Las vueltas de la vida

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La rebeldía que adquirí después del divorcio aunado al estudio de sociología en la UNAM, me llevó a romper con algunas tradiciones religiosas y comunitarias en la que había nacido. En la Universidad me tocaron maestros socialistas que vendían sus ideas en forma maravillosa. Me compré la idea de un mundo enteramente racionalizado; con libertad de creencias y modos de actuar, mi autonomía se convirtió en un símbolo a defender.

En la modernidad, los individuos hacen valer su libertad de elección, reteniendo cada uno las prácticas y las creencias que le convienen y así cada vez desaparecen “más páginas de los libros sagrados”. Traté de arrancar algunas páginas del mío. Tengo que aceptar que la religión, el judaísmo con el que crecí se ha afirmado con el paso del tiempo aunque tuvo varios quiebres a lo largo de mi vida. Después de tantos cambios, su raíz quedó en mi corazón.

Las celebraciones del año nuevo (Rosh Hashana) y (Yom Kipur) día del perdón quedaron registradas dentro de mí, a pesar de las rebeldías. Desde ser una niña buena e inocente, con culpa por desobedecer a papá y mamá, hasta mi adolescencia tardía, a los 35 años, en que rompí reglas; a lo mejor confundí un poco a mis hijos. Me debatía entre la integración al mundo que me rodeaba y seguir encerrada en el mundo de mamá. El brillo de afuera era exagerado.


La idea de que todos fuéramos iguales y nos respetáramos en nuestras ideologías, costumbres y religiones, ciudadanos del mundo. Me tocó vivir la forma en que la segunda generación nacida en cierto país, no comprende a sus padres por no ser como las otras personas que encuentra diariamente y al mismo tiempo, somos extranjeros para los demás. ¡Paradoja curiosa! Cuando me preguntan mi nacionalidad, contesto mexicana desde luego, me ven y dicen pero si tienes los ojos azules. ¡Claro, soy mexicana con ojos azules!

Al darles es apertura ellos sintieron la necesida de un marco que les diera pertenencia, no estaban tan peleados y confusos como yo con sus orígenes.

Volviendo a mis primeros recuerdos de esas fechas, eran para estrenar ropa, no ir a la escuela, comer rico; me ponía contenta ver a mis padres emocionados con el festejo, cada uno con sus recuerdos y nostalgias que entendí hasta muchos años después. ¡Ahora, yo también tengo mis propias nostalgias!

Se vestían con elegancia para los días de fiesta; absorbieron estas costumbres en su infancia allá en Polonia. El sentimiento sagrado me lo transmitieron pero no la intensidad y devoción espiritual; nacieron en ese ambiente, y cumplir ciertos mandatos era más fácil.

En casa de una de las hermanas de mi madre, la tía Rosita, había una pequeñísima sinagoga a la que asistíamos. Veo las mesas y bancas de madera vieja, resistente, los niños corríamos de un lado a otro jugando, comiendo dulces y pasteles. Para salir al patio, tenía que pasar por un escalón donde se sentaba un hombre cojo, mal oliente que iba por comida y limosna; junto a él estaba un gato; ambas trabas me producían temor. Me veía obligada a dar un gran brinco para llegar al patio a jugar libremente.

Para llegar al lugar de los rezos, se subía por una escalera vieja de madera, crujía con cada paso, habían dos cuartos: uno para mujeres y otro para hombres. Me surge la imagen de un par de viejitas, muy viejitas, rezando con devoción y fe, las lágrimas corrían por sus caritas arrugadas. Me gusta el recuerdo del sentimiento de confianza que los creyentes y místicos tienen en D-ios y me parece similar a la que los niños tienen en sus padres. Ambos se cuidan a sí mismos, pero saben que alguien más los está cuidando. Me parece envidiable tener esa fe.

En el templo, estaban las hermanas de mi mamá, eran más jóvenes que aquellas mujeres. Era un ambiente familiar donde se respiraba un sentimiento cálido y tierno. Parte muy importante de la fiesta era la comida, recuerdo a mi madre metida en la cocina varios días antes apurada y disfrutando lo que estaba preparando.

Por otro lado, siempre había dulces y chocolates en su bolsa de mano para que “no desfalleciéramos”. Para recogerlos, aún recuerdo al pasar, ver de reojo a los señores rezar con fervor, con sus mantos puestos (Talit). Me estremezco al recordar ese sentimiento solemne, sagrado, misterioso y de temor que estaba en el medio ambiente.

