Iom Kipur: volver a la ética de solidaridad

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El domingo 24 al atardecer comienza el Iom Kipur (conocido en español como “Día del Perdón”) y se extiende hasta el anochecer del lunes 25. ¿Cuál es el secreto de la supervivencia de esta festividad hebrea durante casi tres mil años? Trataremos de dar algunas hipótesis sobre su vigencia en épocas tan distintas y en geografías tan disímiles.

Pocos días en la liturgia universal son de tanta solemnidad como el Día del Perdón. Se trata del día más sagrado del calendario hebreo y está dedicado por entero a la vida espiritual en la sinagoga, a la plegaria intensiva, a la meditación y a la recordación de los fallecidos. La fecha recuerda el día que Moisés consiguió el perdón Divino luego de 40 días de ayunos y ruegos.  El Iom Kipur también está precedido por una época de reflexión equivalente a la que realizó Moisés.

Todo judío religioso sabe cuál es el ritual del Día del Perdón, e igual ve siente la necesidad de repetirlo cada año. ¿Cuál es el misterio de esta festividad que pudo perdurar por milenios en una sociedad que nos parece antigua una tecnología de apenas una década?  ¿Cómo es posible que plegarias y oraciones que datan de muchos siglos de antigüedad, escritas en contextos tan diferentes, puedan conmover a los seres humanos modernos? Quizás resida en que es una conmemoración dedicada a formular las grandes preguntas de la existencia humana en el universo.  A responder a la necesidad que tenemos los seres humanos de repensar el pasado y el futuro y volver a la senda moral. Nuestro pasado está siempre presente en nuestro futuro.


El autoanálisis del balance del alma constituye una de las características principales de esta fecha, y para conseguir ese estado se prescinde, por unas 26 horas, de todos los placeres materiales de la vida. “Un hombre que se arrepiente -dice Erich Fromm- es un hombre que regresa” El perdón divino no es un regalo, sino una meta que debe conquistar el ser humano al volver a lo mejor de sí mismo.

El Iom Kipur nos interroga sobre el sentido profundo de nuestra vida. Al respecto se cuestionaba el cabalista Yehuda Ashlag con una pregunta inquietante que deberíamos hacernos siempre: ¿Nuestra existencia beneficia a la humanidad?

En Iom Kipur nos recordamos de las palabras del profeta Isaías, quien proclamó que no es el ayuno que purifica las personas sino los actos de solidaridad con el prójimo.

Emanuel Lévinas, siguiendo a los profetas de Israel,  señala la tragedia del hombre no procede de sus limitaciones y de la inexorabilidad de la muerte; más bien debe ser encontrada en la injusticia, que nosotros como género humano producimos.  O en la indiferencia ante el dolor de otros seres humanos.

¿Cómo es nuestro mundo actual? Mientras se destruye nuestro hábitat natural por la sobreexplotación;  según el  informe de la FAO,  ha aumentado, después de la pandemia,  el número de personas que pasan hambre que los calcula -para 2022- entre 691.000.000 y 783.000.000 (de los cuales 148.000.000 son niños de hasta 5 años con inseguridad alimentaria) mientras que, por otro lado, se tiran a la basura diariamente toneladas de comida; a lo que hay que agregar que miles de personas mueren por año por enfermedades prevenibles; entre otras tantas injusticias que vivimos diariamente.

En nuestro mundo se impone definitivamente retornar a la ética de la solidaridad que nos la recuerda el Iom Kipur.  En el mismo sentido se expresó el Papa Francisco cuando recriminó a la humanidad señalando que estamos la época de la “globalización de la indiferencia”.

Finaliza el Día del Perdón con la “¡Jatima tova!”, que significa “¡Buena firma!”. Simboliza el deseo de cada personal sea refrendado por el Señor con una rúbrica afirmativa en el Libro de la Vida y  en un mundo más justo.

(*) Presidente del CIDiCSef.

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