El que no arriesga, no gana

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El riesgo es un factor esencial en todo lo que hacemos, desde los deportes que practicamos hasta la manera en que trabajamos e invertimos. Cierto, cada persona tiene un umbral diferente (hay quienes adoran especular con derivados del tipo de cambio y hay quienes sudan pensando en bonos del Tesoro), pero todos los seres humanos buscamos, una y otra vez, ese rush de adrenalina tan particular que nos da el atrevernos.

El asumir riesgos nos define como seres humanos, es lo que ha marcado el avance de la sociedad; prosperamos no a pesar de los riesgos que tomamos, sino gracias a ellos. Una especie de darwinismo social, la supervivencia del más valiente es lo que hace que el mundo camine.

Hoy más que nunca vivimos en un mundo donde asumir riesgos, como inversionistas, empresarios o como personas, es fundamental para sobresalir. Esto no quiere decir que si eres golfista te debes volver un profesional del bungee o que si eres un inversionista de bonos tienes que empezar a especular con el tipo de cambio; pero todos debemos de perderle miedo al miedo para poder aprovechar al máximo las posibilidades que se nos presentan todos los días.


Riesgo, simplemente definido, es la posibilidad de que las cosas no funcionen como esperamos, y existen tres maneras en que se puede afrontar: La primera es la evasión, hacer todo lo posible por no enfrentar ninguna situación fuera de nuestro control. Esto además de imposible (salvo que vivamos en una caja de cristal) es muy impráctico, ya que limita automáticamente todo lo que podemos lograr, nos limitaría a jamás emprender negocios propios o invertir en una cuenta de cheques perdiendo el valor de nuestro dinero.

Otra manera es la inacción, asumirlo sin ninguna providencia (a la macha), pagando todas sus consecuencias, por más costosas que sean; invertir sin respaldo, tomar créditos sin preocuparnos como los vamos a pagar. La tercera, y correcta, forma de enfrentarnos a lo inesperado es mediante una cultura del riesgo que nos permita asumir los riesgos de manera calculada para poder aprovechar las posibilidades que ofrecen y minimizar el impacto negativo que pueden tener. Esta cultura de riesgo, prácticamente desconocida implica asumir varias cosas:

Cuestión de semántica: A lo largo de la vida hemos aprendido que “riesgo” es sinónimo de “catástrofe”, hay que cambiar esta mentalidad. El atrevimiento es una fuente de posibilidades y placer. Lo catastrófico no es asumir riesgos, sino enfrentarlos mal preparados.

Elimina el factor sorpresa: A pesar de que vivimos en un mundo crudo que nos ha hecho muy escépticos, afrontamos los retos de manera sobre-optimista: por más que sabemos que existen riesgos asumimos que “yo no lo voy a padecer”, por eso cuando se presenta una situación inesperada nos paralizamos. Si estás preparado mentalmente para enfrentar reveses es más probable que los puedas resolver.

Pon las cartas sobre la mesa: Antes de dar cualquier paso analiza los riesgos que enfrentas, tanto los que están fuera de tu control como los que vas a asumir conscientemente; evalúa el impacto que puede tener cada uno (en pesos y centavos) y los factores de los que depende. Aun cuando no puedas cuantificar exactamente cada situación, el tener un master plan te da la claridad para tomar decisiones más acertadas.

Elabora una estrategia: Una vez que tienes claros los riesgos que puedes, y quieres, asumir y el impacto que estos tienen, planea una estrategia para enfrentarlos ¿qué pasos puedes tomar para minimizar la posibilidad de que ocurran? ¿Vale la pena comprar un seguro?

Plantea escenarios: Como con cualquier estrategia, tu exposición al riesgo debe ser pensada con base en diferentes escenarios (desde el óptimo hasta el peor imaginable). Así puedes afinar y ajustar los detalles y asegurar, en la medida de lo posible, que funcione en el mundo real.

Aun con la mejor estrategia y preparación es imposible prevenir todos los reveses de la vida; siempre se van a presentar situaciones inesperadas de las cuales vamos a salir perdiendo, pero las personas y las empresas que están conscientes de que en esta vida hay que tomar riesgos calculados están mejor equipadas para maximizar el crecimiento de su negocio, el rendimiento de sus inversiones o la felicidad en su vida privada. Como bien dijo Winston Churchil: “Nadie ha ganado una batalla parado en la línea más segura”.

Fuente: Excélsior

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