Masculinidades

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Masculinidad es el conjunto de características, valores, creencias y comportamientos que una sociedad impone como el “deber ser de un hombre”. Estos significados de orden social son cambiantes y se van construyendo de acuerdo a las necesidades del contexto y también por la interacción de “unos con otros”.

En nuestra sociedad, el modelo tradicional masculino es el que aún predomina en algunos. Este modelo impone una manera rígida de conducta basada en aspectos de poder, fortaleza, rudeza, competencia y dominación en todas las áreas, incluyendo la sexual. Tener todo bajo control, ser triunfador y seguro de sí mismo para ser considerado “hombre”.


En este modelo, él deberá ser lo contrario a lo que se considera femenino, por lo que no deberá manifestar emociones como la ternura y delicadeza, o sentimientos de debilidad como el llanto, el miedo e inseguridad. En ocasiones el indicador más evidente de virilidad dentro de este contexto tradicional es la agresividad. Difícil en verdad que cualquier hombre llegue a cumplir con todas estas exigencias en forma constante.

Algunos varones educados en contextos tradicionales suelen confundir sus emociones y sentimientos hacia sí mismos con las expectativas que su grupo social tiene para con ellos, ya que desarrollan un campo emocional más limitado y menos flexible que algunas mujeres. Tienden a confundir afectos (creados socialmente) y sentimientos (respuestas internas), por lo que se vuelven vulnerables ya que desconocen lo que pasa consigo mismos y se guían por las expectativas sociales, más que por su propio convencimiento.

Sabemos que cada vez son más las mujeres que no están dispuestas a vivir con hombres que se comportan de acuerdo a este “modelo tradicional”. Hoy en día muchas prefieren prescindir de este tipo de hombres, conviven y confían en sus amigas, de maneras que muchos hombres no pueden porque no han conocido el verdadero valor de la amistad e intimidad (no sexual) con los de su género.

Los hijos de estos hombres a menudo comentan sobre la necesidad de ser escuchados sin juicio, con la atención fija en sus ojos y con el tiempo necesario. En ocasiones, aquellos que conviven con estos varones tradicionales, se han resignado a perderlos emocionalmente. A menudo estos varones terminan por deprimirse y sentirse solos, ya que les cuesta asumir responsabilidades sobre sus propias emociones y las de aquellos que los rodean.

Simplemente, “El mandato machista” ha hecho mucho daño a su alrededor, comenzando con los propios hombres. Es una versión rígida y estereotipada de la masculinidad y un factor de riesgo a generar violencia, siendo que esta viene de la impotencia por no encontrar otras formas de respuesta. La violencia es también el resultado de la desconexión de emociones y de la creencia de la superioridad del hombre sobre la mujer.

Sin embargo, cada hombre tiene la capacidad para decidir si está de acuerdo con estos patrones de conducta o prefiere vivir su masculinidad de manera diferente; de tal forma que no hay solo una, sino muchas masculinidades.

Hoy en día para ser masculino no es necesario mostrar que no se le tiene miedo a nada, que se es capaz de realizar cualquier actividad, que hay que acceder al sexo en cualquier circunstancia aunque no se desee, que no se deben mostrar sentimientos aunque se tenga la necesidad de compartirlos, que se es intolerante y dominante; todo esto no es necesario, ni deseable a la hora de crear una sociedad más justa.

Sin embargo, he tenido la fortuna de conocer a otros hombres que retan el modelo tradicional y viven su masculinidad de manera diferente. No sólo lo hacen desde el discurso, sino que también ponen el ejemplo con sus acciones, actitudes y hechos, en cada lugar: en casa, en el trabajo y demás espacios que comparten con otras mujeres y otros hombres. Son hombres de este mundo y de este tiempo. Maridos, padres, profesionistas.

Cada vez son más los hombres que han experimentado todos los mandatos del paradigma y ahora se preguntan si quieren continuar con ellos.

De hecho, entrevisté a un número importante de hombres con la intención de que reflexionaran acerca de lo que significa para ellos ser “hombre” hoy en día.

Algunas de sus respuestas incluían el ver a las mujeres como iguales, como compañeras, valorando su crecimiento y cambiando su relación con estas a partir de la experiencia de ser padres. Muchos hablan de estar más conectados con sus propias emociones y las de los demás, siendo capaces de expresarlas (tristeza y miedo) de manera más fluida que en tiempos anteriores. Afirman escuchar más al corazón que a la mente, admitiendo una mayor exploración hacia adentro, donde escuchan y confían en su diálogo interno, convirtiéndose en testigos de su propia conversación y observando las necesidades que subyacen a los juicios. El poder ejercido sobre otros ahora se ha volcado en un poder sobre sí mismos. Retan la creencia de que para ser exitoso se tiene que ser arrogante y valoran el dar y recibir en las relaciones. Admiten que han cambiado las reglas debido al empoderamiento de las mujeres, a partir de lo cual se construyen nuevas fronteras. Si venimos del corazón y de la empatía, podemos comunicarnos. Estos hombres hablan de una mayor disposición para escuchar, sin intentar resolver problemas de otros, siendo flexibles para cambiar sus propias opiniones y para expresar sus necesidades oportunamente.

Vemos en estos y en muchos otros hombres, un interés por saber cómo piensan y sienten ellos mismos y sus compañeras, en todos los ámbitos. Hombres que se atreven a mostrar su sensibilidad y vulnerabilidad; que añoran relaciones más plenas con la pareja y los hijos, que cooperan en sus vínculos, ayudan a sus amigos y se dejan ayudar, que piden consejo y no por ello pierden su masculinidad.

Hombres que tienen la visión de un mundo compasivo y fraternal, incluyente y enriquecido por la diversidad, que son capaces de transformar sus vivencias en algo trascendente.

Acerca de Frida Ezban

Especialista en terapia familiar.

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