Gilly: la espiral del tributo

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En medio de la galopante partidización, cuando no sectarización intelectual de la izquierda en México, resulta alentadora la lectura de los ensayos reunidos por Adolfo Gilly en Estrella y espiral (2023), último libro que publicó en vida, a cargo de la editorial Era. Se trata de un conjunto de homenajes a héroes y amigos que acompañaron su obra historiográfica, ensayística y militante.

El primer tributo del libro está dedicado al historiador Friedrich Katz, estudioso de las tramas diplomáticas entre la Revolución mexicana y la Primera Guerra Mundial y biógrafo de Pancho Villa. Como Gilly, Katz fue de esos historiadores trotamundos, con una biografía tan fascinante como la de sus héroes revolucionarios.

Nacido en Viena en una familia de comunistas judíos se asiló en México, gracias a Gilberto Bosques. Se enamoró del país y, aunque realizara sus estudios doctorales en Viena y Berlín, del lado de la República Democrática Alemana, su infancia y juventud mexicanas moldearon sus intereses académicos e intelectuales. Gilly vio en Katz una entrega a los estudios del México revolucionario como modo de vida.


Otro homenaje de este libro es al sacerdote guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo, que Gilly conoció en 1965, en Bogotá, camino a Montevideo, luego de su experiencia con el Movimiento 13 de Noviembre, la guerrilla trotskista guatemalteca encabezada por Marco Antonio Yon Sosa. El tema de la conversación con Torres fue, desde luego, el cristianismo y la guerrilla, pero el tono del intercambio alcanzó un altísimo nivel antropológico.

A Gilly le pareció que Torres, sin haber leído a Frantz Fanon, formulaba una tesis parecida sobre las facultades purificadoras de la violencia revolucionaria entre los campesinos católicos colombianos. La lucha por la tierra era para ellos un gesto de defensa de la vida y la naturaleza y, también, una reafirmación en la fe.

En su último libro, Gilly insertó un ensayo que escribió para un libro colectivo, coordinado por el académico del CIDE, José Antonio Aguilar Rivera, sobre Octavio Paz. El ensayo arrancaba con un recorrido por las relaciones del poeta mexicano con André Breton y el surrealismo, pero rápidamente se desplazaba al testimonio de gratitud de Gilly con Paz por la solidaridad de éste cuando el historiador estuvo preso en Lecumberri.

Cuando en febrero de 1972, Paz publicó en Plural la Carta a Adolfo Gilly, en la que glosaba y comentaba La revolución interrumpida (1971), el historiador lo comprendió como “un gesto gratuito y generoso”, pero también como “un anuncio de que las puertas ya pronto se abrirían”. A “la espiral de la conmemoración” de Paz, Gilly respondía con su propia espiral de la gratitud.

No podía faltar en este libro la evocación de Victor Serge, después de Trotski, desde luego, el más brillante trotskista radicado en México a mediados del siglo XX. Además de perfilar con justicia la figura de Julián Gorkin, tan frecuentemente vapuleado en los debates historiográficos de la Guerra Fría cultural, Gilly encuentra en Serge la coherencia del trotskista que cuestiona, paralelamente, el fascismo y el estalinismo.

Cierran este pequeño e intenso volumen otros tres homenajes: a Bolívar Echeverría, el filósofo ecuatoriano afincado en México, con quien lo unió la admiración por Walter Benjamin y el empeño de una “historia a contrapelo”; a Juan Gelman, su compatriota poeta que, como Echeverría, falleció en la Ciudad de México, en 2014; y Luis Villoro, el filósofo catalán-mexicano, que compartió con Gilly la utopía indigenista y comunitaria de los zapatistas en Chiapas.

Los cuatro, exiliados iberoamericanos que hicieron de México su país en medio de luchas sociales y políticas que, en el caso de Gilly, lo llevarían a la cárcel por seis largos años. En buena medida, la espiral y la estrella, en el título de este testamento de Adolfo Gilly, son alegorías de la memoria y el tributo.

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