La destrucción del 9 de Av y el factor humano.

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Reflexión

¿Para qué necesito la multitud de sus ofrendas, dice el Eterno? Harto estoy de carneros
de ofrendas de asención, y no deseo la grasa de animales cebados ni la sangre de los toros,
ovejas y cabras. Cuando ustedes vienen a presentarse ante Mi, ¿quién pidió eso de ustedes,
que pisoteen Mis patios?
Libro de Isaías capítulo 1, versículos 11-12

El judaísmo y los judíos.

Siempre, existe una distancia entre la ley que debe aplicarse, o los mandamientos que deben respetarse, y el ser humano encargado de llevarlas a la práctica. Si pensamos  que los preceptos de la Torá son perfectos, pero deben ser ejecutados por una persona que es imperfecta. Ahí tenemos un verdadero problema.


Y el punto se complejiza mucho más, si reflexionamos como un ente infinito y teóricamente perfecto, crea un mundo que por su propia naturaleza es siempre imperfecto. Un mundo lleno de pecados o errores, y de tantos otros males que requieren ser modulados o rectificados en forma constante y en ocasiones castigados a los fines de producir un aprendizaje individual e incluso de todo el colectivo en su conjunto.

No cabe duda, y como algunos afirman, que podría haber cierto grado de imperfección en Él. Pero no una imperfección del tipo que nosotros los humanos denominados como tal, es decir, un defecto o una carencia de algo, o una necesidad imperiosa a los fines de poder subsistir y continuar existiendo.

Las respuestas.

Las respuestas a la pregunta inicial siempre son limitadas. De hecho, algunos sabios afirman que la idea de la creación tiene que ver con una característica de bondad del Creador, o el deseo de tener una morada justo aquí en lo bajo de la materialidad.

Obvio, la idea de espiritualizar la materia, por intermedio de una criatura que no tiene contacto directo (por lo menos en el presente) con su fuente creadora, impresiona siempre una tarea destinada al fracaso individual o colectivo, ya que la parte material o física puja en las más de las veces, con mucha más fuerza que el Decálogo y todas las leyes entregadas, que deben ser instrumentadas en una realidad que para nosotros los finitos, se nos presenta en ocasiones compleja y maquillada. O recubierta de infinitud de máscaras o apetencias que en definitiva son solo espejismos de cual va a ser nuestro destino final común, por lo menos en lo material, terminando todos sin excepción en ese osario común, y volviendo a entregar a la tierra aquella materia de la cual hemos sido formados.

La conexión de Av.

Av también puede traducirse como Padre. Nuestro Padre o Hashem o Creador del Universo, que una vez mas, nos indica o alecciona donde se encuentra el error o el equívoco.
Dice el profeta en el versículo 23: “Tus príncipes se han convertido en rebeldes y secuaces de ladrones, todos aman el soborno
y persiguen las recompensas. No hacen justicia al huérfano y ante ellos no llega la demanda de la viuda”.

Las ofrendas, sin justicia social.

Las ofrendas sin justicia social, y amor y un respeto profundo por el prójimo, solo es percibido como un soborno y verdadera abominación por parte del Eterno.
Y esto vuelve en el versículo 17: “Aprendan a hacer el bien, procuren la justicia, reivindiquen a la víctima, hagan justicia al huérfano y defiendan a la viuda”.

El que avisa no traiciona.

Y esta es la función o el trabajo de los profetas. Amonestar y advertir sobre las faltas humanas, que, de no ser rectificadas a tiempo, acarrean infortunios y destrucción. Y es en este punto donde vemos la semejanza de la relación del Padre Celestial con sus hijos, en sintonía con la idea del padre biológico que alecciona y educa o en ocasiones castiga (muy a su pesar) a sus hijos, a los fines de evitar que estos vayan por el camino del mal, que D’os desaprueba, activando la medida de la justicia (o del rigor) que abre la puerta a enfermedades o situaciones de alto voltaje destructivo.

Pasajeros en tránsito. Un final.

Con un último esfuerzo, trato de encontrar las palabras adecuadas para cerrar este escrito. Poder conectar todos los bordes y todas las aristas. El misterio de la creación y de la vida, el deseo divino de poder transitar el mundo como un pasillo que conduce a otro atrio o lugar que sería el definitivo. Pasajeros en tránsito que tienen” la hoja de ruta”, pero al mismo tiempo, hay estaciones, intenciones, obstáculos, pruebas e incertidumbres. No nos faltan los errores y los horrores. En ocasiones, castigo, dolor, aturdimiento y confusión.

Como final, y a la espera de este 9 de av(que expone el sufrimiento de dos perdidas descomunales) podemos preguntar/nos muchas cosas, pero al mismo tiempo y no contradice, debemos aceptar que hay misterios que aún el Todopoderoso no desea revelar/nos.

Hashem pone las reglas, la relación es asimétrica, y nosotros debemos aceptar el desafío de jugar la partida, aún jugando en desventaja. Nos apoyamos en su eterno amor, y que en el problema se encuentra la solución.

Al final de esta Parashá o primer capítulo del libro de Deuteronomio, y la correspondiente Haftará o lectura de los profetas, el final se declara como promisorio y en el versículo 27 dice:”Tzión será redimida con justicia y los que retornan a ella con rectitud”.

En las fuentes está escrito:” Todo el que se conduele por Ierushalaim tendrá el merito de verla en su consolación”.

El Templo que fue llamado “La belleza de la creación humana”, solo funciona si va de la mano con virtudes morales que acompañan la belleza de la edificación, las piedras, los pilares y todo el oro y luz que impregnaba el lugar. Lo contrario no es deseable a la fuerza creadora y nada significa ni es apta para que allí resida la divina presencia.

Ya tropezamos dos veces con la misma piedra, seguramente la tercera será la vencida.

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