Los católicos, deben votar en conciencia

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La conciencia, es la participación de la razón humana en la Ley. Pero, existen, aparte las físicas, hasta tres órdenes de leyes: La ley positiva  -que es la que hacen los hombres en las cámaras parlamentarias-  la ley moral  –  que es la establecida por la ética como conducta a seguir en relación con los actos humanos, voluntarios y libres- y finalmente la ley eterna, que es la impresa en todo ser humano para la ordenación de todo lo que existe en la naturaleza, y en ella están comprendidas tanto las leyes naturales como las morales. Y hasta las científicas.

         Por ello, una conciencia, rectamente formada, y cierta, es la participación de la razón en la ley eterna.

         Al margen de todo principio conceptualista de biblioteca, yo estoy sinceramente convencido, situándonos en la perspectiva de las inmediatas elecciones legislativas, o parlamentarias, en España, de que lo peor de lo peor, lo más cruelmente corrosivo y aniquilador para la sociedad y el bien común, es el marxismo-leninismo, llamado también comunismo, “comunismo científico” o simplemente “socialismo”. Lo acredita por sí mismo el hecho, calculado con muy estrecho margen de error, de haber asesinado a unos 120 millones de seres humanos. Se puede conocer también el nombre de los principales asesinos e instigadores de todos sus crímenes, más o menos por orden cronológico: Vladimir Illich Ulianov (“Lenin”); su sanguinario sucesor, Josip Vissiarónovih Dzuygashvili (“Stalin), sin olvidarnos, y esto ya mucho más recientemente, de Mao Tse Tung; Ho Chi Ming; Pol Pot. Y de Fidel Castro, Daniel Ortega o Nicolás Maduro.


         En España dejó los más tristes recuerdos de su criminal proceder cuando el Frente Popular, asesinó a 13 Obispos; 4.184 sacerdotes seculares; 2.635 religiosos (frailes); 296 religiosas (monjas), aparte de incendiar 150 templos, demoler otros 1.850 y dañar 4.850, lo que totaliza 6.850 edificios religiosos destruidos.

Causa indignación y vergüenza ajena, en la actualidad, contemplar estos nuevos grupos en España, de rapazuelas y rapazacos, con evidentes síntomas objetivos de ignorancia supina, manifestando, más o menos expresamente, su condición de comunistas. ¿Cómo es posible? ¿Acaso aún no se han enterado de lo que fue y es el comunismo? ¿No saben leer? ¿No les da vergüenza? ¿Acaso no es manifiesta la sorpresa universal de que, al revés de lo que se hizo en Nüremberg con el nacional-socialismo de Hitler, aún no se hayan creado unos Tribunales Internacionales para juzgar y condenar el comunismo?

         Ante este panorama, no cabe plantearse la cuestión, el próximo y ya inmediato 23 de Julio, de si el voto “útil” o el voto “moral”. Sincera y humildemente pienso que ninguno de los dos:

         El llamado voto útil, al final, termina siendo aplastado por el puro juego estadístico y desaparece en las elecciones siguientes. Porque, ante quien carece de moral  -de ética-  las “utilidades” pueden variar en un segundo. Y es preciso la insistencia y la constancia.

Y el voto moral, aparentemente deja satisfecha la falsa conciencia cuando se vota a favor de postulados relativistas en el propio orden moral, por no decir cuando se emite en función de principios en los que los bienes materiales prevalecen sobre los espirituales. O se encuentra sazonado por la añoranza del recuerdo.

Lo verdaderamente ético es votar en conciencia, de conformidad con lo que percibe la razón en conexión con la ley eterna, anteponiendo los bienes absolutos a los relativos; buscando el bien de todos y no sólo el de unos pocos; el bien común, la dignidad personal, la decencia, el decoro, y la misericordia y compasión hacia los más débiles. Aunque, después, aquellos a quienes se entrega este tipo de voto, por infinidad de circunstancias concurrentes no cumplan, o no puedan cumplir con lo prometido. Pero, en cualquier caso, este tipo de voto deja interiormente la impronta del bien y de la razón pura y la sensación de justicia en la conciencia recta del elector que lo deposita en la urna.

Lo que en ningún caso debe suceder, ni por parte de los católicos votantes ni de ninguna otra persona de buena voluntad, es votar a esa lacra venenosa del comunismo, en ninguna de sus variantes organizativas, enemigas de Dios, y que tienen el ateísmo como base de su régimen, disponiendo de toda la maquinaria oficial para combatir la libertad religiosa. Tampoco a este nuevo PSOE de corte marxista, que nuevamente con su indispensable cooperación ha tratado y trataría de llevar otra vez a España a la ruina, material y moral. Ellos  -los marxistas sanguinarios- lo supieron también a su tiempo y, desde entonces, vienen tratando de “disfrazarse” de lo que no son, conviniendo en que no podrían concurrir a elección alguna, en el mundo occidental, con las manos llenas de sangre.

