—Papi, no te vemos mucho. Pasas mucho tiempo de viaje en seminarios y hace mucho tiempo que no convivimos.
—¿Saben qué, niños? Este domingo va a ser “Domingo especial”. Y así fue.
Ese domingo se despertó temprano, los recibió con waffles y hotcakes. De ahí los llevó al parque. Jugaron con la pelota, corrieron, saltaron, ¡disfrutaron como nunca! Además de llevarlos al parque, ¡los llevó a las maquinitas! ¡Luego a comer pizza! Y para cerrar con broche de oro, ¿a dónde los llevó? ¡A tomar un helado! Llegaron a la heladería, pidieron sus helados y uno de los niños dijo a la señorita: “Un helado de vainilla con chocolate, por favor”. Y la señorita respondió: “Perdón, ya no hay chocolate”. Volteó el niño con su papá y le dijo, enojado y con ganas de llorar: “¡Este es el peor día de mi vida!”.
¿Saben lo qué sintió el papá? “Todo el día he estado dándote todo, llevándote aquí, trayéndote acá, jugando, etc., ¿y lloras por un helado?”
¡Y esto es lo que muchas veces hacemos con Dios! (Rab Charlie Harari).
Saludos.
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