Michel Foucault y las relaciones de poder

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El poder político en una sociedad de tipo medieval consistía esencialmente en que se pagara las contribuciones al Señor feudal, prestándosele, si correspondía, el servicio de las armas. Su feudo estaba constituido por habitantes que eran vistos como un todo o como mucho se percibía a las familias, pero los individuos que vivían en él, no caían bajo su interés. Al mismo tiempo, la función del estado se limitaba a darle a determinadas poblaciones, un territorio, garantizándoles que iban a poder vivir en paz dentro del mismo. Ni al Señor feudal ni al estado le preocupaba lo que hacían los individuos, en suma el poder político era indiferente a las conductas individuales. A partir del Siglo XVIII, la población dejará de ser percibida desde de la noción jurídico política de “sujetos” para a ser el objeto técnico político de una gestión y un gobierno.

Uno de los grandes descubrimientos del pensamiento político de fines del Siglo XVIII, es la idea de Sociedad, en la que el gobierno no debe sólo administrar un territorio, un dominio, y ocuparse de sus súbditos, sino de tratar con una realidad compleja e independiente, que tiene sus propias reglas leyes y mecanismos de reacción, sus reglamentaciones como sus posibilidades de desorden.

Es en el Siglo XIX, que los esquemas de pensamiento, las formas políticas, los mecanismos económicos fundamentales, que eran los de Occidente se universalizaron por la violencia de la colonización. Con el desarrollo del capitalismo nace el miedo a que movimientos populares de resistencia, de inercia, de rebelión, derroquen todo ese orden que estaba naciendo, por lo que fue preciso que cada cual fuera efectivamente percibido por el ojo del poder ya que una sociedad de tipo capitalista supone una producción que fuese lo más intensa y eficaz posible. Fue menester entonces una vigilancia precisa y concreta sobre todos los individuos. No era posible funcionar con un sistema de poder político en cierta forma indiferente a estos.


En nuestros días, en Occidente, el problema fronterizo casi no se plantea. Lo que el Estado se propone entonces, como pacto a la población es que “estarán garantizados” contra todo lo que pueda ser incertidumbre, accidente, daño, riesgo. ¿Está Usted enfermo? ¡Tendrá la seguridad social! ¿No tiene trabajo? ¡Tendrá un seguro de desempleo! ¿Hay un terremoto? Crearemos un fondo de solidaridad. ¿Hay delincuentes? ¡Nos vamos a asegurar de enderezarlos y de ejercer buena vigilancia policial! Lo que choca de manera absoluta es el terrorismo. Lo que suscite la ira real y no fingida del gobernante, es que el terrorismo lo ataca en el plano en que él ha afirmado justamente la posibilidad de garantizar a la gente que nada ha de sucederle.

El poder es por lo tanto, un conjunto de mecanismos y procedimientos cuyo papel o función es asegurarlo. El análisis de los mecanismos de este, tienen el papel de demostrar cuales son los efectos de que se producen en nuestra sociedad por obra de las luchas, los enfrentamientos, los combates que se libran, así como por las tácticas de poder que son los elementos de esta lucha. Sin embargo, hay que hacer notar que en algunos países occidentales, el poder político es ejercido por individuos y clases sociales que no detentan en absoluto el poder económico. Este poder político está, en parte ligado a una estrategia de amedrentar, infundir miedo, tomar medidas ejemplificadotas, intimidar, actuar sobre la población blanco, que es móvil, disgregable, incierta y que algún día podría llegar a ser inquietante: jóvenes desocupados, estudiantes, etc.

Una de las formas de sustentación del poder, es la represión penal, persiguiendo a los autores de infracciones a las normas, defendiendo a un sistema moral originado de hecho en la clase dirigente, aceptando la distinción burguesa entre virtud, vicio y respeto por la propiedad de otros. La norma jurídica tiene un carácter primariamente prescriptivo: la determinación y señalamiento de lo normal y lo anormal. Cometer un crimen implica un cuestionamiento fundamental del funcionamiento de la sociedad. El crimen es un golpe de estado que viene de abajo como se señala en “Los Miserables”.

Pero los mecanismos de poder son mucho más amplios que el mero aparato jurídico, legal, y este se ejerce mediante procedimientos de dominación que son numerosos. En nuestros días el control es menos severo y más refinado, pero no por ello menos aterrador.
En nuestra sociedad de orientación psiquiátrica, se mira con benevolencia cualquier cosa que pueda brindar placer al individuo. La psiquiatría se ha convertido en la nueva religión. Freud trasladó la confesión de la rígida retórica barroca de la Iglesia al relajante diván del psicoanalista. La imagen de d-os ya no vino a resolver los conflictos, dejó su lugar al individuo mismo a través de la comprensión de sus actos.

También tenemos, los efectos de verdad ligados al sistema de informaciones, cuando alguien, un locutor de radio o televisión, nos anuncia algo, creemos o no creemos, pero la cosa empieza a funcionar en la cabeza de millares de personas como verdad por el mero hecho que es pronunciada de esta manera, con este tono, por esta persona, a esta hora.

Durante el transcurso de nuestra vida todos estamos atrapados en diversos sistemas autoritarios, ante todo la escuela, nuestro trabajo y hasta en nuestras distracciones. Si bien es cierto que esas pequeñas relaciones de poder son muchas veces regidas, inducidas desde arriba por los grandes poderes del Estado o las grandes dominaciones de clase, hay que decir además que, en sentido inverso, ¿qué seria del poder del Estado, si en torno de cada individuo no hubiese todo un haz de relaciones de poder que lo ligan a sus padres, a su empleador, a su maestro, al que sabe, al que le ha metido en la cabeza tal o cual idea?

Una dominación de clase o una estructura de Estado sólo pueden funcionar si en la base existen esas pequeñas relaciones de poder, colocadas en diferentes niveles, apoyándose unas otras, cuestionándose mutuamente. Son sutiles, múltiples, esto hace que los individuos estén en relación unos con otros, no meramente bajo la forma de la comunicación de un sentido, bajo la forma del deseo, sino también bajo una cierta forma que les permite actuar los unos sobre los otros, si se quiere, “gobernándose los unos a los otros”.

Hay relaciones de poder entre un hombre y una mujer, entre el que sabe y el que no, entre padres e hijos, en la familia. Son relaciones de fuerzas, y por tanto, de pequeños enfrentamientos, microluchas, por llamarlos de algún modo.Estas relaciones se actualizan en el interior de una institución, en las relaciones de clase o en las relaciones sexuales, etc.

El punto en que nos encontramos está más allá de cualquier posibilidad de rectificación, porque la concatenación de esos sistemas ha seguido imponiendo este esquema hasta hacerlo aceptar por la generación actual como una forma de la normalidad. Sin embargo, no se puede asegurar que sea un gran mal. El control permanente de los individuos lleva a una ampliación del saber sobre ellos, produce hábitos de vida refinados y superiores. Si el mundo está en trance de convertirse en una suerte de prisión, es para satisfacer las exigencias humanas.

Bibliografía:

  • La Verdad y las Formas Jurídicas, Gedisa, 2007.
  • Seguridad, Territorio y Población, Curso en el Collage de France, 1977-1978
  • El Poder, Una bestia magnífica. Siglo XXI, año 2012.

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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