El Yemen y los límites del poder saudí

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El pasado día 9 la Agencia de Cooperación en Seguridad del Departamento de Defensa estadounidense anunció que había sido aprobada la posible venta de 153 carros de combate M-1 Abrams y 20 vehículos de recuperación M-88 Hércules a Arabia Saudí. La autorización política de las exportaciones de material de defensa se trata de un trámite obligatorio en Estados Unidos. El anuncio habla en condicional porque, a pesar de la autorización, a veces los países se quedan sin el presupuesto para efectuar la compra o cambian de criterio.

El texto del anuncio es siempre interesante porque proporciona datos relevantes sobre las adquisiciones de países que suelen ser muy discretos en sus compras, como es el caso de los del Gran Oriente Medio. En este caso encontramos con que 20 de los 153 carros de combate son “reemplazos de daños de combate”. Esto es, tenemos aquí el reconocimiento de que Arabia Saudí ha perdido 20 M-1 Abrams en combate.

Sabemos, por los numerosos vídeos difundidos, que se trata de pérdidas de guerra sufridas en la frontera de Arabia Saudí con el Yemen y en el interior de este último país. Precisamente dos días antes del anuncio, el domingo 7, se cumplieron 500 días de la intervención militar de la coalición liderada por Arabia Saudí en la guerra civil del Yemen. Se trata de un conflicto armado que ha pasado bastante inadvertido en Occidente, posiblemente por no haber ningún país occidental implicado directamente en el mismo, pero que está generando un grave sufrimiento a la población civil del país más pobre de la Península Arábiga y que no tiene visos de resolverse por el fracaso de las negociaciones de paz.


El conflicto arrancó como un nuevo episodio de la insurgencia de las fuerzas zaidíes, una corriente chií que practica casi el 40% de la población yemenita, que en 2004 se alzaron contra el Gobierno del país. Los zaidíes se sumaron a las protestas durante la Primavera Árabe que pidieron la renuncia del presidente Saleh, que llevaba en el cargo desde 1990. Y aprovecharon la inestabilidad política para hacerse fuertes en la gobernación de Sadah, una región del norte que hace frontera con Arabia Saudí.

En medio de las protestas contra el Gobierno del presidente Hadi, las fuerzas zaidíes avanzaron desde sus dominios septentrionales y en septiembre de 2014 tomaron Saná, la capital. Tras ser sometido a arresto domiciliario, Hadi logró huir al sur del país en febrero de 2015 y dijo la capital de manera provisional en Adén. Abdul Malik al Huzi, líder de los zaidíes, llamó a la movilización general para la guerra y las fuerzas leales al expresidente Saleh se pusieron de su lado.

Hadi tuvo ocasión de pedir apoyo para su causa en la cumbre de la Liga Árabe celebrada en marzo de 2015. Arabia Saudí organizó entonces una coalición internacional, a la que se sumaron Kuwait, Qatar, Baréin, Emiratos Árabes Unidos, Marruecos, Jordania, Egipto y Sudán, y lanzó la operación Tormenta Decisiva. Aviones de combate de los países miembros de la alianza bombardearon objetivos en el Yemen. Además, la coalición obtuvo permiso de Eritrea para establecer una base logística en su territorio. El 21 de abril de 2015 se anunció el fin de las operaciones militares en el territorio yemení. Pero los ataques aéreos prosiguieron a los pocos días, en que Marruecos perdió un F-16C.

Las sucesivas ofensivas terrestres hacia Saná, anunciadas cada vez como el empuje definitivo por la coalición árabe que apoya a Hadi, nunca lograron su objetivo. Las fuerzas irregulares zaidíes han penetrado en territorio saudí, demostrando la debilidad del despliegue militar capitaneado por Riad. La constante en el conflicto han sido los bombardeos saudíes sobre Saná, que han producido víctimas civiles. Según Naciones Unidas, los bombardeos son responsables de dos tercios de las víctimas civiles del conflicto. Además, se ha visto afectado el casco histórico de la ciudad, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Arabia Saudí se ha convertido en el mayor importador de armas del mundo, por delante de la India y China. En 2014 sus contratos, combinados con los de Emiratos Árabes Unidos, otro país muy implicado en el Yemen, sumaban más que todos los de Europa Occidental. La evidente aspiración de Arabia Saudí es contrarrestar el poder de Irán, de ahí que alistara una coalición de países suníes. La guerra en el Yemen es otro tablero de la particular partida geopolítica que Riad y Teherán juegan en la región. Armas iraníes han sido interceptadas camino del Yemen, donde además se han empleado cohetes iraníes o desarrollados con ayuda iraní.

Las ambiciones saudíes de hegemonía militar en el Golfo Pérsico y de liderazgo entre los países suníes quedan en entredicho por los resultados que está cosechando en el Yemen. La ofensiva saudí en el norte no sólo logró escasos resultados, sino que ha terminado derivando en incursiones yemeníes sobre su propio territorio. La abundancia de víctimas civiles en los bombardeos saudíes son un reflejo de las limitadas capacidades de la inteligencia militar saudí o, peor aún, de criterios incompatibles con las leyes internacionales a la hora de llevar a cabo una guerra. Considerando que la fuerza aérea saudí requiere del mantenimiento y las municiones que le procuran empresas estadounidenses, el Gobierno de Obama tendría margen para ejercer algún tipo de influencia sobre Riad.

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