En el año de 2005 se desataron una serie de disturbios sociales en la República Kirguiza que terminaron por derrocar al gobierno de Askar Akayev, presidente en turno, acusado de numerosos actos de corrupción y nepotismo, y ante la sospecha de que cometería fraude en los próximos comicios legislativos de ese mismo año. Durante ese tiempo los medios de comunicación comenzaron a denominar a los disturbios como la “Revolución de Seda”, “Rosa” e inclusive “Limón”, haciendo alusión a la “Revolución de Terciopelo” checoslovaca, la “Revolución Naranja” en Ucrania o la “Revolución de las Rosas” en Georgia.
En ese entonces, Akayev declaraba que “no habría ninguna revolución de tulipanes en Kirguistán” (refiriéndose a los colores) y fue así como se adoptó el término. La “Revolución de los Tulipanes” fue liderada por Kurmanbek Bakiyev, derrocando al presidente Akayev e instaurando un gobierno provisional.
La República Kirguiza (también conocida como Kirguistán, Kirguizistán o Kirguizia) se encuentra ubicada en el continente asiático, colindando con China, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán. En 1876 el territorio fue formalmente incorporado al Imperio Ruso y, más adelante, a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Desde el siglo XII, el islam se convirtió en la religión dominante en la región. En 1991 se estableció la República Kirguiza tras la disolución de la URSS.
En estos últimos días, más de un centenar de personas han sido asesinadas y un millar de personas han solicitado asistencia médica debido a la violencia étnica entre uzbekos y kirguís, y el número va en ascenso.
La población en Kirguistán se estima en casi 6 millones de personas y está conformada por diversos grupos étnicos, siendo los principales el kirguiz (52%), rusos (22%), y uzbekos (13%). Los conflictos entre kirguiz y uzbecos comenzaron sobre todo desde la misma conformación de la república en la década de los noventas, en donde una mayoría kirguiz habita al norte del país (incluyendo en su capital, Biskek), y la minoría uzbeka al sur del territorio, principalmente en Osh, la segunda ciudad más importante del país.
Así pues, la división entre el norte y el sur es una realidad tanto política como geográfica.Una enorme barrera montañosa con pasos de más de 3.000 metros de altura, separa Biskek al norte y Osh al sur.
En Kirguistán actualmente más del 40% de la población vive por debajo de la línea de la pobreza, el salario mensual no supera los 50 euros y existe una ingobernabilidad producto de décadas de corrupción. Si a esto le sumamos un recrudecimiento de la violencia étnica, podríamos estar de frente a una guerra civil, o por lo menos al borde de presenciar una tragedia de magnitud considerable.
Además, Kirguistán es el único país del planeta en cuyo territorio “conviven” una base militar estadounidense y otra rusa. Es por ello que tanto Rusia como los Estados Unidos han reaccionado de alguna manera a estos eventos. Los primeros ya han enviado aviones y helicópteros, pero no para ayudar, sino para reforzar su base militar. Los segundos sólo están en alerta y emitieron un comunicado oficial exigiéndole al gobierno de Kirguistán que actúe de manera inmediata para lograr el cese de hostilidades. Acatando órdenes, el gobierno de Kirguistán mandó llamar a las reservas militares (incluyendo a los hombres de más de 50 años) y autorizó “tirar a matar” a las fuerzas del orden con tal de lograr su objetivo.
Mientras, más de 75.000 uzbekos residentes del sur del país han cruzado la frontera hacia Uzbekistán en calidad de refugiados.
Así como en Kirguistán, diversos países que formaban parte de la URSS han tenido que pasar en las últimas décadas por procesos de transición, unos violentos y otros no violentos, tanto en Europa como en Asia. La conformación de gobiernos democráticos y plurales toma décadas y hasta siglos en lograrse. Sumado a una ecuación ya de por sí complicada están los conflictos étnicos entre minorías y la posición geoestratégica de Kirguistán que lo sitúa en el medio de los intereses rusos, chinos, estadounidenses y del extremismo islámico en expansión.
Curiosamente, tal y como ocurre con las matanzas étnicas en África, lo que está sucediendo en Kirguistán pareciera ser menos importante para ciertos sectores alrededor del mundo que priorizan la noticia de un conflicto entre Israel y una flotilla ilegal, y no los centenares de seres humanos que han perecido en otra parte del mundo.
El linchamiento mediático contra Israel por la situación de la flotilla aún perdura a más de dos semanas de haber ocurrido. En Kirguistán llevan varios días asesinando personas y no hay todavía académicos del mundo protestando, ni pancartas en Europa, ni los países de la Liga Árabe han convocado a reunión de emergencia.
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