La fiesta dura dos días, se va a la sinagoga durante la mañana, se regresa a la casa a comer y por la noche hay otro rezo al que generalmente asisten más los hombres que las mujeres. Mi papá no iba por la noche, no usaban coches o transporte en esos días y le daba flojera caminar nuevamente; nuestra casa estaba más lejos que la de muchos asistentes.

Yo me quedaba frustrada porque al otro día escuchaba a mis primos y los otros niños platicar lo que habían hecho, me sentía triste por lo perdido. Mi familia era más religiosa que otras, mi mamá más que mi papá, pero él se adaptaba en estas fechas, sabía que eran importantes.

Yo pensaba que todo el mundo era como ellos, y la primera vez que me dí cuenta de que algunas personas usaban autos en estas fechas, que no acudían al templo, recibí un impacto sorpresivo. Es curioso como me toca estar muchas veces”fuera de lugar”. Hay momentos en que me gustaría ser más religiosa y en los otros ser menos religiosa. ¡Total, que siempre me ha faltado un veinte para completar el peso!

En 1952 nos cambiamos a Polanco, Galileo 211, para mi madre era importante saber a dónde iría a rezar en estas fechas. Al principio el rezo se hacía en una casa con un gran jardín, adaptada especialmente. Había una fuente que tenía picos, mi hermano, muy travieso, con su traje de pantalón corto corría de un lado a otro, hasta que se cayó dentro y se sangró la pierna. Mi padre lo cargó y lo llevaron a la farmacia más cercana para que lo curaran. Ahora seguro que lo hubieran llevado al hospital.

Conforme la colonia Polanco fue creciendo se construyó una sinagoga Ashkenazi en forma. Han pasado más de 50 años y cuando paso por allí, volteo a ver la fachada del lugar. ¡Qué imán tienen aquellos espacios que fueron parte de mi vida! Cuando he vuelto allí, volteo al asiento que siempre ocupaba mamá, la veo allí sentada con su libro de rezos junto a su hermana platicando, rezando y llorando un poco.

Mi padre estaba en la parte de abajo, ya que en los templos ortodoxos los hombres y las mujeres están en espacios diferentes. A medio día, ambos platicaban sus impresiones, intercambiaban chismes y había momentos de alegría. Veo sus caras sonrientes, esto me llena el alma y me da gusto recordar sus buenos momentos con agradecimiento por lo que recibí.

Ya era otro momento de vida y otro contexto; ahora era muy importante para mi saber como me iba a vestir, ya que el tipo de gentes que acudían al templo no eran tan sencillas como las de la etapa anterior; la historia de la ropa se convertía en algo bastante más importante que la enseñanza religiosa, sin embargo nunca se dejaba el festejo de lado. Al paso del tiempo, se convirtió también en un lugar de reunión donde platicábamos con los muchachos, íbamos con nuestras mejores galas.

En ese entonces no aprendí a rezar; el mensaje era contradictorio, más familiar que espiritual o religioso y al mismo tiempo el temor a D-ios estaba presente. El día era importante, sagrado, se suspendía cualquier otra actividad. ¡Ni pensar en ir a la escuela o al trabajo!

El tiempo fue pasando; cuando mis hijos eran pequeños, el ritual era vestirlos muy elegantes para ir a visitar a los abuelos que rezaban, pasar lista de presentes y luego a los columpios en el parque cercano. Yo no rezaba, no había aprendido como hacerlo.

En el momento del divorcio, (1976) mi resentimiento, mi necesidad de autoafirmación, aunado al desconocimiento religioso me llevó a pasar por alto estas fechas, incluso mi operación de cadera fue programada en estos días sagrados, con el pretexto de que correspondía con mis vacaciones del trabajo. Surgió en forma abrupta dentro de mi la necesidad de ser como los demás, era una forma de integrarme.

La sabiduría de la edad y la vida me mostraron cual era mi identidad, uno nace y se hace; podía funcionar en varios ambientes sin perder esas raíces ancestrales que surgieron con fuerza en tres de mis cuatro hijos. Los cambios acelerados no siempre son definitivos y tomé la responsabilidad de quedarme en el centro, dejé de ser lo que fui en la infancia y corregí el alejamiento de mi adolescencia tardía. “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”.

Años después, mis hijos que “programé” para ser ciudadanos del mundo, tomaron con fuerza un camino religioso y me enseñaron a vivir con alegría la parte mística, espiritual que acompaña las celebraciones. Esta, se podría resumir en una forma de agradecer a D-os por los regalos que nos ha brindado, alabarlo por su grandeza y pedir un buen año. También puede ser una reflexión contigo misma de aquello que hemos hecho en forma incorrecta y planear mejorarlo. Aceptando con humildad que no somos seres perfectos pero si perfectibles. Sin culpas, es una forma de mejorar, una reflexión sana y constructiva.

