¡Fuera lo viejo!’ ¡Bienvenidos los ‘cambios!’

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Una de las muchas iniciativas de la Revolución cultural china que comenzó en 1966 fue el repudio al pasado. La campaña «Destruir los cuatro antiguos y cultivar los cuatro cambios» tenía como objetivo destruir las viejas ideas, la antigua cultura, hábitos y costumbres que sobrevivieron a la toma del poder comunista en el país 17 años antes y reemplazarlos con «nuevas» doctrinas más acordes con el jefe de estado Mao.[1] La extremadamente sangrienta Revolución Cultural (más de un millón de víctimas) en sí misma fue menos un esfuerzo base de una clase baja que un complot para consolidar el poder desde lo más arriba. Mao permanecería a cargo, pero fue un tema muy desordenado y confuso ya que grupos «anti-derechistas» lucharon por llenar el vacío en las diversas instituciones del poder político que habían sido devastadas por las purgas dirigidas por la guardia roja.[2]

Intento por derribar la estatua del presidente Andrew Jackson frente a la Casa Blanca en el 2020
Intento por derribar la estatua del presidente Andrew Jackson frente a la Casa Blanca en el 2020

Los Estados Unidos hoy están experimentando su propia revolución cultural. Es una revolución «suave» y muy lenta, mucho menos violenta que la de China en los años 60, pero aún así arrolladora en su alcance y ambiciones. En un eco similar a la estrategia de Mao, esta parece apuntar a mantener a muchos de los mismos a cargo en el tope mientras se reemplazan a «los más viejos» en la sociedad, política y cultura estadounidense. Este cambio de décadas fue potenciado por la reacción surgida ante la presidencia de Donald Trump. La ‘nueva ideología’, que surge de las premisas universitarias de izquierda y de las comunidades activistas y se extiende a través de la cultura, los medios de comunicación y la política, está impulsada en gran medida por el grupo demográfico más progresista del espectro político – blanco, Partido Demócrata, clase alta a opulentos – que ya se mantiene casi monopolista, con dominio en educación, medios de comunicación y cultura.[3]

Este grupo demográfico es una minoría numérica (6% de todos los estadounidenses) pero supera con creces su peso debido a su riqueza y privilegio. Esta fascinante realidad a menudo es ilustrada vívidamente en las redes sociales, ya que académicos y periodistas blancos y cómodos denuncian la «blancura» o la «supremacía blanca» en lo que parece ser un tipo de arte político. Estos llevan a cabo tales actos mientras permanecen precisamente en sus exaltadas posturas que ya ocupan. Son en su mayoría estadounidenses blancos, opulentos y privilegiados quienes dicen que desean demoler las instituciones estadounidenses y reconstruirlas debido a su «parcialización racial».[4]


La nueva ideología posee profundas implicaciones para aquellos depositarios tradicionales de las antiguas formas de pensar sobre la nación, la familia y las creencias. En lo que respecta a la religión, los «quintacolumnistas» (tak como los llamó el filósofo católico Dietrich von Hildebrand) dentro de la Iglesia occidental buscan rehacer la religión tradicional siguiendo líneas modernistas mientras imitan el último entusiasmo progresista.[5] Occidente constantemente se está volviendo pos-cristiano y la creencia reside cada vez más en una fusión emergente de un matrimonio arreglado con posturas políticas progresistas.

En cuanto a la familia, la ideología del momento ha ido mucho más allá del tema de los derechos de los homosexuales (hoy ampliamente aceptado y casi anticuado y pintoresco en estos días) a una teoría de género radical[6] que busca redefinir lo que es un hombre o una mujer y demandas cada vez más exóticas sobre sexualizar y adoctrinar a los hijos lo antes posible en las escuelas estatales.[7] ¿Quién hubiese pensado hace una década que la causa de la igualdad de derechos para todos se transformaría en presionar por realizarse una cirugía radical y optar por medicamentos para menores y más allá?[8]

Los principios del libertinaje sexual parecen avanzar constantemente hacia la próxima montaña a escalar, sin tener un punto final fijo pero cada vez más respaldados por el estado.[9] Tanto lo que significa creer como lo que significa ser humano parecen estar cada vez más disponibles en Occidente en un nuevo mundo tecnológicamente mejorado de posibilidades infinitas y sin ningún tipo de límites.[10] El sueño de la perfección y utopía augura una pesadilla muy especial.

