Es que por más que me esfuerzo no puedo imaginarme un presidente que no lea, que al haber sido interrogado no haya podido citar ni siquiera un libro. Uno solo, nada, aparte de la idea inmediata, claro está, la Biblia, un acólito arrodillado.
No me cabe en la imaginación y por más que me desgajo surge el problema del lenguaje, cómo comunicarse o expresarse con cierta cordura cuando entre breves epitetos y una sonrisa entre divertida y traviesa Enrique Peña Nieto, ahora electo futuro Presidente de México, país que más que nunca necesita un alma sensible que sepa perfectamente entender lo que está pasando a su alrededor, entre su gente, tan crítica la crisis, el pueblo que por tanto tiempo ha padecido y ha aguantado hasta el máximo sin que haya tenido la comprensión que efectivamente puede ofrecer una buena lectura, un buen libro para estimular su creatividad, abrir mil y una puertecillas ahora totalmente clausuradas, extenuadas hasta
el desánimo porque para millones lo único que queda es la sabiduría de la eterna pobreza.
Escondidos para siempre en la paz porfiriana, por ejemplo Miguel N. Lira, Luisa Josefina Hernández o un Salvador de Quevedo y Zubieta para poder entender, por lo menos de dónde fue surgiendo esta intranquilidad que más adelante culminó con los escritos de la corte del dictador, Luis Benedicto o Adolfo Rogaciano Carrillo.
Ni qué decir que en el presente nadie piense más que en un plan de acción que conlleve al perfecto dictador, incierto, tan inútil como un emperador, niño bien, pipiris-nice, capaz de sobrellevar la carga del espejo, un Dorian Gray para verse y amarse, escucharse a sí mismo, los cientos y miles que en pleitesía se irán hincando, sí, sus mil y un caprichos personales mientras la lucha de clases se mantendrá todavía más abierta y separada.
Don Mariano Azuela y Emilio Abreu Gómez altos exponentes de lo que ya se estaba dando, Marcelino Dávalos y Ricardo Flores Magón entendiendo seriamente lo que era un levantamiento, un pelotón de fusilamiento, a diferencia de los mequetrefes que entran a la política con la eterna sonrisa ya que detrás del telón siempre hay alguien que los apoya, el soporte financiero, la lana, el lavado del dinero que a diestra y siniestra se desparrama, insulta, se esconde tras los bolsillos de los que ricachonamente yacen escondidos, al fondo, millonetas que conspiran eternamente contra un sistema tan podrido y en decadencia.
La división de clases que en México ha pasado a ser abismo, José Rubén Romero y los viejos ecos de la tan abyecta pobreza, Jesús Millán y Enriqueta de Parodi a la vez que se abrió tremenda brecha entre el problema de la tierra, ahora tan olvidada y reseca tan de imaginarse a lo Juan Rulfo, a lo María Luisa Ocampo, Mauricio Magdaleno y Magdalena Mondragón comiendo pobre, sin más realidad que los hacendados, uno de los indicativos de que el poder había caído en manos de unos cuantos.
Enrique Peña Nieto, sonríe ante el triunfo de su libro cuando no fue capaz, ni siquiera de nombrar un sólo libro, La silla del águila que a muchos se les cayó la cara de vergüenza cuando nombró el autor equivocado, para enseguida cubrirnos de ignominia, el que tantos millones de habitantes hayan ido a la urna, tanto voto dilapidado, tanta encerrona y constante pleito cuando de verdad debería de saber por lo que pugnó Isidro Fabela, Don Federico Gamboa o los fabulosos escritos de Hermilo Abreu Gómez.
Incendiario el tratar de decir que estamos jugando con fuego y espanto, claro está que muchos ya forman parte de ese núcleo tan corrupto, ladrón que roba a ladrón, desfachatado intento de quedarse uno con lo que se pueda, al cabo que en México todo se da, todo dividido entre unos cuantos, sin esclarecer nunca jamás los tantos asesinatos y secuestros, la sangre fría de los cínicos mientras millones siguen cubiertos de sangre coagulada, los indígenas en el desierto de la desolación, tan seca y siniestra como en Cananea y Río Blanco, el estallido de una Revolución verdadera que contenga a Bruno Traven, a Antonio Acebedo Escobedo, mil acciones de Abraham Sanchez Arce.
Para que vuelva a darse una nueva rebelión y un triunfo maderista hay que estar al día y no pasarse el tiempo haciendo hijos fuera del matrimonio o conquistando mujercillas que terminan siempre en decenas trágicas, anudados, al igual que Don Porfiro Barba Jacob o las novelas y cuentos de Luis Spota, conocedor profundo de lo que traía el cambio en su primer día.
Leer ayuda a la redacción y a que el progreso social y cultural traiga consigo algo positivo, no la dictadura del cuartelazo, tal y como la plantearon Gilberto Cantón o Gilberto Trujillo quienes enceguecidos de estrellas se las ingenieron para traer a colación lo que históricamente se estaba dando.
Y si el míster es un ignorante bruto que no sabe nada del zapatismo o del villismo, ni entiende ni quién fue Fernando Benítez ni Francisco Urquizo, pues nada valió la pena.
Quienes salieron a votar que se tapen las orejas y no chillen cuando llegue el barullo, que no cabe en cabeza humana qué los indujo, las tantas y malas rebeliones huertistas, las invasiones que en boca de Jorge Ibargüengoitia forzaron una sonrisa, Jose Mancisidor, Don Agustín Yañez y el vasconcelismo más efervescente.
No cabe duda que que es necesario saber de soldaderas y mujeres revolucionarias y cuestiones petroleras como con Gerardo de la Torre o Xavier Icaza, de memorias infantiles y un sin fin de correrías que se han quedado en el pues sí, el libro que he leído es la Biblia, ni siquiera completo, un capítulito, una fracción, una versión que nadie entiende y todos azorados como aplaudiendo al verlo pasar, tan ignorante y sin conocimiento porque quiero decir que leer un buen libro es lo que nos da el alma, la sed de conocimiento que nos empuja a progresar, la creatividad perenne para de verdad construir un país mejor, más completo e igualitario, una exploración mental, imaginativa que parece ser no le fue dada
a Enrique Peña Nieto.
Lo peor de todo está por venir, la infame ofrenda de los medios de comunicación que en charola de plata intentan mantener los elementos necesarios para que México siga pudriéndose en la ignorancia y un servilismo inaceptable.
¡Que no se acallen las voces ni los movimientos y de una buena vez se mantengan los ojos bien abiertos!
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