Así, pese a ser dos años más joven que Antonio Gramsci, fue Palmiro Togliatti quien, ya en 1956, a raíz de la invasión armada de Hungría por la entonces URSS, se vio obligado a justificar la necesidad de un policentrismo intercomunista, de tres grandes núcleos: El primero es el soviético, modelo de la doctrina marxista y del programa leninista de acción. Esto es, el tiro en la nuca al disidente y a veces hasta el propio correligionario, así como del expansionismo totalitario. El segundo es el sistema comunista chino, que niega la doctrina marxista, aunque no tanto el expansionismo y la metralleta, y aunque si Togliatti viviera ahora, no sabría explicar que China se encuentre disputando a los EE.UU. el primer lugar en el orden capitalista mundial. Por último, el eurocomunismo, que aspiraba a ser implantado en Occidente y representado fundamentalmente por los partidos comunistas de Italia, Francia y España. En tal sentido se celebra la famosa reunión, en 1977, entre Enrico Berlinguer, Georges Marchais y Santiago Carrillo. Y es, a partir de entonces, promulgada ya la vigente Constitución Española de 1978, cuando “la fiera” se convierte en un manso y cariñoso cordero, adoptando de pleno la doctrina Gramsci, pese a lo cual su fracaso es total. El Partido Comunista de España, si no me equivoco, termina convirtiéndose en “Izquierda Unida” y de ahí , progresivamente, a las diversas “taifas”, con la pretensión de “humanizar” el totalitarismo marxista, alguna de las cuales han terminado por prestar el imprescindible apoyo para su sostenimiento al actual gobierno social-comunista, cuyo impresentable Presidente ha disuelto malintencionadamente las cámaras y convocado las Elecciones generales en un día absolutamente inapropiado para poder emitir el voto libre.

Hay dos principios prístinamente democráticos:

El primero consiste, en la absoluta licitud y hasta procedencia de poder declarar el voto que cada persona piensa emitir o ha emitido. Y esto es así porque, pese a que el voto es legalmente secreto, tal condición constituye un derecho del votante y, por principio general, “los derechos son renunciables”. Por tanto, al amparo de tal principio y norma, yo  -este insignificante peatón- renuncio a mi derecho. Y, en tal sentido, expreso públicamente mi firme intención de votar a VOX, un partido insultado por los marxistas y tildado de “ultraderechista”, pero tan lícito y democrático como cualquier otro de los que concurren a las elecciones.

El segundo principio, acaso mucho más importante que el primero, es el de pedir, solicitar, su voto en favor de un determinado partido, a todos los demás compatriotas, co-electores, con la única finalidad de encontrar lo mejor para todos. También quiero hacer uso de este derecho, ejercido sin interés ni violencia algunos, lo que sería delito: Os ruego a todos, queridos compatriotas, y muy especialmente a mis hermanos en la Fe de Cristo, los católicos españoles, que votéis a VOX. Las razones, en mi estimación personal, son de un triple orden:

1.En primer lugar, la Defensa radical y contundente de la Vida humana, con derogación de todas las normas jurídicas que permitan el aborto y la eutanasia.

2.En segundo término, la Unidad, territorial y política de España.

3.Por último la derogación y persecución radical como delitos contra el orden público, en la medida que transciendan la intimidad personal, de esa repugnante aglomeración de letras, enunciada como LGTTBI, que incluso he podido saber permanece abierta a otras posible fórmulas anti-naturales. De ser así, y antes de que se produzca la victoria electoral, o si por desgracia no se produce, me permitiría, ya metidos en el negro vacío del absurdo degradante, proponer una última letra, la letra “F” (De fornicadores), con el único fin de que los indios andinos, no puedan quedarse fuera de juego. Estos indios, de entre sus manadas de llamas, eligen una, la más esbelta y hermosa; la limpian, la lavan, la perfuman, y la llenan de adornos. Naturalmente, queda automáticamente excluida de todo tipo de duro trabajo al que se somete a las demás llamas de la manada. Por las noches, el indio, cohabita sexualmente con ella. Esto es, fornica. Y debe tenerse en cuenta que, en lengua hebrea, “fornicar”, no es otra cosa sino el trato sexual con animales.

Así, pues, por si acaso, no olviden añadir tal letra a su contubernio filológico.  En lo sucesivo, llámenle LGTTBI…F, para mayor rigor.

  

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