El miércoles 19 de julio de 2023, Itzjak Herzog, presidente de Israel, fue recibido en el Congreso de los Estados Unidos de América. Para los israelíes y los judíos en general, esto constituye todo un evento. Haber estado despojados de suelo patrio por dos mil años cataliza la emoción de saberse parte del mundo, del concierto de las naciones. Y mucho más cuando se ocupa una posición de respeto y prestigio.
El mensaje de Herzog fue muy claro. Destacó el vínculo entre Estados Unidos e Israel, basado en profesar valores comunes de libertad y democracia. La amistad entre los pueblos. El agradecimiento de Israel al apoyo y ayuda americanos. El compromiso de luchar contra males que son comunes a ambas naciones. Herzog fue educado y contundente.
Quizás algunos esperaban otra cosa. Pero, ¿qué otra posición se puede esperar de Israel respecto a la amenaza de un Irán con capacidades nucleares? El tono de Herzog fue distinto al del primer ministro Benjamín Netanyahu, pero el contenido fue básicamente el mismo.
Herzog resaltó el peligro que significa un Irán con armamento atómico para el mundo y para Israel. Afirmó la necesidad de unir esfuerzos para evitarlo. Y se reservó el derecho de Israel de actuar, si su seguridad y existencia estuvieran amenazadas. Nada nuevo. ¿Es que Israel puede decir y hacer algo distinto? No. Es obvio.
La figura del presidente en Israel ha ido cobrando importancia en la medida en que las mayorías parlamentarias dejaron de tener fuerza y las coaliciones perdieron el dominio de otrora. La jefatura de Estado, y con ella la responsabilidad de las relaciones exteriores, recaen en el primer ministro. El primer ministro asume y es removido en cada elección, y los períodos entre elección y elección se han ido acortando. El presidente dura un lapso completo de siete años, y los últimos presidentes han sido personas de trayectoria y peso político como Shimón Peres, Reuven Rivlin y ahora Itzjak Herzog. Este último, nieto del primer Gran Rabino de Israel, hijo del también presidente y general Jaim Herzog, y sobrino político del primer y legendario canciller de Israel, Abba Eban.
La coalición actual del primer ministro Netanyahu no las tiene todas consigo. La propuesta de reforma judicial ha desatado una ola de protestas sin precedentes. Un agrio clima político ensombrece el país. Demasiados enfrentamientos y amenazas que se traducen en debilidad intrínseca del país todo. Los gobiernos amigos de Israel se manifiestan en contra del primer ministro, y hasta boicotean a algunos miembros de su gabinete. También Estados Unidos. Una inusitada preocupación repentina por la democracia israelí y su destino, en caso de ser llevada a cabo la susodicha reforma judicial.
Una nota, hasta graciosa, es el comentario estadounidense respecto al eventual establecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudita e Israel. Resulta que el gobierno saudí se preocupa por la reforma judicial y su impacto en el sistema democrático israelí, razón por la cual el establecimiento de relaciones está en veremos. Increíble el comentario, el eco que se le hace y el origen. Merecedor de una observación de Don Quijote a Sancho Panza en pleno siglo XXI.
Quizá la administración norteamericana llegó a creer que Herzog vendría con una posición distinta a la del primer ministro. Un primer ministro que aún no ha sido invitado a la Casa Blanca, en una muestra de desdén imperial que, al pretender debilitar a Netanyahu, empodera a sus enemigos, quienes en definitiva son también enemigos de Estados Unidos. No siempre la diplomacia americana acierta, y lo contrario tiende a ser lamentable.
Para tranquilidad de Israel, la posición y el mensaje de Herzog fueron claros y precisos. Hay profundas divisiones en la sociedad israelí, un debate amargo e inconcluso respecto a muchos temas, pero en asuntos de supervivencia y seguridad no hay lugar para divisiones ni contradicciones. La invitación a Herzog resultó un éxito para todos en Israel, incluso para el algo vapuleado primer ministro.Israel no puede darse el lujo de flaquear. Primer ministro o presidente, en Israel siempre hay dirigente.
El mensaje del presidente israelí fue brillante, pero los estadounidenses tienen al suyo que no está ni siquiera a la altura de la rodilla del israelí, tiene en su política general la posición más retrógrada desde la época del manicero Carter, anti judío, esclerótico y desagradable, D’s salvé a Estados Unidos