El terremoto político y social que sacude al mundo árabe es captado, como sucede con cualquier otro fenómeno, de acuerdo con la subjetividad particular de cada espectador. En el caso de las percepciones de una gran mayoría de los palestinos que habitan en Cisjordania y Jerusalén oriental, los reportes de la prensa y de diversos analistas describen cómo prevalece ahí no sólo una inquietud notable entre la gente, sino también un entusiasmo inocultable por el “efecto dominó” que está derribando a liderazgos añejos. Día y noche las noticias que sobre el tema se difunden en los medios de comunicación son seguidas con ansiedad e incluso deleite. Y es que la historia de las relaciones entre el pueblo palestino y los liderazgos árabes hoy en declive está sin duda marcada por el conflicto y el resentimiento.
No en vano a lo largo de décadas, la causa palestina ha sido manipulada por tales regímenes de manera vergonzosa, usada preferentemente como distractor de los descontentos locales y traicionada cada vez que les ha sido conveniente, no obstante el mantenimiento de una retórica oficial siempre exaltadora de la solidaridad fraterna y la justicia de las reivindicaciones palestinas.
Por más que en ciertos momentos de la historia las masas palestinas se dejaron seducir por la idea de que líderes como Saddam Hussein o Gamal Abdel Nasser actuaban prioritariamente a favor de su causa nacional, las innumerables decepciones sufridas a lo largo del tiempo han hecho que el escepticismo acerca de todos los liderazgos árabes del vecindario sea hoy la norma.
Ante la pregunta lógica de cómo por más de seis décadas un mundo de 300 millones de árabes en el cual existen ejércitos poderosos y recursos energéticos vastos no ha podido ofrecer un frente unido contra Israel, la respuesta más socorrida entre los palestinos es que el problema deriva de la naturaleza de los liderazgos hoy en jaque. Éstos no sólo han sido corruptos e ineficientes, sino también traidores únicamente interesados en preservar su poder y sus privilegios.
Para cualquier palestino que ha sido testigo de los acontecimientos o que conoce su propia historia, esta traición arranca desde 1948, cuando tras la negativa general árabe a aceptar la partición de Palestina y la consecuente guerra contra Israel que se desató, el Reino Hachemita de Transjordania y Egipto se adueñaron de buena parte de los territorios en los que debía de haberse creado entonces el Estado árabe palestino. El trato que los gobiernos árabes dieron a los refugiados palestinos nunca fue por cierto benévolo y acogedor, sino que prevaleció en la mayoría de los casos una negativa a integrarlos solidariamente con el efecto de que los campamentos de refugiados en Egipto, Siria y Líbano se mantienen hasta ahora tal cual.
Y están además otros grandes traumas: el septiembre negro de 1970 cuando el ejército jordano del rey Hussein arrasó en su territorio a las huestes de la OLP con un saldo de más de 10 mil muertos, o las acciones militares del régimen sirio de Hafez Assad que a principios de los años ochenta, dentro del escenario de la guerra civil libanesa, arremetió sin misericordia contra los campos de refugiados palestinos del sur de Líbano en concordancia con sus peculiares intereses de aquel momento. Otro episodio crítico se registró cuando la dinastía que gobierna Kuwait recuperó su país de manos de Saddam Hussein en 1991, lo cual desencadenó la expulsión de todos los palestinos que ahí residían a causa de la alianza hecha por ellos con las fuerzas iraquíes cuando invadieron y se adueñaron del país pocos meses antes.
En síntesis, a pesar de la retórica por tantos años dominante, los palestinos sienten que nada tienen que agradecer a los regímenes árabes hermanos, los cuales no sólo no han hecho gran cosa por ellos sino que incluso los han utilizado como pretexto para diversos fines y como carne de cañón cuando les ha sido conveniente. En ese sentido hay regocijo en las calles de Ramalah y Jerusalén oriental por lo que ocurre, no sólo por la caída de los tiranos, sino también por el ejemplo de lo que la protesta pacífica de las masas puede eventualmente conseguir.
Fuente: Excélsior
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