad Media, y acusan a los israelíes de “cosechar y comercializar con los órganos de los terroristas que fueron matados por las fuerzas israelíes.”
“¿No tiene usted sentido de decencia?” le preguntaron al Senador Joseph McCarthy, cuando sus calumnias y mentiras ya no pudieron ser toleradas. Ha llegado el momento de hacerle la misma pregunta a Mahmoud Abbas.
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