También Israel tiene a sus “indignados” y prosiguen, por tanto, las manifestaciones de protesta social que desde hace tres semanas han inundado las calles y plazas de numerosas ciudades israelíes. Contra la percepción que se tenía de que los ciudadanos de Israel habían caído en una apatía política difícil de neutralizar, hoy el país registra las concentraciones populares más nutridas y extendidas territorialmente de las que se tenga memoria. Además, a diferencia de las experiencias pasadas, esta vez no se trata de demandas que tengan que ver con el conflicto árabe-israelí y con asuntos relativos a la guerra y a la paz. En esta ocasión, el mensaje de las mantas y las consignas es otro: se protesta por condiciones laborales, económicas y sociales percibidas como injustas, equivocadas y perjudiciales para la gran masa de gente que integra las llamadas clases medias, precisamente los sectores más productivos y más desproporcionadamente afectados por el peculiar y desequilibrado sistema fiscal y de subsidios que rige en el país.
Algo que se ha venido perfilando cada vez con más nitidez a lo largo de este proceso es la centralidad de las mujeres en él. Luego de un principio un tanto amorfo, en el que no existían liderazgos definidos, poco a poco han ido apareciendo voces y caras representantes del movimiento de protesta ante las autoridades y los medios de comunicación. Y esas voces y caras son de mujeres, principalmente; mujeres que, si bien tienen detrás un sólido apoyo masculino, llevan la voz cantante al encarnar ellas, como género, el segmento demográfico más afectado por las políticas vigentes, y tener, al mismo tiempo, la capacidad de tomar las riendas del movimiento.
Sus reclamos se orientan sobre todo al statu quo imperante en el que sus intereses y reivindicaciones han sido tradicionalmente menospreciados. Y es que en un país en el que ha privado un estado de guerra casi permanente, como es el caso de Israel, el ejército y las áreas de seguridad e inteligencia han recibido un trato enormemente privilegiado en lo que respecta a recursos, subsidios y preferencias, situación también replicada en lo que respecta a la política de construcción de asentamientos en Cisjordania y a subsidios a sectores religiosos ultraortodoxos con alta capacidad de presión política.
Las mujeres israelíes, hoy en pie de lucha, expresan muy concretamente lo que demandan: una serie de cambios de prioridades en el sistema nacional a fin de que dejen de ser ellas y sus familias quienes paguen el altísimo costo, económico, social y emocional, de los privilegios de otros. Por ejemplo, demandan que el Estado sea congruente con su política de aliento a la natalidad, proporcionando al mismo tiempo servicios que en efecto permitan a las mujeres ejercer su maternidad de manera digna en el entorno social y laboral. Protestan por el hecho de que el costo de las guarderías y la educación preescolar sea mayor al de la educación universitaria, y que las condiciones de trabajo establecidas por el sistema no contemplen beneficios y licencias para las mujeres que en cambio sí rigen para los varones en su desempeño del servicio militar y de la reserva.
En síntesis, las demandas enarboladas en la actualidad por los manifestantes israelíes (mujeres y hombres) pretenden una restitución actualizada de los elementos más preciados de lo que fue el modelo israelí del Estado benefactor en donde se contrarresten los efectos del capitalismo salvaje, para el cual sólo valen los individuos productores y los políticamente redituables. La intención es que el Estado reconozca que sus ciudadanos no son individuos aislados, sino seres que en la mayoría de los casos tienen padres, a menudo ancianos, pareja e hijos, cuyas necesidades deben ser atendidas con sensibilidad y respeto, y sin que por encima de ello prive la fría productividad laboral. El mensaje es, en ese sentido, cada vez más claro y ambicioso, pues no se trata ya más de un asunto de precios y carestía, sino de los valores fundamentales sobre los que se base la estructuración de las funciones del Estado y de la vida ciudadana en Israel.
Fuente: Excélsior
Artículos Relacionados: