Hasta la llegada de los españoles, la historia registra 11 Tlatuanis, siendo los últimos Cuitláhuac en 1520 y Cuauhtémoc en 1521. En esos 200 años, el imperio azteca fue la entidad política y económica más importante de Mesoamérica, y sus gobernantes fundan o conquistan, importantes centros de gran actividad como: Tlatelolco, Azcapotzalco, Texcoco o Tlacopan; también realizan alianzas que extienden su imperio a zonas distantes que hoy conocemos como: Puebla, Veracruz, Morelos, Guerrero y Oaxaca. Pero no todo salía bien para los aztecas, pues varias veces -por caprichos de la naturaleza- sufrieron hambrunas y epidemias que diezmaron a su propio pueblo y a los que llegaron a dominar.
La herencia y características que los gobernantes prehispánicos dejaron fue variada, pues si bien fueron aguerridos, constructores, aseados, y hasta sanguinarios por razones de culto, muchas de ellas, que deberían aflorar ante otro tipo de circunstancias, no se hicieron presentes en momentos cruciales.
Las causales: un alto grado de religiosidad hacia su cosmogonía e interpretación errónea de mitos y leyendas del pasado; agüeros y varias traiciones de índole interno que a lo largo de su historia se fueron dando.
Reflejo en la población: un alto grado de desconfianza, resistencia a cambios y un marcado sentimiento de orfandad.
Si bien es cierto que hubo cordialidad y curiosidad entre los habitantes desde la llegada de los primeros españoles (Gonzalo Guerrero y Jerónimo de Aguilar) a las costas de Yucatán en 1511; y estas conductas se repitieron en 1519, cuando Hernán Cortés desembarca en Veracruz, las matanzas ordenadas por Pedro de Alvarado un año después en el Templo Mayor, desencadenaron una reacción tardía de su arrojo, gran fuerza y verdadera naturaleza, que como sabemos no prosperó por varios factores, entre ellos: el adelanto tecnológico y audaces estrategias o alianzas que pusieron en práctica los conquistadores, en base a los odios acumulados de los pueblos sometidos por el poder de los Tlatuanis, sus guerreros y la casta sacerdotal. Pero hubo otras internas de gran peso, como la creencia de la extinción de una era cósmica y el principio de otra en manos de extranjeros de barbas rubias, los hijos del sol (llegados del este), los hombres de color claro. Como cita Octavio Paz: “los aztecas experimentan el escalofrío de la muerte en plena juventud”…un verdadero “suicidio del pueblo azteca”… y añade: “Una parte desfallece y busca al invasor. La otra sin esperanza de salvación, traicionada por todos, escoge la muerte”…”Cuauhtémoc lucha a sabiendas de la derrota”.
Por aquel entonces, desde los comienzos del imperio azteca (1325), hasta su derrota (1521), el mundo judío europeo que formaría parte de la historia americana, vive un corto período de grandes contrastes, desde la expansión de su imprenta y literatura (1444), hasta el inicio de las primeras expulsiones, que lo llevan de nuevo a riesgosas migraciones; algunas de ellas a territorio americano, que más tarde con el apelativo de criptojudíos, daría cuenta la Inquisición en sus registros y autos de fe.
Mundo Colonial
Este período bajo dominio español, se prolonga exactamente 300 años hasta 1821, cuando se logra la firma del Acta de Independencia. La detentación del poder se da bajo los títulos de Capitanes Generales, Gobernadores Reales y Audiencias, pero mayormente transcurre bajo el mandato de los Virreyes, los que a partir de 1535 sumaron en total 63.
Al inicio de la conquista, se dieron los primeros pasos para borrar cualquier vestigio que recordara la cultura que había dominado por casi 200 años; el mismo Cortés sentó las bases de ese radicalismo, al ejecutar el 26 de febrero de 1525 -por la horca- a Cuauhtémoc en un viaje a las Hibueras (hoy Honduras), por el temor -si lo mantenía con vida- de una posible sublevación de los aztecas en pos de una recuperación del trono perdido; incluso fue planeada desde los inicios, la destrucción del Templo Mayor y la traza de una nueva ciudad de México, encargada a Alonso García. Al poco tiempo, los templos de la nueva creencia fueron surgiendo, en los mismos lugares de culto a Huitzilopochtli, y la casta sacerdotal se oficializa con el primer obispo de México, en la persona de Fray Juan de Zumárraga. Mientras tanto la población conquistada se diezmó por graves epidemias iniciadas en parte, por la falta de higiene de los conquistadores y sobre todo, por enfermedades como el sarampión que no se conocían en el continente.
México vuelve a nacer como hijo de una doble violencia imperial y unitaria: la de los aztecas y la de los españoles. Se repite una superposición tiránica, una era hecha para durar con nuevos principios jurídicos, económicos y religiosos, cerrada al mundo exterior y abierto únicamente a lo extraterreno, para facilitar así el control de los conquistados, y justificar o encubrir -en nombre de Dios- todos los abusos cometidos.
Continuará…
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