¿Existe el “Teatro Yiddish”?, 1ra. parte

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Mi madre Pola Bialik (Z”L), nació en la ciudad de Kowel. Su padre, mi zeide, un hombre de estatura pequeña, pero grande en cultura e inquietudes salió de su natal Polonia, para venir a “hacer la América”, dejando a mi bobe a cargo de su pequeña hija. Fue así, como “Polinka” se fue a vivir con su madre a casa de su abuelita y sus cuatro tías.

Este episodio lo recordaba mi mamá cuando le preguntábamos sobre su infancia, pero lo recordaba sin dolor. Para ella, el haber vivido con sus cuatro alegres tías fue una experiencia no solamente feliz, sino sumamente enriquecedora.


En el pueblo en el que vivieron no había riquezas ni lujos; la casa que habitaban apenas alcanzaba para que ella durmiera en un sillón junto con su mamá. Sin embargo, la riqueza estribaba en la intensa vida cultural que llevaban: constantes lecturas tanto en Yiddish, como en polaco y ruso. Se contaban cuentos, bailaban entre ellas, pero lo que más disfrutaba Polinka, era cuando sus tías asistían al teatro y llegaban felices a representar en la casa, utilizando una sábana como vestuario, y el patio como escenario, alguna de las obras que el teatro Yiddish- que era itinerante- había escenificado en esa ocasión.

El Teatro Yiddish, tiene una tradición que se remonta a finales del siglo XIX. Ya desde el siglo anterior, habían surgido un sinnúmero de movimientos y formas de pensar que transformaron e incluso, convulsionaron al mundo: revoluciones, la emancipación, persecuciones, migraciones… todo lo cual contribuyó a la realización de grandes cambios en la vida social, política y económica no sólo de los judíos, sino de la población en general.

La “Haskalá” o Iluminismo, fue uno de los movimiento surgidos en Europa Occidental, durante el siglo XVIII; ya a mediados del 1800, empezó a permear también entre los judíos menos cercanos a la tradición religiosa de Europa Oriental, al tiempo que éstos éstos empezaban a abrazar la vida secular. Hasta ese momento, fuera de las obras llamadas “Purim Shpiln” (representadas en la fiesta de Purim), el teatro había estado prohibido para los judíos, pues los Rabinos lo consideraban como algo pagano por las imágenes que representaba, y porque en las obras seculares se incluía en la actuación tanto a hombres como a mujeres.

Hacia el año de 1876, Abraham Goldfaden (considerado como el padre del teatro judío moderno), ya conocido en ese entonces por sus múltiples poemas y canciones, fue invitado a la ciudad de Jassy, en Rumania para presentar una comedia musical – escrita, producida y dirigida por él. Gran éxito tuvo esta comedia, la primera en su género secular, hablada en Yiddish, y con el peculiar humor judío que caracterizó a Goldfaden. El actor (y cantante) principal fue Israel Grodner- conocido como “Srolik papirosnik“, ya que siempre salía a escena con un cigarrillo entre los labios.

El padre de Goldfaden, judío religioso pero contagiado por las ideas de la Haskalá, propició que desde pequeño, además de asistir al “jeider” Abraham recibiera lecciones de ruso y alemán, interesándose éste desde muy joven en el teatro clásico. Su vasta cultura, le permitió conocer de cerca el alma del pueblo, sus sentimientos, sus emociones y sus carencias, vertiendo esta serie de sentimientos y emociones en sus diversas obras.

Las primeras fueron: “Di tzvei sheines” די צוויי שיינעס” “,( Las dos vecinas), y “Di mume Sosfe” ” די מומע סאספע” – (La tía Susy”)

En ellas, pretendía que la gente se divirtiera…que dejara “en casa” sus lamentos y preocupaciones, y con las monedas que pagaban, pudieran tener un rato de sana distracción en el teatro.

El éxito de las obras de Goldfaden que incluían comedias y operetas, lo llevaron con su “troupe” a diferentes ciudades y países europeos: Rusia, Polonia e incluso Londres, convirtiéndolos poco a poco, en la mayor diversión esperada por los judíos de la moderna Europa del siglo XX!

Continuará…

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