En cuanto a la nación, eso también parece requerir de una cirugía radical. Aparentemente comenzó con estatuas confederadas y pasó a cuestionar la fundación de la nación y su narrativa histórica.[11] Si bien el concepto de nación se subvierte para reinventarlo, el estado y su seguridad nacional y sus poderes coercitivos son mejorados constantemente y también son «reformados» ideológicamente.[12] La tendencia es hacia menos privacidad y más vigilancia mientras se perfeccionan herramientas para monitorear y supervisar los controles digitales.[13] Todo suena como algo sacado de una muy mala película distópica de ciencia ficción – una «nación» disuelta de significado, un estado omnipresente y en crecimiento.

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Esta nueva y cuestionada realidad interna estadounidense ha tenido una dimensión internacional tangible. Tanto las protestas de George Floyd ocurridas en el año 2020 como la anulación de la ley Roe v. Wade dictaminado por la Corte Suprema de los Estados Unidos en el año 2022 fueron temas lo suficientemente evocadores como para provocar protestas públicas en el caso de las primeras y críticas políticas de alto nivel por parte de los líderes europeos en el caso de las segundas.[14] Es como si el Imperio norteamericano global ya abarca Europa, busca y debe, extenderse mucho más allá. Un Occidente que parece despreciar su propio legado todavía busca moldear el mundo a su nueva imagen.

El «orden mundial liberal» solía significar democracia, mercados libres y un marco internacional basado en reglamentos. Ahora las ambiciones parecen ser mucho mayores, con un «supranacionalismo homogeneizado» junto a las propias guerras culturales internas de Estados Unidos proyectadas en un escenario internacional.[15] Así que estas señales de la cultura élite progresista son la forma en que sus miembros se diferencian de los neandertales del mundo (y de lo interno de los Estados Unidos). Ayer, las misiones diplomáticas orgullosamente izaron las banderas del arcoíris y del BLM junto a Old Glory; mañana habrá nuevas banderas y nuevas causas. Los derechistas se burlaron recientemente de la progresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez cuando les dijo a algunos drag-queens (transformistas) que eran «patriotas», pero uno se pregunta quién es exactamente el que tiene el dedo puesto en los vientos de cambio – ¿la congresista del Bronx o aquellos que se burlan de ella?[16]

¿Cómo se desarrollará esto en los próximos años, especialmente en el escenario internacional? Si bien algunos esperan una «reacción termidoriana» derechista a esta nueva revolución cultural, ese poderoso nexo entre el privilegio arraigado, sus aliados corporativos y el progresismo radical será difícil de superar. Sin lugar a duda, una reacción política saldrá de las urnas en Occidente, pero ¿será esto suficiente como para hacer retroceder a las instituciones que han sido totalmente subvertidas y remodeladas en lineamientos progresistas? Esto pareciera ser muy poco probable sin la recuperación a largo plazo de los espacios culturales, mediáticos y educacionales clave pertenecientes a la izquierda.

Es mucho más probable que una política exterior estadounidense «progresista» se institucionalice y arraigue cada vez más dentro del organismo político de asuntos internacionales. El servicio exterior, la burocracia gubernamental profesional y el mundo de los grupos pensantes (think tanks) se basan en gran medida, si no exclusivamente, en el mismo grupo académico y cultural que los activistas progresistas. Fuera de los Estados Unidos, pueden verse cuadros con ideas afines en las salas de conferencias de Davos y en las oficinas de las burocracias tales como las Naciones Unidas y la Unión Europea.

Algunos en la derecha pueden tener esperanzas de que un Estados Unidos progresista e intrusivo sea rechazado por un mundo mucho más tradicional que la visión del mundo de nuestros mandarines culturales. Otros en la izquierda verán lo que sucede en estos momentos en Occidente como la vanguardia de ese famoso e inevitable «arco de la historia» memorablemente descrito por Martin Luther King, Jr. Esta es una pregunta interesante, ya que tanto la novedad como la tradición tienen sus atractivos. Ciertamente, un Occidente que se deconstruye a si mismo solo para rehacerse mientras busca mantener su hegemonía es un experimento social muy audaz. Lo único que, quizás, se acerca en la era moderna fue una Unión Soviética que repudió al gobierno zarista mientras se rehacía a sí misma a su propia imagen. Fue un imperio y siguió siendo un imperio.[17]

