La guerra de los pasteles

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En 1827 se había celebrado un convenio con Francia, bajo el nombre de Declaraciones Provisionales, que sentaban las bases para el futuro arreglo de las relaciones entre ambos países. A través del barón Deffaudis, embajador francés, los comerciantes franceses avecindados en México enviaron una serie de reclamaciones, que fueron recibidas en París con alarma. Entre estas reclamaciones, se encontraba la del señor Remontel, dueño de un restaurante de Tacubaya, donde algunos oficiales del presidente Santa Anna, en 1832, se habían comido unos pasteles sin pagar la cuenta, por lo cual exigía ser indemnizado con sesenta mil pesos. Adicionalmente ese mismo año, un ciudadano francés había sido fusilado en Tampico, acusado de piratería, lo que tensó aún más las relaciones entre los dos países.

México, en 1836, había acabado la guerra con Texas y, llegado el año de 1838 aún no se había podido concertar un tratado definitivo, en virtud de que el representante francés, el barón Deffaudis no estaba de acuerdo con dos artículos del convenio. En consecuencia Deffaudis abandonó su misión diplomática en México y regresó a Francia, para volver al poco tiempo acompañado de diez barcos de guerra que apoyaban las reclamaciones de su gobierno. Fondearon frente a la isla Sacrificios, Veracruz, amenazando invadir el territorio mexicano si México no cumplía las condiciones que Deffaudis plasmó en un ultimátum, que vencía el 15 de abril, en que presentaba las reclamaciones de los súbditos franceses en México, por los perjuicios sufridos en sus personas y propiedades durante los movimientos revolucionarios ocurridos en el país


Como el gobierno mexicano de Anastasio Bustamante se negara a tratar con Deffaudis mientras hubiera fuerzas navales francesas frente a Veracruz, el comandante de éstas, almirante Bazoche, declaró bloqueados todos los puertos del Golfo, incautó a las naves mercantes mexicanas, comenzando un bloqueo que duraría ocho meses, desde el 16 de abril de 1838, y se rompieron las relaciones.

Al ver que México no cedía ante la presión de tener sus dos fuentes de ingreso fiscales bloqueadas, Francia envió en octubre veinte barcos más, con 4000 hombres de tropa, bajo el mando del contraalmirante Baudin, veterano de las guerras napoleónicas, con el carácter de ministro plenipotenciario del gobierno francés quien se reunió en Jalapa con el ministro de relaciones interiores y exteriores de México, don Luis G. Cuevas para efectuar negociaciones.

En el último proyecto de base para el arreglo, el plenipotenciario reclamaba del gobierno mexicano la celebración de un tratado de amistad, comercio y navegación entre los dos países que concediera derechos preferentes a los franceses

Además México debería pagar a Francia, en el término de treinta días, la cantidad de 800,000 pesos que se aplicarían del modo siguiente: 600,000 para la liquidación general de los daños sufridos por los franceses y 200,000 por indemnización de los gastos de la flota francesa anclada en la costa mexicana.

Como no fueron aceptadas tales demandas por el gobierno mexicano el 27 de noviembre de 1838 la fragata almirante y 5 barcos más abrieron un fuego terrible contra San Juan de Ulúa. El castillo de Ulúa, cuya principal defensa debía consistir en la artillería, había quedado en un estado lamentable de abandono desde la independencia. Los montajes de las piezas se encontraban en la situación más deplorable. Se carecía de las municiones necesarias para mantener un fuego sostenido de los cañones de grueso calibre. Además la fortaleza no estaba construida con piedras, pero con un material coralino muy frágil que producía, al recibir las balas, unos fragmentos muy peligrosos para sus defensores.

El 28 de noviembre la escuadra francesa empezó a disparar sus cañones contra el fuerte, el cual contestó con gran vigor, causando graves daños en algunos buques. El repuesto de pólvora que debía de haberse colocado en lugar inaccesible subterráneo, se puso en una torre llamada “Caballero Alto” que no estaba suficientemente fortalecida. Allá fue a dar una bomba enemiga, volando el tal departamento y sepultando entre sus ruinas seiscientos hombres que componían la guarnición de aquel puesto. Voló a poco tiempo otro repuesto de pólvora. Entonces los pocos defensores que quedaron con vida, al mando del brigadier don Antonio Gaona capitularon.

El Gobierno, sin embargo, no aceptó la capitulación y envió, al frente de mil hombres, a don Mariano Arista, retirando a Gaona y a Rincón a Veracruz. Santa Anna, que estaba entonces muy humillado y vilipendiado en su hacienda, después de la debacle de San Jacinto, vio una magnifica ocasión para rehabilitarse y ofreció su espada al Gobierno.

Este le nombró Comandante General, rechazó el armisticio y avisó a Arista que venía a continuar la resistencia. Los franceses, sin embargo desembarcaron al abrigo de una espesa niebla que los protegía. El autollamado ” Napoleón de las Américas” estaba durmiendo cuando los franceses le sorprendieron y tuvo que huir en paños menores para escapar de sus manos. Arista no fue tan feliz y prisionero, fue conducido a uno de los barcos enemigos.

Santa Anna logró reunir algunos pelotones e hizo que atacaba a los franceses cuando, según él mismo, estos se retiraban. Fue entonces, cuando, herido de una bala de cañón, perdió una pierna que le fue amputada poco después, y que le sirvió toda su vida como un trofeo de inmensa gloria para cubrir sus inmensos disparates cometidos como presidente y como militar.

La guerra se perdió y el resultado final fue que México tuvo que firmar un tratado de paz, pagando a Francia la indemnización reclamada.

Puesto que Francia había bloqueado para otros países europeos el acceso a uno de los mercados más importantes de América, al mes de haberse iniciado los combates en tierra, con el propósito de mediar en el conflicto, la marina británica destacó a la Flota de las Indias Occidentales, logrando que Francia suspendiera su agresión. El mediador fue el inglés Richard Pakenham quien consiguió reunir a los representantes mexicanos don Eduardo Gorostiza y Guadalupe Victoria con el contaalmirante Baudin.

El 6 de marzo los representantes mexicanos, el contraalmirante Baudin, Pakernham, y el comodore Douglas se reunieron en la fragata inglesa “La Madagascar” y el 9 del mismo mes acordaron el tratado firmado este día. El convenio constaba de tres artículos que estipulaban el pago a Francia de 600,000 pesos pero no se comprometía a mantener las garantías exigidas para los extranjeros en el futuro. Francia retiró, a cambio, la flota invasora,, desistió de la indemnización a los gastos de guerra y el desconocimiento de las Declaraciones Provisionales de 1827, devolviendo además las naves incautadas.

El tratado será aceptado por la Cámara, y ya aprobado firmado el 21 de marzo 1839 por Santa Anna y el 6 de julio por Francia.

En abril siguiente San Juan de Ulúa será devuelto y al retirarse la flota francesa, se llevará algunos cañones como trofeos.

A raíz de estos acontecimientos el gobierno mexicano dio el título de heroico al puerto de Veracruz, por la magnífica resistencia que opuso al enemigo.

Como anécdota hay que mencionar que todavía muchos años después existieron, depositados en París, seiscientos mil francos de los que efectivamente pagó México a Francia, sin que el Gobierno francés hubiera podido legalmente entregarles a ninguno de los reclamantes porque ninguno se presentó.

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