Hace aproximadamente tres semanas, el periodista Thomas Friedman estuvo en El Cairo. Desde allí escribió un artículo para The New York Times acerca de dos gobiernos que al parecer no han sido alcanzados por la primavera en Oriente Medio: el israelí y el palestino.
Friedman calificó al gobierno de Israel y al de la Autoridad Palestina como “enajenados, carentes de imaginación y asfixiantes”, y a sus jefes – Netanyahu y Abbás – como personas que hacen enormes esfuerzos que no conducen a nada. Uno acude a la ONU y el otro al Congreso de EE.UU en lugar de mantener una reunión entre ellos mismos, afirmó.
En parte, tiene razón. Los palestinos no están dispuestos a renunciar al reconocimiento de su Estado en la ONU, mientras que Israel sigue considerando el veto norteamericano como una victoria que afirmará su negación a las demandas palestinas, por lo cual prefiere ignorar las propuestas de Obama. A ambas partes no les importa en lo más mínimo la sugerencia hecha por el presidente de EE.UU acerca de que sería mejor para ellos no arrastrarlo hacia una denegación.
Pero sobre otra cuestión, quizá por exceso de optimismo, Friedman se equivocó. En primer lugar, al pretender que Bibi presente un detallado mapa de dos Estados en lugar de hablarnos de sus “concesiones dolorosas”, y otra vez, cuando propuso a los palestinos organizar cada viernes marchas mutitudinarias hacia Jerusalén portando ramas de olivo y pancartas que exijan “dos Estados para dos pueblos”.
Ya quisiéramos presenciar una marcha de esas características. Nos morimos por verla. Pero ¿qué pasaría si los palestinos adoptaran la idea y se decidieran a llegar hasta el primer puesto de control, lejos de Jerusalén, simplemente a las afueras de Shjem, Ramallah o Jenín, lo que Tzáhal define como “línea roja”? ¿alguien irá a esperarlos con dulces y flores o serán violentamente dispersados al primer contacto con las fuerzas de seguridad?
Hace tres meses, una alerta de tsunami sonó en todo Israel. El ministro de Defensa, Ehud Barak, anunció que durante septiembre, cuando la Asamblea General de la ONU se reúna, y en los meses siguientes, Israel vivirá momentos muy complicados en el ámbito diplomático. Lo que se ha venido realizando desde entonces con el objetivo de enfrentar esa posibilidad no debe ser tomado a la ligera. Anoten: Netanyahu dictó un seminario de reeducación en la Casa Blanca y en el Congreso norteamericano; Bibi y sus ministros viajan a las capitales europeas para convencer a los líderes de que se opongan a la propuesta y así obtener una “mayoría moral” (sic); la iniciativa francesa de una cumbre israelí-palestina desapareció como por arte de magia, y – lo que es más importante – ¡Liberman canceló las vacaciones de verano de todo el personal del ministerio de Exteriores!
Ehud Barak, quien solía referirse a la necesidad de un osado plan diplomático, cambió su discurso. Si aceptamos como base para las negociaciones las fronteras de 1967, declaró, habremos agotado todos nuestros recursos. Entonces ¿qué pasó con el tsunami?
Itzjak Rabin solía decir que en Oriente Medio no es posible predecir nada más allá de tres meses. Eso sigue siendo tan cierto como pesimista. Mientras tanto, no parece que Obama esté muy preocupado por animar vivamente a las partes. Israel se mantiene firme en la negativa a negociar sobre la base de su propuesta, mientras que Tzáhal se entrena para dispersar manifestaciones con la menor cantidad de víctimas posible.
¿Y los palestinos? Es de suponer que el final tampoco les será favorable en la próxima ronda. Las cosas no resultarán nada fáciles. Lo más probable es que el control dependa de las manos en el gatillo de los soldados de Tzáhal.
Mientras existan líneas rojas, siempre habrá alguien quejándose de que la otra parte intenta traspasarla, y siempre un joven oficial en el lugar podrá afirmar – quizá con razón, desde su punto de vista – que el “área “gris” es en realidad roja. Lo que habrá de determinar el resultado de los enfrentamientos con los manifestantes será cuán serenos estén nuestros francotiradores.En un reciente simulacro sobre seguridad organizado por Tzáhal en previsión de los posibles eventos de septiembre, los participantes discutieron acerca de lo que se debería hacer si los palestinos intentan cruzar la línea roja. Como siempre, se pudo oír allí una variedad de opciones. ¡Abrir fuego! fue la propuesta realizada por un oficial de alto rango. Pero no dijo qué hacer al día siguiente.
*Alberto Mazor es Director de www.argentina.co.il y www.semana.co.il .
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