Fueron fiestas, Rosh Hashana y Yom Kipur, que tenían más que ver con lo sagrado que con lo social y disfruté festejar con parte de mi familia. Mis padres ya habían fallecido. Primero con Jenny, Yossi y Nathancito, antes de que se fueran a vivir a Israel. Ari, ya casado y con un niño, Yehuda que ahora tiene 19 años, se vino a trabajar a México, estuvo aquí diez años, en un centro de estudios teológicos. Abraham y yo pasábamos estas fiestas con ellos. La calidez de estar en familia me calentaba el corazón, y al mismo tiempo tuve la oportunidad de comprender los festejos de una manera diferente. Me gusta esta forma de vivirlas.

Nuevos afectos, significados, sensaciones y valores. He integrado nuevos afectos, significados, sensaciones y valores, lo aprendido en la infancia con lo que la vida me fue presentando, sin conflicto y con capacidad de disfrutar este horizonte. Comprendí que no quería borrar esa parte de mi identidad de un brochazo.

Ahora, son fechas que no pasan desapercibidas y las disfruto aunque extraño mucho a mis hijos y nietos regados por el mundo. La alegría del festejo se mezcla con la tristeza de no vivir en el mismo país.

Acerca de Esther Friedman

Esther Friedman es Psicoterapeuta individual, pareja, familiar y de grupo con especialidad en "adultos mayores". Cursó la Licenciatura y maestría en Sociología en la UNAM donde fue docente en las cátedras de Psicología Social, Pedagogía y Psicoanálisis y Sociedad.Ha sido Terapeuta Familiar y Docente en el ILEF, donde también funge como docente y Supervisora desde 1993.En 1997 fundó y coordina hasta la fecha El Centro de Adultos Mayores (CAM), en ILEF. Terapia individual, familiar y de pareja donde se llevan a cabo constantes "grupos de reflexión" y talleres acerca de "Sensibilización acerca de la vejez", "Pareja y Familia", "El individuo en su contexto", entre otros.Obtuvo "Mención Honorífica" en su Tesis de Licenciatura en Sociologia sobre "El Divorcio". En Abril del 2001, presentó como tesis de maestría de Sociología en la UNAM, la tesis "MODERNIDAD Y VEJEZ" 1960-1999. Estudios de Caso en la Ciudad de México (Mención Honorífica).Ha participado en congresos nacionales e internacionales presentando los siguientes temas: "La resonancia y el sistema terapeutico total en la clínica de la 3ª y 4ª. Edad" en octubre de 2001.En marzo de 2002, en el congreso Vivere e "curare" la vecchiaia nel mondo se presentaron en Italia, (Génova), dos ponencias nuevas sobre el mismo tema: "Abuelita dime tu" y "Concierto de voces en el Sistema Terapeútico".En el Congreso Nacional de Terapia Familiar 2003, presentó " La resonancia en el sistema terapéutico total" ante ciertos casos especiales en la vejez.En Junio de 2005, se presentó ponencia en el congreso del CIESAS en Cuernavaca, Morelos sobre los prejuicios que se tiene sobre la vejez.en: The mexican internacional family Strenghs Conference in June 2005.Ponencia family and old age prejudices organizado por el centro de investigaciones y estudios superiores en antropología social ciesas y la universidad de nebraska en junio en Cuernavaca, MorelosEn 2005 se participó en el Congreso de Tlaxcala con dos carteles: El arte de envejecer y Prejuicios que condicionan la vejez en el Primer encuentro regional "la familia y su contexto: Perserspectivas de analisis y niveles de intervencion en el marco del XXVI aniversario departamento de educacion especializada Tlaxcala de Xicontencatl.En noviembre del 2006, en el Congreso Internacional de Terapia Familiar, en Acapulco Guerrero, se presentó la ponencia "Identidad en la Vejez".En febrero 2008, se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de Constelaciones Familiares y en él se llevó a cabo un taller de "Adultos Mayores".Septiembre-Diciembre 2008, en el Instituto de ConstelacionesFamiliares se llevó a cabo un curso de Sensibilización ante la Vejez durante diez sesiones de 3 horas cada una.En agosto 2008, en un evento llevado a cabo por el DIF de Colima, se dio una conferencia magistral sobre la vejez titulada: "Soledad, Aburrimiento y Depresión" y Un taller sobre "La Sabiduría de la Vejez".Visiones personales internas. Testimonios de los Viejos; temas más importantes que les preocupan.Una Nueva cultura de la Ancianidad: opiniones personales de los adultos mayores para una forma de vida más armónica.

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