En un giro histórico de los años de la Guerra Fría, es Estados Unidos el que se posiciona como el poder ideológico revolucionario ante el retrógrado ‘otro’ alrededor del mundo, donde sea que este se encuentre. Estos pueden ser pequeños países europeos o africanos que de alguna manera quedan cortos en lo que respecta a los temas sociales más importantes, o la Rusia autoritaria y la China comunista, imperios étnico-nacionalistas reaccionarios. La agresión de Rusia contra Ucrania y la de China contra Taiwán no son solo la edificación de un imperio, sino intentos por destruir versiones «occidentalizadas» de sí mismos.[18]

Aún más sorprendente pudiese ser un Estados Unidos cada vez más ideológico, en el momento preciso en que su poderío económico, militar y político pudiese estar disminuyendo. Una nación rica y dinámica que promueve la revolución es una cosa, la revolución junto a una anormalidad interna es mucho menos atractiva. Pero dicha anormalidad no llegará mañana mientras el dinero siga fluyendo. En un futuro inmediato, Occidente puede verse si mismo despierto, arruinado y aun así buscando a nuevos dragones extranjeros que degollar. Tanto en el escenario global como internamente, nuestros nuevos visionarios aún sueñan con nuevas conquistas y nuevos mundos de infinitas posibilidades.

*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.


[1] Nytimes.com/1971/05/19/archives/china-transformed-by-elimination-of-four-olds.html, 19 de mayo, 1971.

[2] Sites.tufts.edu/atrocityendings/2016/12/14/china-the-cultural-revolution, 14 de diciembre, 2016.

[3] Pewresearch.org/politics/2021/11/09/progressive-left, 9 de noviembre, 2021

[4] Pewresearch.org/politics/2021/11/09/progressive-left, 9 de noviembre, 2021

[5] Crisismagazine.com/2022/where-the-synodal-way-leads, 3 de agosto, 2022.

[6] Pjmedia.com/columns/chris-queen/2022/08/04/radical-gender-theory-is-the-perfect-catch-all-term-for-our-current-gender-lodness-n1618373, 4 de agosto, 2022.

[7] Twitter.com/realchrisrufo/status/1554926876862296064, 3 de agosto, 2022.

[8] Twitter.com/libsoftiktok/status/1555236987308625920, 4 de agosto, 2022.

[9] Nationalreview.com/corner/the-brazen-transgender-policy-agenda, 18 de julio, 2022.

[10] Hli.org/resources/problems-with-transhumanism, 27 de mayo, 2020.

[11] Insidehighered.com/blogs/higher-ed-gamma/reescritura-narrativa-us-historia, 25 de junio, 2020.

[12] Imprimis.hillsdale.edu/the-rise-of-wokeness-in-the-military/?utm_campaign=imprimis&utm_medium=email&_hsmi=221718031&_hsenc=p2ANqtz-9IwE-sZBgCqpZ-1CerUNmyO08UhOl20Uv9BjYRo1TqRsA1lsA-PP29-jqpQwL5DNt_Gxy-AsrulHrH32lsE3yrh8fIXQ&utm_content=221718031&utm_source=hs_email&fbclid= IwAR16zd9HKF76rwmc4shRVSnSPdTA1BiFQd16OIwPFPd9Rf479kLLcAHOjUk, junio-julio, 2022.

[13] Gjia.georgetown.edu/2020/03/02/the-ever-increasing-surveillance-state, 2 de marzo, 2020.

[14] Axios.com/2022/07/07/abortion-eu-parliament-condemn-roe-wade, 7 de julio, 2022.

[15] Americanmind.org/salvo/triumph-of-davos-man, 8 de abril, 2022.

[16] Grabien.com/story.php?id=388002, consultado el 9 de agosto, 2022.

[17] Véase la serie de MEMRI Informe diario No. 400 – El renacimiento del pasado soviético en Rusia, 2 de agosto, 2022.

[18] Véase la serie de MEMRI Informe diario No. 401, ¿Quién debería representar a China? ¿La República Popular China (RPC) del Partido Comunista Chino (PCCh) o la República de China (RC) en Taiwán?, 3 de agosto. 2022.

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