Hace días me llegó un video acerca de una historia de un padre y su hijo que decidían desde hace tiempo inscribirse en maratones. El hijo se lo pedía y el padre siempre decía que sí. Hasta ahí la historia me pareció “normal”; sólo hasta que vi que el hijo estaba con una parálisis severa en todo el cuerpo y que tenía que estar en silla de ruedas. El padre lo transportaba a todos lados. Resulta que han hecho más de 950 carreras, 60 maratones y han participado en 6 maratones conocidos como Ironman, esta es una prueba de extrema resistencia, porque es un triatlón. El video transmite las tres fases de la maratón, la primera es la carrera, dónde el padre empuja la silla de ruedas, la segunda es nadar en el océano por más de 3 kms. Esto lo realiza el padre extraordinariamente bien llevando la balsa que lleva a su hijo. Es remarcable en toda la extensión, porque no solo tiene que nadar con las dificultades normales de una competencia como esta, sino que además, transporta a su hijo, lo que al padre le representa un peso mayor, pero eso no parece importarle. Ni siquiera al final de esta fase donde tiene que cargarlo el solo para bajarlo de la lancha.
La tercera fase es el ciclismo, En todo momento el padre está al pendiente de la seguridad de su hijo al colocarlo con todo cuidado en la bicicleta. El padre sube la colina, dando todo de sí, completamente agotado, pero sin detener el paso, hasta llegar a la meta.
Es extraordinariamente conmovedor ver a este padre, ponerse en tal grado de voluntad y esfuerzo para que su hijo pueda sentirse y ser parte de la carrera misma. A palabras del joven “cuando estoy en las carreras no siento mi discapacidad”. Esto fue lo que hizo que el padre desde tiempo atrás decidiera inscribirse a cuanto maratón le pedía el hijo.
La historia habla también de cómo al nacer el hijo, los Dres. Le dicen que no tiene alternativas, que será un vegetal porque traía el cordón umbilical enrollando su cuello, lo que le produjo esta situación, y que lo ingresaran a un hospital ya que no tenía posibilidad alguna de hacer nada.
La respuesta de los padres es definitiva: “es nuestro hijo y lo sacaremos adelante como a los otros”.
Esta es una historia de cumplimiento de metas, de realización de sueños y cumplimiento de expectativas. De que el amor de un padre por su hijo es tan profundo, como decidido. Aún teniendo que ponerse a prueba él mismo.
De cómo la situación que pareciera tan terriblemente trágica este padre la convierte en una prueba de amor incondicional y de cómo el hijo decide siempre decir “yo puedo”. Gracias a esto, aquel niño que le pronosticaban ser un vegetal. Se gradúo de la universidad.
Ambos son conocidos como el “Team Hoyt” (su apellido). Y en la rueda de su silla reza la frase: “It´s a good life!”. Cada uno hace una parte importante y significativa.
Esto es lo que es la vida. No solo son los eventos que nos toca vivir: es la respuesta que tenemos a esos eventos, podemos hacerlo una tortura ó hacer algo valioso de ello.
En este caso ambos, padre e hijo tuvieron una capacidad enorme que los psicólogos le llamamos resiliencia, que es la capacidad para sobreponerse a situaciones traumáticas y sobreponerse a los obstáculos.
Inclusive, salir fortalecido. Este es uno de los mejores modelos a seguir: gente “común”, que no es nada común, haciendo cosas asombrosas.
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